jueves, 28 de junio de 2007

Jaula de grillos

No es este un país que se distinga precisamente por su talante y su ética profesional en cuanto a política y políticos se refiere. Apenas contamos con treinta años de democracia formal y eso, unido a la particular idiosincrasia del carácter español, se deja notar en un comportamiento que tiende más al egoísmo particular y al interés personal que al servicio al ciudadano.
Siempre he admirado el comportamiento de los presidentes de la República Francesa, que estando en funciones, invitan al presidente electo a los últimos actos oficiales, presidiéndolos los dos y dando así un elegante e impecable ejemplo de dignidad democrática. ¿Se lo imaginan aquí?. Pues eso.
Estamos en pañales en lo que toca a experiencia democrática, pero aquí, y muy de vez en cuando, somos tan ingenuos que pretendemos compararnos con democracias que ostentan doscientos años de vida y que han pasado por todo tipo de avatares que los han convertido en lo que hoy son. Auténticas democracias consolidadas.
Y es que, aunque nos pese, este no es un País serio. Sigue siendo el país de la chapuza, del chollo –sobre todo en política – de la España de charanga y pandereta en su versión moderna con botellón, folclóricas y maestros del toreo incluidos – y, como no, todo ello salpicado de vez en cuando con los que visten alzacuellos, los cuales siguen campando por sus respetos en un país constitucionalmente aconfesional.
Se pueden imaginar la algarabía por un lado y el llanto y crujir de dientes por otro - la jaula de grillos - que se habrá montado en los consistorios, comunidades y otras entidades en los que ha habido cambios en las recientes elecciones que han tenido lugar. Los ganadores celebrando sus prebendas, quiero decir su puesto al servicio del ciudadano, y llevando a cabo una limpieza y reestructuración - venganzas incluidas – que dejan a los perdedores en paños menores a solas con sus lamentos por la pérdida de sus poltronas y privilegios perdidos. Apenados están porque ya no podrán servir al ciudadano. Esto, por supuesto, se da tanto en unos como en otros.
En España, conseguir un puesto político es una auténtica bicoca, una ganga, un chollo, y no digamos de los efectos colaterales que lleva consigo, es decir, los puestos de libre designación elegidos a dedo, como los puestos de confianza, asesores, directores, secretarias, secretarios y otros que la imaginación entusiasta y desbordante de los de turno, pueda crear. Excepciones, haberlas, haylas. Siempre hay gente íntegra que no se deja comprar, que no cambia de chaqueta, que se mantiene fiel a sus principios. Pero la carne es débil y suele sucumbir a la tentación.
En Alcobendas, después de veinte años de gobierno socialista han entrado los populares, más por errores de aquellos que por aciertos de éstos. Pero ahí están y nadie les discute su legitimidad. Quizás ventilar un poco la casa de vez en cuando no venga mal. Les daremos los clásicos cien días y si para entonces no han decretado el rezo del angelus a las doce en la plaza del ayuntamiento, para mí será una buena señal. Ustedes mismos.