Dejando de lado el concepto de
patriotismo, término en desuso para muchos y en continuo ascenso para tantos
otros, a la par que en indiferencia e indolente desafecto para el resto, en
términos reales y a la vista de los acontecimientos sociales, económicos y
culturales que se han desarrollado desde la instauración de la democracia en
este singular País, seguimos sin contar gran cosa en la esfera internacional,
donde con frecuencia se nos ningunea a ojos vista y donde en demasiadas ocasiones,
esta impresión se ve materializada en el trato dado a nuestros presidentes de
gobierno, cuando de reunirse con otros primeros ministros se trata, donde
podemos observar con una cierta vergüenza ajena, cómo se desenvuelven en la más
absoluta soledad, aislados y marginados en el grupo, donde no parecen contar con ellos.
Parecen encontrarse
desorientados, sin que nadie suela hacerles apenas caso, sin entrar a formar
parte del grupo de los importantes, donde se cuecen todos los grandes asuntos
de estado, como si no fueran capaces de desenvolverse en dichos mentideros, sin
que nadie los llame, los reclame, en definitiva, sin meter baza, deambulando
por la sala, de un lado para otro, porque nadie cuenta con ellos, salvo los
segundos estrictamente necesarios para que alguno de ellos se digne a
estrecharles la mano, momento que aprovechan para enfocar las cámaras hacia ese
punto, para lucirlo después en casa, donde la prensa y los medios de
comunicación afines, reproducirán una y otra vez el honroso momento en el que
el máximo mandatario del momento, se dignó cruzar unas frases con nuestro
primer ministro, seguramente en nuestra lengua, porque como de costumbre,
nuestro representante no sabrá idiomas, quedando en un espantoso ridículo, que
desde hace ya muchos años y muchas legislaturas siguen sufriendo los
presidentes del gobierno que parecen empeñados en que los otros sean los que
aprendan nuestro idioma, en lugar de nosotros el inglés, que es el que dominan
todos los demás, lo cual impide una comunicación fluida necesaria para
entenderse con el resto, motivo que aumenta aún más la marginación y el
aislamiento al que suelen verse sometidos cuando acuden a las frecuentes
reuniones de alto nivel.
Y ahí seguimos haciendo el
ridículo, como el de nuestros representantes olímpicos, donde tuvimos ocasión
de enrojecer de vergüenza, contemplando cómo toda una alcaldesa de Madrid, tuvo
el valor y la desfachatez de dirigirse en un inglés macarrónico y suburbial,
nada menos que a todo un comité olímpico internacional, a la par que a unos
cuantos millones de ciudadanos del mundo, que contemplaron con una mezcla de
sorpresa y de una contenida hilaridad, cómo en un tono cuasi infantil, dedicó
unos espantosos minutos a narrarles un cuento en un tono indescifrablemente
chabacano, tratando de ganarse a un auditorio a base de contarles las bondades
de tomar un café con leche en la plaza mayor de Madrid, ciudad que aspiraba a
unos juegos olímpicos, que afortunadamente para muchos no se han logrado y que
alegremente nuestros representantes daban por conseguido, olvidando la penosa
situación económica del ayuntamiento y comunidad de Madrid, a la par que la de
España, incapaz de competir, ni por asomo con la de un País serio, pujante y
eminentemente solvente como es el de Japón.
Mientras tanto, nosotros
seguimos como siempre, estancados en nuestros vicios nacionales patrios,
debatiéndonos entre si Cataluña es o no una Nación – después llegarán el resto
– declarando los toros bien de interés cultural, al mismo nivel que el museo
del prado o la biblioteca nacional, llevando a cabo recortes en la sanidad, la
educación, la formación, las infraestructuras y una investigación que aunque ya
era escasamente mínima, ahora nos conduce a utilizar frascos de plástico
comprados en los chinos para guardar las muestras o a utilizar como medio de
almacenamiento de las mismas los recipientes de plástico para guardar los
disquetes o a recurrir al ingenio patrio por parte de los sufridos
investigadores para poder sobrevivir y alargar un poco más la ya complicada
investigación que tanto tiempo lleva en el alero, siempre a punto de
derrumbarse, que salvo el oportuno milagro, que no suele producirse, acabará
con el centro de investigación cerrado y con los científicos en el paro, haciendo
verdad una vez más, aquella sentencia tan de aquí, tan pobre, cutre e impropia
de un país moderno: que inventen ellos. Así nos va.
No hay comentarios:
Publicar un comentario