lunes, 21 de octubre de 2013

EL ESTANCAMIENTO

Dejando de lado el concepto de patriotismo, término en desuso para muchos y en continuo ascenso para tantos otros, a la par que en indiferencia e indolente desafecto para el resto, en términos reales y a la vista de los acontecimientos sociales, económicos y culturales que se han desarrollado desde la instauración de la democracia en este singular País, seguimos sin contar gran cosa en la esfera internacional, donde con frecuencia se nos ningunea a ojos vista y donde en demasiadas ocasiones, esta impresión se ve materializada en el trato dado a nuestros presidentes de gobierno, cuando de reunirse con otros primeros ministros se trata, donde podemos observar con una cierta vergüenza ajena, cómo se desenvuelven en la más absoluta soledad, aislados y marginados en el grupo, donde no  parecen contar con ellos.
Parecen encontrarse desorientados, sin que nadie suela hacerles apenas caso, sin entrar a formar parte del grupo de los importantes, donde se cuecen todos los grandes asuntos de estado, como si no fueran capaces de desenvolverse en dichos mentideros, sin que nadie los llame, los reclame, en definitiva, sin meter baza, deambulando por la sala, de un lado para otro, porque nadie cuenta con ellos, salvo los segundos estrictamente necesarios para que alguno de ellos se digne a estrecharles la mano, momento que aprovechan para enfocar las cámaras hacia ese punto, para lucirlo después en casa, donde la prensa y los medios de comunicación afines, reproducirán una y otra vez el honroso momento en el que el máximo mandatario del momento, se dignó cruzar unas frases con nuestro primer ministro, seguramente en nuestra lengua, porque como de costumbre, nuestro representante no sabrá idiomas, quedando en un espantoso ridículo, que desde hace ya muchos años y muchas legislaturas siguen sufriendo los presidentes del gobierno que parecen empeñados en que los otros sean los que aprendan nuestro idioma, en lugar de nosotros el inglés, que es el que dominan todos los demás, lo cual impide una comunicación fluida necesaria para entenderse con el resto, motivo que aumenta aún más la marginación y el aislamiento al que suelen verse sometidos cuando acuden a las frecuentes reuniones de alto nivel.
Y ahí seguimos haciendo el ridículo, como el de nuestros representantes olímpicos, donde tuvimos ocasión de enrojecer de vergüenza, contemplando cómo toda una alcaldesa de Madrid, tuvo el valor y la desfachatez de dirigirse en un inglés macarrónico y suburbial, nada menos que a todo un comité olímpico internacional, a la par que a unos cuantos millones de ciudadanos del mundo, que contemplaron con una mezcla de sorpresa y de una contenida hilaridad, cómo en un tono cuasi infantil, dedicó unos espantosos minutos a narrarles un cuento en un tono indescifrablemente chabacano, tratando de ganarse a un auditorio a base de contarles las bondades de tomar un café con leche en la plaza mayor de Madrid, ciudad que aspiraba a unos juegos olímpicos, que afortunadamente para muchos no se han logrado y que alegremente nuestros representantes daban por conseguido, olvidando la penosa situación económica del ayuntamiento y comunidad de Madrid, a la par que la de España, incapaz de competir, ni por asomo con la de un País serio, pujante y eminentemente solvente como es el de Japón.
Mientras tanto, nosotros seguimos como siempre, estancados en nuestros vicios nacionales patrios, debatiéndonos entre si Cataluña es o no una Nación – después llegarán el resto – declarando los toros bien de interés cultural, al mismo nivel que el museo del prado o la biblioteca nacional, llevando a cabo recortes en la sanidad, la educación, la formación, las infraestructuras y una investigación que aunque ya era escasamente mínima, ahora nos conduce a utilizar frascos de plástico comprados en los chinos para guardar las muestras o a utilizar como medio de almacenamiento de las mismas los recipientes de plástico para guardar los disquetes o a recurrir al ingenio patrio por parte de los sufridos investigadores para poder sobrevivir y alargar un poco más la ya complicada investigación que tanto tiempo lleva en el alero, siempre a punto de derrumbarse, que salvo el oportuno milagro, que no suele producirse, acabará con el centro de investigación cerrado y con los científicos en el paro, haciendo verdad una vez más, aquella sentencia tan de aquí, tan pobre, cutre e impropia de un país moderno: que inventen ellos. Así nos va.

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