Apenas quedan seis meses para
que los ciudadanos catalanes sean llamados a las urnas con el objeto de decidir
si los habitantes de esa región desean segregarse de España y constituirse en
Estado propio, independiente y soberano, y todo ello sin que el pueblo español
sepa a qué atenerse, sin que se le haya aclarado, pese a las aparentes
seguridades que el presidente del gobierno suele prodigar en el sentido de que
no se permitirá la oportuna consulta y de que el Congreso de los Diputados haya
votado mayoritariamente en contra de dicha opción, ante lo cual, el presidente
Mas y los grupos que le secundan, continúan asegurando con una sorprendente
rotundidad y aparente seguridad, que desafiando todas las leyes estatales,
llevarán adelante su propósito, en un claro desafío, que nos deja perplejos a
los ciudadanos, que no sabemos a qué atenernos, pese a las numerosas voces que
se alzan afirmando por activa y por pasiva que no se llevará a cabo dicha votación,
que ya contempla incluso las preguntas que en la misma se plantearán a los posibles
votantes.
Hartos estamos de escuchar los
mismos razonamientos por parte de los líderes políticos, de los medios de
comunicación y de tertulianos de todo signo, que se esmeran en repetir una y
otra vez, que la consulta es ilegal, que no pueden ir contra el orden
establecido, que no pueden romper las reglas que la Constitución impone, que no
se atreverán a sacar las urnas, que en el último momento se echarán atrás, que
es una huída hacia delante de un presidente que convocó unas elecciones
plebiscitarias en Cataluña pensando que iba a ampliar una mayoría que ya poseía
y que vio frustradas sus esperanzas con un severo correctivo que le supuso
perder un importante número de consejeros que le deberían haber llevado a una
elemental y lógica dimisión que no hizo efectiva, lo cual le llevó a un
sostenella y no enmendalla, que nos ha traído hasta donde estamos, en un tira y
afloja que no lleva a ninguna parte.
¿Cómo es posible que a falta de
tan poco tiempo, nadie, empezando por el presidente del gobierno, tome una
decisión rotunda, clara y creíble? ¿Por qué el Presidente del País no se dirige
solemnemente a la nación y aclara todas las dudas y las inseguridades que
tienen sumida a la población en un mar de dudas, que se está convirtiendo en un
problema que cada vez aqueja con más intensidad a los ciudadanos? ¿Por qué se
encierra en una actitud tan hermética como radical, limitándose a asegurar que
no habrá consulta, que no se infringirá la ley que no permitirá que se lleve a
cabo? ¿Y en ese caso, cómo lo va a impedir, qué medios a su disposición, como
máxima autoridad del País y que la constitución le permite, va a utilizar, si
sacan las urnas o si unilateralmente declaran la independencia?
Demasiadas preguntas sin
respuesta, pero que el ciudadano de a pie, de la calle, como usted y yo, como
la inmensa mayoría, necesitan saber y exigen conocer cada día con más fuerza,
porque la preocupación es cada día mayor, ante un verdadero problema que no se
puede solucionar esperando que se corrompa, que pase el tiempo o que se den
unos hechos consumados, ante los cuales, la capacidad de decisión sería
prácticamente nula.
En Escocia, y desde hace ya
casi dos años, todo está previsto, todo está perfectamente regulado y acordado
por ambas partes, sin traumas, sin dimes y diretes, sin tiras ni aflojas como
está sucediendo aquí, y que no conduce sino a la confusión más absoluta,
ilógica e irracional. Se habla de un diálogo que nadie sabe sobre qué versaría
y al que en cualquier caso el gobierno parece no estar muy dispuesto y que de
todas formas no parece que pudiese conducir a ningún sitio, pues el presidente
catalán, que aparentemente no se niega a ello, se ha cerrado en banda y sólo
parece querer oír acerca de la obsesión que le domina sobre la capacidad de
decidir, sin aclarar en todo caso, qué estaría dispuesto a negociar, mientras
que los socialistas hablan de un cambio constitucional que nos conduciría a un
estado federal, con el que tampoco los catalanes ni el gobierno, parecen estar
de acuerdo.
Es por ello, que dado el hecho
de que el tiempo se agota y que apenas queda margen de maniobra, los ciudadanos
queremos saber qué va a suceder si no hay acuerdo alguno y los hechos
consumados son los que mandan, lo cual constituiría un grave problema y
llevaría a una situación en absoluto deseable, cuyo alcance y efectos serían
muy difíciles de controlar.
La Constitución contempla los
mecanismos que se pueden habilitar en el caso de conflictos y graves
incumplimientos de la misma. Nadie quiere hablar de este tema, nadie quiere
plantearse este supuesto que conduciría a la suspensión temporal de unas
funciones que asumiría el Estado y que sería preferible no activar, intentando
resolver el conflicto por otros medios. Pero nadie, a estas alturas, con apenas
unos meses de margen sabe qué hacer, que va a pasar, cómo se va a actuar.
Y mientras tano, el pueblo, los ciudadanos, la
Nación, quiere, exige, necesita saber.
No hay comentarios:
Publicar un comentario