martes, 15 de abril de 2014

PORQUE ELLAS LO VALEN

Aunque no desearían seguir estando en el punto de mira a la hora de reconocer derechos milenarios que aún se les adeudan, en una sociedad que continúa con una inequívoca tendencia a escorarse hacia uno de los extremos, por inercia, casi sin sonrojo alguno, en el que la mujer sigue sin lograr los objetivos que le corresponden por derecho propio, sin más, donde sobran los manidos y absurdos recursos a la típica, tópica y absurda justificación acerca de la igualdad con el hombre en cuanto a capacidades, recursos y valores, que no deben citarse, sencillamente porque le son innatos y porque el sólo hecho de plantear su reconocimiento, supone una duda que pone en cuestión una afirmación absoluta que no admite discusión alguna.
Porque ofende a la sensibilidad, a la verdad y a la inteligencia humanas, que tan poco han hecho por equiparar al hombre y a la mujer en todos los órdenes, de forma inequívoca y absoluta, y porque a estas alturas del siglo XXI, se  sigue ofendiendo, cada día, cada hora y cada minuto que la mujer es discriminada en una sociedad donde sigue sin ocupar el lugar que le corresponde, y donde incluso, y no solamente en este País, se le quiere negar el derecho a decidir sobre su propio cuerpo a la hora de llevar adelante o no un embarazo, cuya decisión sólo a ella le compete, en un acto en la que ella es la única propietaria,  en una decisión de responsabilidad que nadie le puede negar, y que llevará a cabo sobre la base del respeto hacia la vida, que sólo una mujer puede sentir como autora de la misma y como sujeto de una extrema y profunda sensibilidad que sólo ella puede llegar a experimentar.
No se entiende la extrema dureza de un gobierno que se empeña en ir contra corriente, por el egoísta hecho de contentar a su electorado más regresivo e intransigente – pero que en el fondo comulga con el ideario de una derecha radical y fundamentalista – aunque se está encontrando con alguna oposición interna y que cuenta con el apoyo de una vergonzante y trasnochada Iglesia Católica, que ha influido en esta decisión de cambiar la ley del aborto, y que ya está amenazando ni más ni menos que con la excomunión, como si nos encontrásemos en la Edad Media, lo que demuestra que esta anquilosada institución, está fuera de lugar y de tiempo, pero que sigue ejerciendo una innegable influencia en el electorado más a la derecha.
Todo esto supone una discriminación más, a la par que una agresión inaceptable, hacia una mujer que continúa siendo  marginada en una sociedad donde parece que tan sólo en la Administración Pública puede optar a un cargo de cierto nivel, obtenido a base de un extraordinario esfuerzo demostrado posiblemente en unas oposiciones, donde no suele caber trampa alguna – con los reparos que puedan corresponder – para llevar a cabo una función generalmente administrativa o de cargo político ocupando puestos, como por ejemplo en las consejerías de las comunidades autónomas, ayuntamientos y poco más.
Sorprende que a estas alturas, tan pocas mujeres ostenten cargos políticos de alto nivel, salvo la presidencia de alguna Comunidad – véase la composición del consejo de ministros – y no digamos de la presidencia del País, al que jamás han llegado y para el que no hay perspectivas de futuro que puedan cambiar esta incalificable tendencia de negar a la mujer los puestos de más alto nivel y responsabilidad, que tampoco se prodigan excesivamente en otros países de nuestro entorno. Tampoco la empresa privada se caracteriza por tener en sus más altos puestos a mujeres que ostenten altas responsabilidades.
 La sociedad en su conjunto es la culpable de ello. Por eso tiene la obligación de reclamar para ella el puesto que le corresponde. Porque la mujer no sólo lo vale, sino que le corresponde por derecho propio.

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