domingo, 27 de abril de 2014

SOSTENELLA Y NO ENMENDALLA

Viene a cuento esta expresión, felizmente aún utilizada y plenamente en vigor, para registrar, documentar e ilustrar determinadas actitudes aún muy presentes en nuestra idiosincrasia patria, gráfica e ilustrativa como pocas, a propósito de la fórmula de vida utilizada por los hidalgos españoles del siglo XVI, mediante la cual pretendían mantener intacto su honor, cuando de defenderlo se trataba, que no era en pocas ocasiones, y a la mínima, pues su capacidad de aguante, de asimilación lógica y racional del concepto del honor y de una concepción filosófica de la vida dejaba mucho que desear, y que consistía en que un caballero jamás daba su brazo a torcer, no se bajaba de la burra, no daba por finiquitada la disputa, si no quedaba claro que la razón sólo a él le correspondía. Un caballero nunca desenvaina y pide disculpas, faltaría más, aunque no lleve razón, aunque la verdad y la lógica no le asistan.
Era yo un chaval, correteando por las praderas bañadas por el rió Duratón a su paso por Duruelo, el pueblo donde nací, disfrutando de unas hermosas primaveras, unos increíblemente luminosos veranos, unos bellísimos y tornasolados otoños, y sobre todo, unos deliciosos e inolvidables inviernos, sin duda mi estación favorita, con cinco meses de crudo y riguroso invierno, pleno de hielos y de nieve con los que disfrutar de miles de formas diversas durante los recreos al salir de la cálida escuela, y por las tardes, correteando por las eras, gozando de una infancia mágica, desdichadamente irrepetible.
Recuerdo que ya por entonces mi madre nos ponía la comida a la hora del parte, es decir, del diario hablado, el nombre con el que entonces se le daba a las noticias radiadas y que era a las dos y media, más o menos como hoy, costumbre que apenas ha cambiado, ya que seguimos conservando los mismos horarios de hace siglos, no sólo en los hábitos alimentarios – con las cenas a las diez y a la cama a las tantas – sino en otras costumbres que mantenemos y con las que según parece, nos hemos quedado solos los habitantes de este País, ya que hasta en Italia, Portugal y Grecia, los más afines a nuestra peculiar idiosincrasia, han evolucionado cambiándolos y adaptándolos a los del resto de Europa.
Según el diario Estadounidense The New York Times, seguimos con la siesta de dos horas que todos los días nos echamos los españoles – evidentemente exagerada esta apreciación - así como la costumbre de cenar a las 10 o quedar a esa hora con los amigos para tomar una par de cervezas viendo un partido de fútbol, al tiempo que afirma que mientras que en otras partes de Europa la gente se prepara ir a dormir, en España disfrutamos de la cena en familia, de la televisión o del fútbol, con lo que la hora de irse a la cama se ha de retrasar necesariamente, hasta el punto de alterar un descanso absolutamente necesario para enfrentar una jornada laboral, que según este medio periodístico no es todo lo productiva que debiera, como causa de estos horarios que tienen como consecuencia un descenso en la productividad de los trabajadores, que en muchas ocasiones llegan a trabajar más horas que en el resto de Europa, pero con la contrapartida de una menor producción en los centro de trabajo, por lo que recomienda que se cambien los hábitos para ajustarse a los ritmos y horarios Europeos,  y se atreven a recomendar, que es hora de abandonar la siesta, las tapas y las cervezas de entre semana para irse a la cama antes, que hay que descansar.
Si a todo esto, añadimos un hecho que tampoco tiene parangón en Europa, como es el de la ingente cantidad de fiestas, casi todas religiosas, por cierto, como la inefable Semana Santa, las Navidades, los innumerables puentes, los inclasificables traslados a día laboral cuando la fiesta cae en sábado o domingo, y otras de carácter local, el resultado, hemos de reconocerlo, es francamente desastroso a la hora de contabilizar las horas de trabajo perdidas, porque somos incapaces de cambiar, de evolucionar de adaptar nuestros ritmos diarios y nuestras costumbres a nuestros conciudadanos europeos, porque entonces ya no seríamos tan Españoles, tan diferentes, tan nosotros mismos y España ya no sería tan diferente.
Y es que no lo somos, pero nosotros, a lo nuestro, sostenella y no enmendalla, porque los que tienen que cambiar, son ellos. Faltaría más.

viernes, 25 de abril de 2014

DEL BULLI A LOS FOGONES DEL MEDIEVO

Sorprende contemplar cómo Ferrián Adríá, cocinero mundialmente reconocido, aparece en una foto viajando en un tren con su esposa, sentados ambos ante una mesa, donde unas bolsas de patatas fritas y unos refrescos displicentemente colocados al azar, configuran un cuadro que no deja impasible a nadie, porque resulta inevitable asociar las susodichas viandas, tan de andar por casa, tan poco sofisticadas, tan alejadas de lo que uno espera encontrar en la mesa de este genio de la cocina, que hace ya tiempo cerró el famoso restaurante el Bulli, ubicado en una calita del cabo de Creus, en Girona, con cinco premios como mejor restaurante del mundo, donde gozaba de una inmensa popularidad, con listas de espera de varios años y que ha decidido convertirlo en un auténtico laboratorio de investigación, creación, innovación y por supuesto difusión de una nueva gastronomía, que será visitable y que se apoyará en cuatro ejes fundamentales, cuatro espacios temáticos, a saber: cómo nació la cocina, qué es la cocina, el paso del proceso creativo a la felicidad y el resultado final.
De la contemplación de la siempre curiosa fotografía, paso al libro que actualmente estoy leyendo, a la par que disfrutando, como corresponde a la lectura de un buen libro, que recrea el Medievo, en concreto la baja Edad Media, desde un punto de vista de la convivencia social, configurando un recorrido por todos los aspectos que regían la vida diaria de las gentes, bajo un prisma de objetividad, basado en numerosos trabajos llevados a cabo por personas e instituciones que sobre la base de una excelente y rigurosa documentación, han logrado una fidedigna recreación de aquella época, tratando en profundidad los aspectos sociológicos, económicos, políticos y culturales, tanto a nivel de las altas esferas, como del pueblo llano, desentrañando muchas de las falsas creencias y erráticas afirmaciones hasta ahora mantenidas, de la que destacamos aquí la gastronomía, de una época que se consideró oscura, siniestra y bárbara, desvelando que no lo fue en esa medida, sino que gozó de más luces que sombras, aunque les pese a quienes siguen considerando a la Edad Media, como un tiempo lúgubre, calamitoso y profundamente aciago.
Siempre se ha creído que las rudas gentes de la época, sentadas a una burda mesa, sin el menor gusto por la estética, se comportaban como rudos e incivilizados comensales, ávidos de devorar una infinidad de copiosos y abundantes platos generalmente poco elaborados, con la ayuda de las manos, envueltos en grasa y suciedad, en unas interminables mesas corridas sin manteles ni adornos, sobre las que se disponían los viandas, sin orden ni concierto, engullendo como bárbaros, con una ausencia total de modales, en una atmósfera de gritos, bullicio y jolgorio que no dejaba lugar alguno a una mínima educación, a una elemental compostura y a un saber estar ante la mesa, cuando la realidad era que, ni ésta, ni sus modales, ni sus costumbres, ni sus viandas eran tan toscas como nos han descrito sobre una época de la humanidad, a veces en exceso sojuzgada, sometida a un maltrato histórico debido a un incalificable e injusto desconocimiento.
Vestían las mesas con bordados, con manteles de brocado, con adornos dorados, cocinaban platos profusamente variados, algunos de ellos ya muy elaborados que servían en vajillas cuidadas con delicado esmero – dependiendo, claro está del nivel económico y social – se lavaban las manos antes y después de comer, utilizaban servilletas y mantenían unos modales y costumbres en la mesa, que jamás se han reflejado en documentos, películas y libros escritos sobre esta desconocida época, tan mal tratada – y maltratada - en tantas ocasionas, y no sólo en el aspecto gastronómico, sino en todos los demás, en todos aquellos en los que estaba implicada la sociedad de entonces.
Ferrán  Adriá, no es ni un loco, ni un impostor, ni un gurú, que de todo esto se le ha llamado, sino un genio con una poderosa creatividad, con un enorme prestigio internacional que le ha llevado a moverse por todo el mundo estableciendo contactos con personajes de todos los estamentos, que han valorado su trabajo desde su punto de vista, haciéndole un hueco siempre que él ha querido hacerse oír, y al que han reclamado en numerosas ocasiones para escucharle y para conocer su portentosa creatividad que le ha llevado hasta los orígenes, los principios más elementales, los electrones del proceso gastronómico, que le han conducido a la creación de la fundación denominada Bullifoundation, integrada a su vez por tres espacios, a saber: un No-Museo, espacio expositivo y de creatividad que ocupará cinco mil metros cuadrados y que se denominará el Bulli1846, por el número de platos creados durante veinticuatro años, el BulliDNA, constituído por el equipo creativo dedicado a la investigación de la cocina, y la Bullipedia, una base de datos que ordena y clasifica todo el saber culinario a través de una clasificación del proceso gastronómico y creativo realizado en los últimos años por Adriá y su equipo.
Tanto la cocina de la Edad Media como la de Ferrán Adriá, por motivos muy diferentes, han sido y son aún objeto de incomprensión por parte de una sociedad que no se ha detenido, en un caso a documentar y en otro a considerar, dos actitudes, dos valores, dos realidades de la gastronomía, separados en el tiempo por mil años. Entre ambos, está la sabia, amable y dedicada cocina de nuestras abuelas, deleitándonos con unas exquisitas viandas de una gastronomía mediterránea, tan denostada en tiempos y tan agradecidamente valorada en la actualidad.
 Platos que disfrutaron los paladares del Medievo y que degustamos en estos tiempos y con los que Ferrán Adríá ha contado siempre y que seguirán presentes en los virtuales fogones de una fundación empeñada en investigar, conocer y clasificar a fondo los orígenes de la alimentación humana y en dar a conocer nuevos sabores, olores y texturas de una actividad que él ha trocado en ciencia, denominada gastronomía, que constituye uno de los grandes placeres puestos a disposición del ser humano por una naturaleza amable y agradecida, que el ser humano se ha esforzado en recolectar, transformar y elaborar para su deleite y supremo disfrute.

jueves, 24 de abril de 2014

LOS CIUDADANOS QUEREMOS SABER

Apenas quedan seis meses para que los ciudadanos catalanes sean llamados a las urnas con el objeto de decidir si los habitantes de esa región desean segregarse de España y constituirse en Estado propio, independiente y soberano, y todo ello sin que el pueblo español sepa a qué atenerse, sin que se le haya aclarado, pese a las aparentes seguridades que el presidente del gobierno suele prodigar en el sentido de que no se permitirá la oportuna consulta y de que el Congreso de los Diputados haya votado mayoritariamente en contra de dicha opción, ante lo cual, el presidente Mas y los grupos que le secundan, continúan asegurando con una sorprendente rotundidad y aparente seguridad, que desafiando todas las leyes estatales, llevarán adelante su propósito, en un claro desafío, que nos deja perplejos a los ciudadanos, que no sabemos a qué atenernos, pese a las numerosas voces que se alzan afirmando por activa y por pasiva que no se llevará a cabo dicha votación, que ya contempla incluso las preguntas que en la misma se plantearán a los posibles votantes.
Hartos estamos de escuchar los mismos razonamientos por parte de los líderes políticos, de los medios de comunicación y de tertulianos de todo signo, que se esmeran en repetir una y otra vez, que la consulta es ilegal, que no pueden ir contra el orden establecido, que no pueden romper las reglas que la Constitución impone, que no se atreverán a sacar las urnas, que en el último momento se echarán atrás, que es una huída hacia delante de un presidente que convocó unas elecciones plebiscitarias en Cataluña pensando que iba a ampliar una mayoría que ya poseía y que vio frustradas sus esperanzas con un severo correctivo que le supuso perder un importante número de consejeros que le deberían haber llevado a una elemental y lógica dimisión que no hizo efectiva, lo cual le llevó a un sostenella y no enmendalla, que nos ha traído hasta donde estamos, en un tira y afloja que no lleva a ninguna parte.
¿Cómo es posible que a falta de tan poco tiempo, nadie, empezando por el presidente del gobierno, tome una decisión rotunda, clara y creíble? ¿Por qué el Presidente del País no se dirige solemnemente a la nación y aclara todas las dudas y las inseguridades que tienen sumida a la población en un mar de dudas, que se está convirtiendo en un problema que cada vez aqueja con más intensidad a los ciudadanos? ¿Por qué se encierra en una actitud tan hermética como radical, limitándose a asegurar que no habrá consulta, que no se infringirá la ley que no permitirá que se lleve a cabo? ¿Y en ese caso, cómo lo va a impedir, qué medios a su disposición, como máxima autoridad del País y que la constitución le permite, va a utilizar, si sacan las urnas o si unilateralmente declaran la independencia?
Demasiadas preguntas sin respuesta, pero que el ciudadano de a pie, de la calle, como usted y yo, como la inmensa mayoría, necesitan saber y exigen conocer cada día con más fuerza, porque la preocupación es cada día mayor, ante un verdadero problema que no se puede solucionar esperando que se corrompa, que pase el tiempo o que se den unos hechos consumados, ante los cuales, la capacidad de decisión sería prácticamente nula.
En Escocia, y desde hace ya casi dos años, todo está previsto, todo está perfectamente regulado y acordado por ambas partes, sin traumas, sin dimes y diretes, sin tiras ni aflojas como está sucediendo aquí, y que no conduce sino a la confusión más absoluta, ilógica e irracional. Se habla de un diálogo que nadie sabe sobre qué versaría y al que en cualquier caso el gobierno parece no estar muy dispuesto y que de todas formas no parece que pudiese conducir a ningún sitio, pues el presidente catalán, que aparentemente no se niega a ello, se ha cerrado en banda y sólo parece querer oír acerca de la obsesión que le domina sobre la capacidad de decidir, sin aclarar en todo caso, qué estaría dispuesto a negociar, mientras que los socialistas hablan de un cambio constitucional que nos conduciría a un estado federal, con el que tampoco los catalanes ni el gobierno, parecen estar de acuerdo.
Es por ello, que dado el hecho de que el tiempo se agota y que apenas queda margen de maniobra, los ciudadanos queremos saber qué va a suceder si no hay acuerdo alguno y los hechos consumados son los que mandan, lo cual constituiría un grave problema y llevaría a una situación en absoluto deseable, cuyo alcance y efectos serían muy difíciles de controlar.
La Constitución contempla los mecanismos que se pueden habilitar en el caso de conflictos y graves incumplimientos de la misma. Nadie quiere hablar de este tema, nadie quiere plantearse este supuesto que conduciría a la suspensión temporal de unas funciones que asumiría el Estado y que sería preferible no activar, intentando resolver el conflicto por otros medios. Pero nadie, a estas alturas, con apenas unos meses de margen sabe qué hacer, que va a pasar, cómo se va a actuar.
 Y mientras tano, el pueblo, los ciudadanos, la Nación, quiere, exige, necesita saber.

martes, 15 de abril de 2014

PORQUE ELLAS LO VALEN

Aunque no desearían seguir estando en el punto de mira a la hora de reconocer derechos milenarios que aún se les adeudan, en una sociedad que continúa con una inequívoca tendencia a escorarse hacia uno de los extremos, por inercia, casi sin sonrojo alguno, en el que la mujer sigue sin lograr los objetivos que le corresponden por derecho propio, sin más, donde sobran los manidos y absurdos recursos a la típica, tópica y absurda justificación acerca de la igualdad con el hombre en cuanto a capacidades, recursos y valores, que no deben citarse, sencillamente porque le son innatos y porque el sólo hecho de plantear su reconocimiento, supone una duda que pone en cuestión una afirmación absoluta que no admite discusión alguna.
Porque ofende a la sensibilidad, a la verdad y a la inteligencia humanas, que tan poco han hecho por equiparar al hombre y a la mujer en todos los órdenes, de forma inequívoca y absoluta, y porque a estas alturas del siglo XXI, se  sigue ofendiendo, cada día, cada hora y cada minuto que la mujer es discriminada en una sociedad donde sigue sin ocupar el lugar que le corresponde, y donde incluso, y no solamente en este País, se le quiere negar el derecho a decidir sobre su propio cuerpo a la hora de llevar adelante o no un embarazo, cuya decisión sólo a ella le compete, en un acto en la que ella es la única propietaria,  en una decisión de responsabilidad que nadie le puede negar, y que llevará a cabo sobre la base del respeto hacia la vida, que sólo una mujer puede sentir como autora de la misma y como sujeto de una extrema y profunda sensibilidad que sólo ella puede llegar a experimentar.
No se entiende la extrema dureza de un gobierno que se empeña en ir contra corriente, por el egoísta hecho de contentar a su electorado más regresivo e intransigente – pero que en el fondo comulga con el ideario de una derecha radical y fundamentalista – aunque se está encontrando con alguna oposición interna y que cuenta con el apoyo de una vergonzante y trasnochada Iglesia Católica, que ha influido en esta decisión de cambiar la ley del aborto, y que ya está amenazando ni más ni menos que con la excomunión, como si nos encontrásemos en la Edad Media, lo que demuestra que esta anquilosada institución, está fuera de lugar y de tiempo, pero que sigue ejerciendo una innegable influencia en el electorado más a la derecha.
Todo esto supone una discriminación más, a la par que una agresión inaceptable, hacia una mujer que continúa siendo  marginada en una sociedad donde parece que tan sólo en la Administración Pública puede optar a un cargo de cierto nivel, obtenido a base de un extraordinario esfuerzo demostrado posiblemente en unas oposiciones, donde no suele caber trampa alguna – con los reparos que puedan corresponder – para llevar a cabo una función generalmente administrativa o de cargo político ocupando puestos, como por ejemplo en las consejerías de las comunidades autónomas, ayuntamientos y poco más.
Sorprende que a estas alturas, tan pocas mujeres ostenten cargos políticos de alto nivel, salvo la presidencia de alguna Comunidad – véase la composición del consejo de ministros – y no digamos de la presidencia del País, al que jamás han llegado y para el que no hay perspectivas de futuro que puedan cambiar esta incalificable tendencia de negar a la mujer los puestos de más alto nivel y responsabilidad, que tampoco se prodigan excesivamente en otros países de nuestro entorno. Tampoco la empresa privada se caracteriza por tener en sus más altos puestos a mujeres que ostenten altas responsabilidades.
 La sociedad en su conjunto es la culpable de ello. Por eso tiene la obligación de reclamar para ella el puesto que le corresponde. Porque la mujer no sólo lo vale, sino que le corresponde por derecho propio.

jueves, 10 de abril de 2014

ESTADO DE INDEFENSIÓN

La historia de la humanidad se caracteriza por una sucesión de hechos sociales, políticos, culturales y económicos, que no han seguido una secuencia lineal y continuada en el tiempo, sino que ha estado sometida a altibajos constantes que han trastocado un avance imparable, ininterrumpido y duradero, que sería lo deseable, en un inacabable e impetuoso movimiento hacia delante con épocas florecientes y luminosamente clarificadoras y relevantes en cuanto a los avances conseguidos, con otras en las que el retroceso y la pérdida de lo conseguido hasta entonces, fueron una constante, con momentos históricos en los que el oscurantismo, la ausencia de libertad y el despotismo, anularon todas las ansias de progreso que el ser humano ansiaba desde su posición de sujeto protagonista de una sociedad en estado de consolidación y progreso, que se le negaba por parte de quienes ostentaban el poder a todos los niveles.
En la antigua Grecia, ser ciudadano significaba fundamentalmente, no ser esclavo. Sin embargo allí donde instauraron democracias en sus ciudades, los griegos clásicos consideraron que había que ser varón y mayor de cierta edad para poder detentar la cualidad de la ciudadanía de pleno derecho, con lo que excluyeron de la misma a las mujeres y los niños, que la tendrían de hecho. Esto es, a tal colectivo de mujeres y niños se les consideraba en cierto modo ciudadanos de hecho, aunque no de derecho: al niño en cuanto nacido en la ciudad, y por tanto, futuro ciudadano con voz y voto, y a la mujer en cuanto que madre, puesto que lo había engendrado, pero sin voz ni voto en la asamblea.
La ciudadanía de derecho se reservaba a los varones mayores de edad e incluía las siguientes obligaciones: La de ir a la guerra en defensa de la ciudad, la de respetar a las deidades y a las leyes propias, la de participar directamente en la asamblea de gobierno y defenderse o acusar en un litigio jurídico ante tribunales populares. Había ciudades que se gobernaban tiránicamente y otras que se gobernaban democráticamente, esto es, las que decidían que el conjunto de ciudadanos gobernase. Tales democracias directas y restringidas eran muy distintas a las democracias representativas de nuestros días, pero constituyen la base o los cimientos de las democracias posteriores.
Durante la Edad Media y con la llegada al poder de las monarquías absolutas, era el rey quien tenía a su cargo y ejercía más o menos de hecho los tres poderes clásicos, manteniéndose el ciudadano al margen de cualquier posibilidad de influir en las decisiones que le afectaban, sino que se encontraba bajo la potestad del señor feudal en primera instancia y del Rey en último y definitivo lugar.
 A finales de la Edad Media, la burguesía iría adquiriendo mayor protagonismo en la esfera económica y civil. El filósofo inglés John Locke, en el siglo XVII, defendía no sólo que el poder debía ser controlado para eliminar toda suerte de abusos y despotismos sobre la población, sino que consideraba que todos los seres humanos poseen por igual unos derechos naturales a la vida, como son la propiedad y la libertad, derechos y potestades que ningún Estado puede violar. De ahí la defensa de John Locke de la división de poderes, idea que luego retomaría Montesquieu.
Y hasta hoy. Después de tantos vaivenes históricos, la democracia se halla supuesta y formalmente asentada en la inmensa mayoría de los países del Planeta, que no en todos, en los que el descontento y las numerosísimas muestras de insatisfacción y quejas por parte de la población aumentan de forma exponencial, sobre todo en determinados países como el nuestro, donde la corrupción, el despilfarro y la ineptitud política se dan de la mano, acompañados de un sentimiento de incredulidad en una justicia demasiada politizada, lenta y dubitativa, que no da la imagen de seriedad e imparcialidad que necesita el ciudadano para confiar en ella.
Tampoco se le facilitan al ciudadano los medios necesarios para poder manifestar sus quejas, sus protestas, directamente, de hecho, no a través de las consabidas manifestaciones que no suelen conducir a nada positivo, reduciéndose todo a seguir unas lentas e inacabables vías burocráticas, cuyo sentido no es otro que el de frenar los trámites hasta el punto de obligar al ciudadano a desestimar lo emprendido, muy al contrario de la operación inversa, es decir, cuando la Administración va contra el ciudadano, en cuyo caso todo es más rápido y eficiente, para desgracia del administrado, que se ve así agredido una vez más.
Todo ello contribuye a crear en la población un sentimiento de inseguridad y desamparo, que le mueve a considerarse en un permanente estado de incertidumbre y zozobra constante, en una indefensión desesperante e insoportable, que le lleva a negar y rechazar a un Estado en el que no cree, en el que no confía y que no le representa.

martes, 1 de abril de 2014

TRES MILLONES DE NIÑOS

Lo sabía, lo sabíamos y desde hace ya mucho tiempo, pero parece que no quisiéramos verlo, que deseásemos obviarlo, evitarlo, hacer como si no existiese, como si no tuviera lugar, como si no estuviese sucediendo, aquí, en nuestro País, en esta España que no deja de sorprendernos, donde los políticos, de uno y otro bando, se empeñan en asegurarnos con obstinada obcecación, que ya hemos salido de la recesión, de la maldita crisis que tantos años llevamos arrastrando, que estamos creciendo, pese a la espantosa cifra que arroja el desempleo, a los sobrecogedores desahucios – uno cada quince minutos – que dejan a familias enteras en la calle, en la miseria más absoluta, pese a la existencia de los comedores sociales, cada vez más solicitados, de los casi dos millones de hogares donde todos sus integrantes están en el paro, de los miserables sueldos cada vez más bajos, más recortados, más congelados, más inexistentes.
Pero pese a todo esto, y precisamente por ello, lo más triste, lo más inhumano, es la incalificable e injustificable cifra de casi tres millones de niños que están pasando hambre y necesidades varias en nuestro País, en España, situado en una órbita Europea de desarrollo, progreso y modernidad tecnológica, donde no parecía que pudiese quedar lugar para estas miserias, que acucian a los más indefensos, a los más pequeños, a los niños, inocentes y sufridos espectadores de una situación que están soportando estoicamente, sin quejas ni lamentos, porque su voz no puede oírse, no puede salir a la luz, a la calle, donde los mayores sí lo hacemos, pero para reclamar otras necesidades, que siempre estarán por debajo de las de las más inmediatas, urgentes y necesarias como son las de nuestros hijos más pequeños.
Cuesta creerlo, pero las cifras no engañan. Está sucediendo aquí, y apenas nos damos cuenta, o más bien, no nos damos cuenta en absoluto, pero son datos que todos los medios, incluidos los gobernantes reconocen como verdaderos, pero al igual que los comedores sociales y otras miserias que soporta nuestra ciega sociedad, no los vemos o no queremos tener constancias de ellos, sobre todo cuando vamos al supermercado y contemplamos el fabuloso abastecimiento de los mismos, con cantidades enormes, ingentes, extraordinarias de alimentos de todo tipo que rebosan una exagerada ampulosidad que ofende a la vista, que es indigna e inmoral, y más aún cuando en nuestra propia casa, tendemos a desechar alimentos o a utilizar cantidades excesivas de ellos, que después acaban en el cubo de la basura.
Lo oímos y lo leemos, una y otra vez en los medios de comunicación y nos cuesta dar crédito a semejante aberración, pero sin embargo nos consta que es verdad, pues lo reconocen incluso los gobernantes que desearían no tener que reconocer situaciones extremas de este tipo, pero dura poco, muy poco el reconocimiento culpable de estos hechos, porque de inmediato dan rienda suelta a los datos macroeconómicos con los que nos maltratan los oídos, machacándolos una y otra vez con la conocida cantinela del crecimiento y la salida de la recesión y por tanto de la crisis.
Por supuesto que esta situación que afecta a los más pequeños, sucede en muchos lugares del mundo, niños igualmente como los de aquí, pero a un nivel inmensamente más grave y desesperante y de los que tenemos constancia desde siempre, que contemplamos con horror en las noticias, a los que incluso dediquemos alguna ayuda económica a través de las ONG y fundaciones caritativas que se dedican a ayudar al tercer mundo, y que ahora, parece mentira, son necesarias aquí, en España, en nuestro País.