Se dan de vez cuando determinados
espectáculos dirigidos al gran público, que tienen la virtud o facultad de
despertar un especial interés, que poseen una atracción diferente, bien por el
contenido que tratan, o porque el tema está de plena actualidad, o bien porque
el autor, director o creador del mismo, suele generar opiniones muy diversas,
de tal forma que dicho evento suele posicionarse por encima del interés medio
que debiera suscitar en otras circunstancias, entrando a formar parte de la
controversia generalizada que suele darse en estos casos, pasando de esta forma
a erigirse en uno de los temas de actualidad, susceptible de llevarse tanto a
debates, tertulias y fororos especializados, como a conversaciones y charlas
habituales, así como en los medios de comunicación, para de esta manera
generarse un controversia que alienta todo tipo de interpretaciones.
Es el caso de la película de El
Francotirador, del director y actor Clint Eastwood, cuya temática toca de lleno
la guerra de Irak, así como las consecuencias que este inacabado conflicto ha
creado desde sus inicios, hace ya demasiados años. El director un reputado
personaje del mundo del cine, octogenario ya, pero con una vitalidad
envidiable, posee una amplia experiencia como actor, desde sus primeras
películas como La Muerte tenía un Precio y tantas otras que podríamos citar,
así como director, como por ejemplo Sin Perdón y otras muchas, la inmensa
mayoría grandes éxitos por todos reconocidos, hasta llegar a ésta última por él
dirigida, como siempre, magistralmente.
No es la única película de
guerra que Eastwood ha dirigido. Banderas de nuestros padres es un ejemplo de
ellas, un durísimo y desgarrador relato de la conquista de la isla Iwo Jima en
la segunda guerra mundial. En realidad son dos películas con el mismo título,
pero una analizada desde la perspectiva de los norteamericanos y la otra desde
de los japoneses. La primera en inglés y la segunda en japonés, en un perfecto
ejemplo de imparcialidad, en un afán de mostrar una absoluta objetividad al
narrar el horror de una de las batallas más sangrientas de todo aquel conflicto
bélico, donde el dolor y el sufrimiento de ambos bandos se muestra sin tapujos
ni predisposición alguna hacia ninguno de ellos.
La polémica surgida con la película
que nos ocupa, se debe a que muchos la tachan, sin más, de un filme en el que
por encima de todo, el director trata de honrar y ensalzar la figura del
protagonista, un soldado estadounidense, cuya vida real refleja la cinta, con
el propósito de enaltecerlo como un héroe que con sus acciones fue capaz de
salvar multitud de vidas de los suyos, como así, en efecto, tuvo lugar, aunque
para ello tuviese que eliminar a un niño, y a alguna mujer, utilizados por el
bando enemigo.
El director se ha manifestado
en el sentido de que la película no es ni belicista – pese a las desgarradoras
imágenes de combate que se dan en la misma –, ni pretende ser un canto ni una
defensa a ultranza hacia la lucha antiterrorista allí desatada, que tantas
víctimas está causando y tantos odios desata en una zona del mundo donde las
consecuencias de la guerra y la violencia, con todo el horror que suponen, se
traslada a occidente en forma de acciones terroristas que están provocando
tanto dolor y sufrimiento, y que llevan a cabo quienes se toman la venganza de
una manera indiscriminada.
Más bien al contrario, afirma
que es un testimonio antibelicista en contra de la crueldad y el sufrimiento
que causa la guerra, utilizando para ello a un héroe americano, que creía
firmemente en lo que hacía, luchando por su País y por los valores en los que
él creía, a costa incluso de los problemas que a nivel personal y familiar le
causaron. En cualquier caso, esta película ha causado impacto en una sociedad
que no concibe que dadas las actuales circunstancias de tensión entre aquel
mundo y éste, alguien se decida a llevar a cabo un filme que entienden puramente
militarista y cruel.
Pero esta película merece un
análisis más sosegado, e incluso verla más de una vez, para sacar conclusiones
que no se vean excesivamente perjudicadas por una primera impresión. Merece la
pena detenerse en aspectos que el director recoge con intensa dedicación, como
el ambiente familiar del protagonista, deteriorado por los acontecimientos y a
punto de romperse, el análisis que hace del sufrimiento de algunos soldados y
su opinión sobre la guerra, como su hermano, así como el estudio que hace el
director acerca del sufrimiento de la población civil, del empleo de los niños
en la guerra, de la crueldad de unos odios desatados por ambos bandos, sin
mostrar inclinación alguna.
Es necesariamente una película
de guerra. Pero no una cinta bélica al uso, sino una desgarradora muestra del
sinsentido de esa cruel y despiadada violencia inherente al ser humano.
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