lunes, 13 de abril de 2015

SECESIÓN A BORDO

Parodiando el título de la famosa película acerca del motín de la Bounty, surgen estas líneas, que como se podrá comprobar más adelante, contienen una rememoración de unos hechos que entonces tuvieron lugar, y que hoy, más de doscientos años después, podríamos aplicar a una situación dada en nuestro País, que aunque de tintes diferentes, y aplicados a circunstancias distintas a aquellas, no por ello dejan de tener una conexión que podemos establecer en la rebelión a bordo – título en español de aquella película – que se desató en aquella nave a cargo de una tripulación descontenta con su capitán, al que dejaron abandonado, junto con algunos de sus hombres en una isla a merced de su suerte, mientras el resto, el grueso de de la marinería, regresó al puerto de dónde habían salido en busca de los árboles del pan, con los que pensaban alimentar a los esclavos de las colonias inglesas del Caribe.
La rebelión fue liderada por el segundo oficial de a bordo y secundada por la mayoría de los marineros, descontentos con el trato inhumano del capitán, pese a que estudios posteriores afirman que en realidad no fue exactamente así, y que incluso el capitán se desvivió con la tripulación hasta el extremo de contar con un violinista para que les amenizase los duros trabajos que llevaban a cabo, lo cual constituye toda una ironía y una soberbia contradicción, que únicamente podría justificarse con otra: posiblemente la rebelión se dio por el hecho de que la mayoría de los marineros, rechazaba a un insoportable violinista que no colmaba sus aspiraciones musicales.
La conexión citada, tiene lugar cuando comprobamos que aquí, en nuestro País, en la nave común donde todos nos encontramos, más o menos a la deriva , se anuncia a bombo y platillo una secesión, una rebelión, una separación física, política, social, cultural y económica de  España, de una región tan importante como Cataluña, que lleva perteneciendo al Estado Español desde el principio de los tiempos, en un alarde de intolerancia, soberbia y desfachatez tales, que el despropósito ronda la ridiculez más extrema, si no fuese porque el asunto es de suma trascendencia, y porque vistos los antecedentes, no deberíamos tomar a broma un intento más de lograr la independencia, a cargo de los de siempre, de los capitanes de esa nave catalana que rige sus destinos de una forma desleal y caprichosa, que no son otros que los dirigentes de los principales partido políticos nacionalistas empeñados en llevar a cabo dicha independencia.
No es asunto poco serio, no es para tomárselo a chanza, a broma, no es un asunto baladí. En absoluto. El presidente del gobierno, afirma que si él sigue de presidente dentro de dieciocho meses, cuando dicen que declararían la secesión, no permitirá de ninguna manera la independencia de Cataluña, en un gesto que no deja indiferente a nadie, pues no se trata simplemente de impedir una consulta, de retirar unas urnas o de una decisión que el Estado pueda llevar a cabo con el objeto de evitar determinados hechos, que en este caso nada tiene en común con los anteriores altercados habidos sobre este mismo asunto.
Se trata de declarar unilateralmente la independencia, basándose en unos posibles resultados de unas elecciones que ellos consideran plebiscitarias, y que les conferirían según ellos, autoridad moral y legal para separarse de un Estado, que no podría detener de inmediato semejante determinación, ni obviarla, ni rechazarla con el simplista argumento de que es ilegal, de que no tiene ninguna validez, de que no se va a reconocer dicha secesión.
Es pues un asunto sumamente grave que toma un cariz realmente preocupante. No podemos saber, llegado el caso, que haría la Comunidad Europea, por mucho que trate de apuntar, según parece, que no reconocería el nuevo Estado. Las circunstancias dadas en ese momento podrían modificar esa postura y comenzar por algún país que en principio sí lo reconocería, y así, nunca podremos saber qué podría venir después, una vez los hechos consumados.
El órdago lanzado es un auténtico desafío, una taimada declaración de intenciones secesionistas que suponen todo un paso adelante en las maniobras desestabilizadoras que los gobernantes catalanes llevan sacando a colación desde hace ya demasiado tiempo. La pérdida de Cataluña, supondría un durísimo golpe para España. No hay que olvidar que Cataluña tiene ocho millones de habitantes, y que su PIB, representa el 20% del Estado Español, la quinta parte. Una cifra demasiada alta para poder soportarla sin grandes problemas para todos, incluso para ellos, los ciudadanos de Cataluña, que se verían fuera de Europa y que tendrían que hacer frente a formidables problemas económicos inimaginables ahora mismo para la inmensa mayoría de los ciudadanos de esa región.

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