domingo, 10 de mayo de 2015

EL VOTO INÚTIL

Durante muchos años, como tanta gente, fui un votante de izquierdas, que invariablemente depositó su confianza en el partido que hoy ostenta la condición de oposición, frente a una derecha omnipresente y autoritaria, que ejerce el poder a modo de recalcitrante apisonadora que todo lo devasta con su aplastante manera de utilizar un poder absoluto que lleva a cabo sin contemplaciones, como si el hecho de haber obtenido el correspondiente permiso para gobernar, conseguido en justa lid, le supusiera una patente de corso tal, que todo estuviera justificado para acceder a los medios que considera oportunos para obtener los fines que a toda costa logrará, entren o no en el programa electoral que propuso a sus votantes, y que como todos los grupos políticos que ansían llegar a gobernar, incumplirán sin excepción, ya que jamás los hechos se corresponderán con lo anunciado, en un ejercicio de cinismo político que ya por adelantado damos por hecho, por descontado, pero que de todas formas, sigue siendo del todo inaceptable.
Llegado un momento, después de mucho esperar y de intentar comprender que hay que dar un mínimo de tiempo para que se sustancien las cosas, se reposen y les llegue su momento, hasta que cansado y hastiado de tantas contemplaciones y tanta infructuosa comprensión, dejé de votar a dicho partido y a todos los demás. Sencillamente opté por negar mi confianza a todos y cada uno de los grupos políticos que se presentan a las elecciones generales, repito, desde hace ya muchos años, con la firme intención de no volver a depositar mi voto en unas urnas, donde una vez quedan en ellas atrapado, mi decisión deja de tener sentido, queda anulada, obsoleta y despreciada por quienes lo solicitaron con promesas que quedaron olvidadas y relegadas a una papelera, tan pronto como obtuvieron el ansiado y disputado voto.
Nunca más volví a votar, y jamás lo haré, en un compromiso adquirido conmigo mismo y que nunca decepcionaré, pues en tanto me valoro en este aspecto y en tanto estimo mi honesta dignidad y honorabilidad personal. Tampoco ahora, que tantas nuevas opciones parecen estar desgranándose, en un delirante y controvertido panorama político, en el que han salido a la luz unas opciones políticas que están creando nuevas esperanzas que de una forma convulsamente trepidante, están llevando ilusión y nuevas y buenas expectativas a una población que considera que el panorama económico y social de este País, puede y debe cambiar con ellos, confiando en sus promesas y en unas perspectivas de futuro que prometen llevar a una ciudadanía cansada, harta y hastiada de una clase política incapaz de colmar las esperanzas de mejora, ante una delicada y frustrante situación que para muchos millones de españoles es de auténtica necesidad.
Pero mi escepticismo queda por encima de tanta nueva promesa, y de tantas y tan sencillas maneras de resolver cuantos problemas acucian a los ciudadanos, según nos cuentan quienes han irrumpido en un panorama político tan revuelto como confuso. No creo que todo sea tan fácil, ni pienso que debieran airearlo de esta manera que está logrando crear unas esperanzas y unas ilusiones que puede que se vean defraudadas una vez más, con la consiguiente frustración de una población que no soportaría más triquiñuelas ni más engaños, por lo que la moderación sería un buen arma de futuro para estos nuevos partidos que proclaman por doquier la buena nueva de la resolución a todos los problemas.
Siempre existe un detonante que te conduce por primera vez a renunciar al derecho al voto. En mi caso fueron varios, pero el principal, que aún hoy sigue vigente, fue el del mantenimiento del insostenible e inadmisible Concordato con la Iglesia Católica que tantos privilegios le otorga y que pese a las declaraciones que dirigentes del Psoe hacen con frecuencia al respecto, sigue ahí, pesando como una losa sobre los ideales de un Partido que se muestra irreconocible desde hace demasiado tiempo. Tanto como el que llevo sin votarle. Ni a él ni a ninguno de los que configuran el panorama político nacional. No se lo merecen.

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