lunes, 25 de mayo de 2015

LA SUPERVIVENCIA DEL ARTE

Llegará un aciago día, así pasen miles de años, que ningún resto del arte que los seres humanos han ido legando a sus descendientes, sobreviva a la intemperie, al paso del tiempo, a las fuerzas de la naturaleza y a los vaivenes diversos, indefinidos e impredecibles de los acontecimientos históricos que sólo los seres humanos son capaces de desatar en una imprevisible y desdichada actitud violenta que la historia nos ha ido mostrando a lo largo de los siglos, como una amenaza, como un maldición que nos atenaza y nos condena a repetir una y otra vez hechos incalificables de los que nos avergonzamos a posteriori, pero de los que no solemos aprender, para caer en los mismos errores de los que históricamente  jamás hemos aprendido nada.
La tecnología actual nos permite dejar constancia en los diversos soportes multimedia de los que hoy disponemos, de todas las obras de arte que en el mundo existen, en la esperanza de que ellos sobrevivirán a los obras de arte originales expuestas al aire libre, a las contenidas en los diferentes museos que en el mundo existen, en las bibliotecas, en las hemerotecas, en las partituras de música, en las cinematecas, fonotecas y en todos los santuarios del arte donde la creatividad humana ha dejado el rastro de su capacidad para expresar la belleza en sus mil formas diferentes, capaces de extasiar y emocionar a quien las contempla.
Intentaremos así, de esta virtual forma, que la herencia recibida por las distintas generaciones a lo largo de los milenios, sea capaz de sobrevivir a su destrucción, transmitiendo así a nuestros descendientes lo más hermoso que el ser humano ha sido capaz de crear, y que se prolongue indefinidamente en el tiempo para ser contemplado por los futuros lejanos habitantes de un Planeta, donde todo es pasajero, donde nada es eterno ni permanente, y donde la previsión, la necesidad y la capacidad de legar nuestros tesoros artísticos, puede lograr la transmisión de los mismos hasta el límite de nuestra capacidad humana.
Las soberbias pirámides de Egipto, las hermosas catedrales, los bellísimos palacios, acueductos y edificios históricos diversos, las estilizadas esculturas, las magníficas y admirables obras de arte de la pintura universal, las exquisitas sinfonías, las delicadas obras de la literatura universal, las soberbias obras maestras del cine, y todas las manifestaciones del arte que el ser humano ha llegado a crear, todas las originales, sin excepción, llegarán a degenerar, a desaparecer, porque el tiempo es implacable y no perdona, ni distingue, ni discrimina, simplemente actúa y somete a su perverso y tozudo dictado todo cuanto en su seno se encuentra.
He tenido noticia acerca de cómo se ha perdido de forma irremisible ingentes cantidades de información que estaban almacenadas en soportes antiguos que ya no se utilizan, y dónde desde los comienzos de la informática se habían ido guardando multitud de datos, imágenes y otras informaciones de todo tipo, con la intención de preservarlas para un futuro más o menos inmediato.
 El progreso ha sido tan vertiginoso, tan voraz, tan impredecible, que no se tuvo la precaución de conservar los dispositivos y las aplicaciones capaces de leer la información contenida en unos soportes que hoy han quedado obsoletos y cuyo contenido ya no se puede recuperar, perdiéndose para siempre, en un acto de incalificable irresponsabilidad por parte de quienes deberían haber previsto estas circunstancias. Asusta por lo tanto pensar que semejantes errores vuelvan a cometerse y toda la información que ahora tenemos salvaguardada del patrimonio mundial se llegara a perder en un futuro muy lejano, cuando los originales hayan desaparecido de la faz de la Tierra.
Desafortunadamente, tesoros con una antigüedad de miles de años, de un valor incalculable, están siendo destrozados en algunas regiones del mundo, provocando unas pérdidas irreparables en museos de Irak, Siria y Afganistán, entre otros, por lo que un grupo de expertos están tratando de digitalizar todo ese material perdido, partiendo de fotografías, ilustraciones o incluso recomponiendo su imagen, con el objeto de mantener para la posterioridad un valiosísimo legado artístico que irremisiblemente se ha perdido.
No podemos encerrar en una transparente urna, ni las pirámides, ni las catedrales, ni los museos, ni cuánto de inmenso valor ellos contienen. No podemos evitar su deterioro eternamente, ni podemos conservar para siempre los tesoros artísticos. Pero sí debemos y podemos conseguir que las generaciones futuras no lamenten su pérdida. Salvaguardar todos los tesoros en soportes virtuales, es factible y necesario. Es nuestra obligación y nuestro ineludible compromiso con las generaciones futuras y con el arte.

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