Me pregunto si los defensores que
aún quedan de las corridas de toros, que conforman la mal llamada fiesta
nacional, a la que confieren atributos de arte, han pensado alguna vez en los
niños expuestos a este espectáculo bárbaro e inaceptable, en esta España de
costumbres rancias y crueles, que presenta ante sus ojos una exhibición de
violencia, sangre y muerte de un animal en un coso cerrado, donde una multitud
corea, jalea y aplaude los insidiosos lances del torero, armado con capa y espada
que junto con el bravo animal, acabarán teñidos de rojo, aquel coreado por los
enardecidos espectadores y éste herido de muerte en la arena de la plaza.
Se escuchan todo tipo de
argumentos, a favor y en contra de este extraño espectáculo, razones de todo
tipo y condición, tanto éticos como estéticos, prevaleciendo cada vez más, los que
tratan de llamar la atención sobre lo que de denigrante desprende a todos los
niveles semejante proceder, sobre la antítesis que supone a todo lo que de
supuesta belleza y arte algunos pretenden, sobre la inmoralidad manifiesta, que
ofende los más elementales sentimientos propios de la condición humana.
Pero jamás he oído una condena
clara, tajante, unánime de la falta total y absoluta de una sensibilidad herida
como la de los niños, que inevitablemente entonces vimos y que ahora siguen
viendo, y que es imposible ocultarles, pese a los obstáculos que pueda ponérseles
para que no vean tan triste espectáculo, porque es una costumbre demasiado
enraizada en la falsa cultura de este País.
Espectáculo que pueden
contemplar no sólo en los medios de comunicación, sino que está presente en su
propia ciudad, en la mayoría de los pueblos, donde esta incalificable fiesta
sigue siendo la protagonista principal y a veces única, de los festejos que
todos los años inundan la geografía nacional en un alarde contracultural y
violento de airear a los cuatro vientos una diversión basada en el ensañamiento
con unos animales que acaban con el preceptivo derramamiento de sangre, no sólo
en las plazas, sino en los campos dónde se los persigue, se los acosa y se los
daña, hasta derribarlos a crueles lanzadas.
Tengo una hija en Italia, dónde
colabora como voluntaria junto con otros compañeros de la Comunidad Europea en
colegios de niños, generalmente de corta edad. Se encargan de hablarles sobre
el País del que son representantes, intentando que conozcan de primera mano
todo acerca del mismo, ya sea sobre su cultura, sus costumbres, sus ciudades,
su gastronomía, y en general sobre cuántos temas puedan ser de interés, en
función de la edad de los alumnos, que preguntan una y otra vez para satisfacer
una natural curiosidad que les lleva a descubrir un mundo que no conocen.
Pues bien, una pregunta que
suelen hacer cuando de España y de sus costumbres se trata, es la siguiente:
¿Por qué los toreros matan a los toros? ¿Por qué los maltratan de esa manera? Mi
hija, naturalmente queda totalmente descolocada ante preguntas tan elementales,
pero sin duda también tan complicadas y
difíciles de darles una respuesta lógica y que satisfaga su espontáneo natural
interés, al tiempo que justifique un hecho violento inmerso en una supuesta
fiesta.
Es la única de las y los
compañeros de los países europeos allí representados, que se ve obligada a
responder ante semejantes preguntas. Un compromiso que trata de sobrellevar lo
más elegante y objetivamente posible, a la par que lo que su subjetividad le
dicta, que es siempre inseparable de cualquier opinión vertida sobre un
determinado tema. Les dice, según me cuenta, que es una costumbre que viene de
muy antiguo, que está muy enraizada en las costumbres del País, que no todos
están de acuerdo, sino que más bien al contrario, la mayoría rechaza este
espectáculo, que incluso en algunas regiones como Cataluña, y algunas otras ciudades
está prohibido.
Lo que no puede decir, porque
sería inasumible e incomprensible, incluso para los más pequeños, es que los
toros están declarados Patrimonio Cultural de España, algo incalificable, que
ofende a un sentimiento y a un concepto de la cultura, al que le sobra
cualquier comentario, por estar inmensamente alejado de la belleza y la emoción
que el arte despierta en el ser humano. Estamos obligados a proteger a los
niños, tan amantes de los animales, de esta incalificable violencia que se ejerce
contra estos hermosos animales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario