Estamos insertos en una sociedad
regida por unas estrictas normas que necesariamente debemos acatar si queremos
pertenecer a la misma. Fuera de ella no hay espacios donde poder desenvolverse,
salvo que nos auto marginemos en un acto extremo de heroicidad manifiesta, que
nos conduciría a la exclusión social con todos los pronunciamientos que de esta
acción se derivan, que son múltiples, complejos, y que exigirían de una
valentía rayana en la desesperación, la misma que nos conduciría a una decisión
que nos mantendría fuera de un Sistema que nos engloba a todos, que de alguna
forma todos nos hemos dado, y que no suele permitir deserción alguna.
Pretender romper los lazos que
nos atan, es una medida que nos aleja de todos los beneficios que el statu quo
nos procura, a la par que nos permitiría una cierta capacidad de libertad de
maniobra, que en realidad no sería tal, ya que sería una ficción, una utopía,
que nos conduciría a la marginación y al olvido, así como a la desafección y
desatención por parte de todos los mecanismos y resortes que nos procura,
quedándonos fuera de su margen de acción, por una decisión tomada, al fin y al
cabo, libre y voluntariamente, a sabiendas de las consecuencias que dicha
maniobra nos ha de procurar.
Los tentáculos del Estado y sus
instituciones son muy largos, mientras que los lazos creados con la sociedad
dónde nos desenvolvemos son demasiado estrechos, y todo ello contribuye y suma
a la hora de obstaculizar una decisión harto complicada que complicará la vida
de quién ha tomado tan arriesgada decisión, que no obstante, de asumirse,
supondría una liberación, al menos momentánea, a la par que una indudable
satisfacción, al menos momentánea.
¿Significa todo esto, que no hay
nadie en este alienante mundo capaz de tomar ese marginal camino? En absoluto.
Seguro que hay muchos ciudadanos que han llegado a este extremo y han abandonado
las comodidades y las múltiples seducciones que ofrece, así como las cadenas y férreas
ataduras que le obligan, y han tomado un libre camino que les aleja de ella, en
un acto de insólita y rebelde valentía, que quizás colme sus anhelos de una
vida diferente sin la dictadura que la sociedad les impone.
La dimisión del número tres de Podemos
- y dicen que no están organizados en castas – Juan Carlos Monedero, ha
desatado un auténtico terremoto en las filas de este partido, así como en los
medios de comunicación, lo que ha dado lugar a numerosas interpretaciones de
todo tipo, acerca de las motivaciones que le han llevado a tomar tan radical
determinación.
Bien podría ser una de las
hipótesis, que por otra parte aporta él mismo, que es una decisión que supone
una salida del Sistema, en este caso representado por su partido, en aras de
disponer de una libertad, de la que en Podemos no goza, al haberse convertido,
en todo aquello que intenta combatir, es decir, en una lucha contra las castas
que dominan y manejan el resto de los partidos, y que ahora afirma, se han
apoderado del que fue el suyo.
Un responsable de Podemos,
Rizando el rizo, afirma sin el menor pudor, y sin aportar los códigos
correspondientes para poder descifrar semejante aserto, lo siguiente: hay que re
articular debates sobre sus bases y sobre otros espacios políticos con los que
hay que mantener relaciones, por lo que habrá que hacer reflexiones
estratégicas en términos de confluencias muy importantes. Intrincado,
encriptado y laberíntico.
Sin duda, Monedero va a disponer
de una libertad de acción de la que antes no disponía. Podemos surgió, en la
universidad primero, y en la calle después. Ahí, sin duda quiere retornar
Monedero. Y sin duda parece ser su lugar. Desea alejarse de un Sistema que no
le reporta la libertad que él desea. Retornará por lo tanto al otro, al que le
permitirá quizás más espacios de libertad. Todo ello, supone no salir en la
foto oficial, no figurar más que en las manifestaciones, en las calles y en las
plazas, donde al cabo de un tiempo más o menos largo, acabará por lograr una
invisibilidad que dudo desee. Es el precio que hay que pagar.
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