En un gesto tan humano como ingenuo,
estamos empecinados desde hace ya mucho tiempo, desde antes incluso de cuando los
platillos volantes nos visitaban con sospechosa e inusitada frecuencia, en una
constante búsqueda y empeño en contactar con otras civilizaciones que le den
sentido quizás a nuestra existencia, hartos posiblemente de una soledad tanto
más insoportable y descorazonadora, cuanto más consideramos y tomamos
conciencia del lugar que ocupamos, insignificante y desgarradoramente
solitario, en un espacio de proporciones infinitas.
Recientemente se ha dado a
conocer, que solamente en nuestra galaxia, La Vía Láctea, apenas un
infinitesimal punto del sobrecogedor e infinito universo, podría haber
diecisiete mil millones de planetas, donde la vida sería compatible con las
condiciones necesarias para que pueda surgir - o haya surgido - en una acción
que la ciencia considera es algo sumamente habitual, en un Cosmos cuyos límites
nos vemos obligados a ampliar continuamente, a medida que nuestros precarios y
primitivos medios nos van mostrando nuevas y gigantescas galaxias, nuevos
mundos de proporciones ciclópeas, que se van alejando y separando unas de otras
a velocidades de vértigo.
Nuestra soledad es tal, nos
vemos tan aislados, tan inmersos en la negrura inmensa que nos rodea, que involuntariamente
ansiamos compartir nuestra existencia con otros mundos, que quizás, aunque muy
improbablemente, ya nos hayan visitado en el pasado, y que seguramente, en ese
remoto caso, y tras habernos apenas conocido, hayan decidido alejarse de
inmediato de un planeta donde sus ocupantes permanentemente ocupados enzarzados
en cruentas guerras e inmersos en una violencia y degradación humana y
ambiental tales, que mucho más inteligentes que nosotros, decidieron pasar de
largo en busca de otros seres más pacíficos y sensatos que los que habitan el llamado
planeta Tierra.
La edad de nuestro soberbio e
inalcanzable Universo, se cifra actualmente en 13.800.000.000 de años. Se
calcula que solamente en nuestra galaxia, el numero de planetas habitables, tal
como adelantábamos, es de 17.000.000.000, en una Vía Láctea, a la que pertenecemos,
una de los billones que existen en un Cosmos, que nuestra inteligencia, tan
limitada a estos efectos, no puede ni siquiera soñar con imaginarlo, tan
gigantesco es su soberbio tamaño y tan insignificante nuestra capacidad para
entenderlo.
Su contemplación nos sobrecoge
poderosamente, tanto, que ello no obstante, no obstáculo para que el ser humano
intente conocerlo y descifrarlo, en un vano, ingenuo y desproporcionado intento
porque llegue un día en que las naves interestelares procedentes de este
Planeta, lo surquen con la intención de descubrir nuevos mundos habitables
donde establecerse, huyendo quizás de una Tierra, devastada y convertida en
un lugar donde la vida se haya
convertida en una mera ilusión, en un lejano recuerdo de lo que fue en sus
orígenes.
Otros mundos son posibles, sin
duda. La ciencia ya no alberga dudas al respecto desde hace mucho tiempo, desde
mucho antes que aquellos inefables OVNIS sobrevolasen a todas horas nuestro
solitario planeta. Tratar de escapar de él, en una maniobra de abandono ante
los desastres que prevemos, no es sino un reconocimiento de nuestra incapacidad
de detener su deterioro. Aún estamos a tiempo. Este es nuestro hogar.
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