jueves, 17 de septiembre de 2015

EL EXPANSIONISMO CATALÁN

Uno no sabe si sonreír ligeramente, reír de una forma abierta o desternillarse a carcajada limpia, que sería quizás lo más lógico y oportuno ante las pretensiones expansionistas de los alocados y esperpénticos gobernantes catalanes, que han decidido reivindicar varios territorios españoles, además de Cataluña, claro está, e incluso algunos territorios de otros países.
De esta forma y manera, prevén anexionar a los llamados países catalanes, Valencia, Baleares, la franja de Aragón, la comarca murciana de El Carche, la región francesa del Rosellón, la ciudad Italiana de Alguer, y Andorra, en una ceremonia del absurdo, que les puede llegar en cualquier momento a reivindicar la Puerta del Sol de Madrid, y hasta el mismísimo acueducto de Segovia, que para sí ya querrían ellos.
Una vez conseguida la independencia, todos estos territorios serían reclamados por Cataluña, según recoge el programa electoral presentado en Barcelona para las elecciones al parlamento europeo, y que consideran han de estar presentes en la culminación del proceso de construcción de la futura nación catalana.
Ignoramos si en el momento de redactar este insólito e hilarante programa, sus autores estaban bajo el efecto de algún alucinógeno, si venían de tomar unas copas, o si simplemente, estando en sus cabales, habían llegado a tal extremo de estúpido fanatismo, como para redactar semejantes sandeces, que ofenden a la inteligencia, la sensatez y la racionalidad más elementales que imaginarse puedan.
Si durante un tiempo, demasiado largo ya, les dimos un cierto crédito, si pensamos que iban en serio, si en definitiva llegaron a crear en la inmensa mayoría de la población española un cierto desasosiego, una preocupación o un malestar no exento de una indignación contenida, después de este esperpento, de esta demostración de ausencia absoluta de lógica humana y política, deberíamos pasar a otra cosa, tomarlo a broma y olvidarnos de una vez, de la machacona y tenaz pedantería de la insoportable cuestión catalana.
Y es que suena a broma, a chiste de pésimo gusto, a una falta total de credibilidad, que debería desencantar a un buen número de fieles de estos cantamañanas, que se dedican a jugar, con las gentes primero, y con la política después, sin el menor respeto, ni por los unos, ni por la otra, haciendo de su discurso una absurda broma que ofende a la dignidad de quienes creen firme y seriamente en un proyecto siempre respetable, que estos  individuos están desacreditando con sus ridículas salidas de tono.
Nadie en su sano, lógico y razonable juicio, debería tomar en serio, a quienes con su loca propuesta, están faltando el respeto, no sólo a los ciudadanos de los territorios que pretenden anexionarse, sino a sus propios seguidores, potenciales votantes, que seguramente, con un punto de sensatez más elevado que ellos, desestimarán y rechazarán unas intenciones que no respetan a nada ni a nadie, y que conducen a un descrédito de una posición segregacionista, que en democracia, y respetando las reglas que ella marca, es plenamente respetable, y digna de consideración, por muy en desacuerdo que se pueda estar.
Estos malandrines, personajillos de la política, que están empeñados en un juego que nada tiene de divertido, no deberían tener un apoyo popular que no se merecen, pero del que de una forma incomprensible disfrutan. Viajar es el mejor antídoto contra el nacionalismo. Por eso propongo que les regalen un muy largo viaje.

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