Uno no sabe si sonreír
ligeramente, reír de una forma abierta o desternillarse a carcajada limpia, que
sería quizás lo más lógico y oportuno ante las pretensiones expansionistas de
los alocados y esperpénticos gobernantes catalanes, que han decidido
reivindicar varios territorios españoles, además de Cataluña, claro está, e
incluso algunos territorios de otros países.
De esta forma y manera, prevén
anexionar a los llamados países catalanes, Valencia, Baleares, la franja de
Aragón, la comarca murciana de El Carche, la región francesa del Rosellón, la
ciudad Italiana de Alguer, y Andorra, en una ceremonia del absurdo, que les
puede llegar en cualquier momento a reivindicar la Puerta del Sol de Madrid, y
hasta el mismísimo acueducto de Segovia, que para sí ya querrían ellos.
Una vez conseguida la
independencia, todos estos territorios serían reclamados por Cataluña, según
recoge el programa electoral presentado en Barcelona para las elecciones al
parlamento europeo, y que consideran han de estar presentes en la culminación
del proceso de construcción de la futura nación catalana.
Ignoramos si en el momento de
redactar este insólito e hilarante programa, sus autores estaban bajo el efecto
de algún alucinógeno, si venían de tomar unas copas, o si simplemente, estando
en sus cabales, habían llegado a tal extremo de estúpido fanatismo, como para
redactar semejantes sandeces, que ofenden a la inteligencia, la sensatez y la
racionalidad más elementales que imaginarse puedan.
Si durante un tiempo, demasiado
largo ya, les dimos un cierto crédito, si pensamos que iban en serio, si en
definitiva llegaron a crear en la inmensa mayoría de la población española un
cierto desasosiego, una preocupación o un malestar no exento de una indignación
contenida, después de este esperpento, de esta demostración de ausencia
absoluta de lógica humana y política, deberíamos pasar a otra cosa, tomarlo a
broma y olvidarnos de una vez, de la machacona y tenaz pedantería de la
insoportable cuestión catalana.
Y es que suena a broma, a
chiste de pésimo gusto, a una falta total de credibilidad, que debería
desencantar a un buen número de fieles de estos cantamañanas, que se dedican a
jugar, con las gentes primero, y con la política después, sin el menor respeto,
ni por los unos, ni por la otra, haciendo de su discurso una absurda broma que
ofende a la dignidad de quienes creen firme y seriamente en un proyecto siempre
respetable, que estos individuos están
desacreditando con sus ridículas salidas de tono.
Nadie en su sano, lógico y
razonable juicio, debería tomar en serio, a quienes con su loca propuesta,
están faltando el respeto, no sólo a los ciudadanos de los territorios que
pretenden anexionarse, sino a sus propios seguidores, potenciales votantes, que
seguramente, con un punto de sensatez más elevado que ellos, desestimarán y rechazarán
unas intenciones que no respetan a nada ni a nadie, y que conducen a un
descrédito de una posición segregacionista, que en democracia, y respetando las
reglas que ella marca, es plenamente respetable, y digna de consideración, por
muy en desacuerdo que se pueda estar.
Estos malandrines, personajillos
de la política, que están empeñados en un juego que nada tiene de divertido, no
deberían tener un apoyo popular que no se merecen, pero del que de una forma incomprensible
disfrutan. Viajar es el mejor antídoto contra el nacionalismo. Por eso propongo
que les regalen un muy largo viaje.
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