miércoles, 2 de septiembre de 2015

LA EUROPA DE LAS MURALLAS

La Europa de las libertades, de la igualdad, de los derechos humanos, de las conquistas sociales, de la tolerancia, la cultura, el conocimiento, la tecnología, las oportunidades para todos y los valores democráticos, se desmorona, se cae a pedazos.
A golpe de vallas, muros y alambradas, más parece un estado policíaco, que un continente dónde surgió la democracia, la justicia y la consideración del ser humano como sujeto portador de los valores que lo harían acreedor del respeto y de la igualdad de oportunidades entre todos los habitantes de un planeta, que hoy se ve hollado por los cimientos de unos muros que se levantan por doquier.
Los estados europeos proponen leyes cada vez restrictivas y proliferación de la policía, en un acto evidente, aunque no proclamado, que denota una preocupante e inquietante maniobra de autodefensa contra las hordas extrañas e invasoras, que procedentes de África, pretenden pisar nuestro sacrosanto territorio europeo.
La invasión africana preocupa hasta tal extremo a los mandatarios europeos, que han recurrido al empleo de todo tipo de material disuasorio primero y represivo después, para evitar la ocupación de los bárbaros del siglo XXI, que huyendo en este caso de la miseria de sus países, se atreven perturbar nuestro estado del bienestar.
Tal es el estado de preocupación de nuestros gobernantes, que ahora se reúnen para debatir asuntos tan nimios como decidir las nuevas armas para frenar a los invasores, las alturas de las vallas y el grosor de los muros de contención. Todo vale con tal de evitar la entrada de intrusos en nuestro continente.
Y después de ello, han llegado a la conclusión, que el empleo de perros adiestrados, sería conveniente para evitar el imparable éxodo de quienes proceden del ultrajado, desvalijado, robado, vilipendiado, maltratado y siempre olvidado continente Africano, por parte de quienes se autoproclaman defensores de la libertad.
No podemos permitir, afirmamos sin proclamarlo expresamente, que esos ciudadanos extraños a nuestro continente, perturben e inquieten nuestras cómodas existencias, a un ritmo frenético que nos sobrepasa, tratando de evitar su imparable avance, pese a los medios empleados para detener semejante avalancha humana.
Son ya tantas las murallas elevadas, tantos los muros construidos, tantos los países que se van incorporando a esta patética defensa a ultranza, que pronto llegarán a ponerse todos en contacto, a unirse, hasta lograr crear una gigantesca muralla que envuelva a toda Europa, y que se visible desde el espacio, como si de una nueva muralla China del siglo XXI se tratase.
En unas pocas semanas han muerto nueve inmigrantes africanos que pretendían entrar en Inglaterra por el paso de Calais, a través del Euro túnel. La desesperación les lleva a derribar cuantos obstáculos encuentran a su paso, desafiando cuantas nuevas armas disuasorias se encuentran en un duro y cruel camino, donde los perros salen a su encuentro, como si de buscar alimañas se tratara, en una caza del hombre que echa por tierra la tradicional reputación de ambos países en cuanto a tierra de asilo se refiere.
España, Hungría, y ahora Francia e Inglaterra, entre otros, están empeñadas en construir muros cada vez más indignos, que las protejan de un fenómeno imparable que nada ni nadie puede detener. Se necesitan llevar a cabo políticas y soluciones alternativas en los países de origen, para frenar una fuga indiscriminada que a nadie favorece, ya que ni ellos van a encontrar aquí un futuro estable, ni nosotros podemos ofrecérselo.
Mientras tanto, tenemos la obligación moral y humana de de proporcionarles soluciones temporales, en lugar de levantar nuevas vallas, hasta el momento que puedan volver a sus países con una perspectiva de vida mejor para ellos y sus familias.
Nosotros ostentamos la posición más fuerte y disponemos de los medios precisos para que una mejor y más digna vida en sus lugares de origen, les disuada de la errónea creencia de que Europa representa para ellos el paraíso, cuando en realidad es justamente lo contrario, una tierra hostil que no les da oportunidad alguna, que los rechaza, los maltrata y los condena al éxodo de por vida.

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