martes, 6 de octubre de 2015

LA TIERRA DE LOS MISTERIOS

Este es un País de excesos, en tantos sentidos, con tal intensidad y con tantos despropósitos a sus espaldas, que los misterios han de florecer y surgir necesariamente, sin que tengamos que llevar a cabo grandes esfuerzos, ni que sea necesario proponérselo para que se vean materializados.
Tendemos por inercia a sublimar nuestros instintos más primarios para transformarlos en actos socialmente aceptados, pero que con demasiada frecuencia son moral, ética y estéticamente inaceptables.
Hace ya mucho tiempo, parece ser que fue el canciller alemán Otto Bismarck – conocido por el sobrenombre del canciller de hierro – quien afirmaba, que España era el país más fuerte del mundo, pues llevaba siglos intentando destruirse y no lo había conseguido.
 Era ésta una clara y terminante alusión a nuestra innata capacidad para intentar enfrentarnos a nuestros particulares demonios, sin que para ello mediase un exceso de diálogo y de reconocimiento de cuantos defectos nos suelen adornar.
Y no ha de ser porque no los reconozcamos, que lo hacemos, y además con suma y persistente vocación de entonar un mea culpa, que en cualquier caso suele quedar en eso, en una mera exposición de intenciones, que en ningún caso llega a sustancianciarse en una corrección, en un cambio de rumbo que logre llevarnos a buen puerto.
Y así nos vemos inmersos con suma frecuencia en contradicciones continuas, que nos hacen retroceder dos pasos por cada tres que avanzamos, en el mejor de los casos, y que supone una lucha continua por sostenella y no enmendalla.
En unas recientes declaraciones, un torero que está llevando a cabo una campaña a favor de la mal denominada fiesta nacional, y en contra de la llevada a cabo por los que se oponen a ella, los anitaurinos, afirma que él es un torero, no un asesino.
Es algo que ya sabíamos – un ejemplo más de los excesos de los que hablamos -  pero que dicho torero parece poner en cuestión, ya que nadie le acusa en ese sentido, en el de matar personas, sino de sacrificar cruelmente a unos animales, con el consentimiento y regocijo de una afición que aplaude desde la grada en un acto incomprensible y profundamente lamentable que hiere la sensibilidad más elemental.
El susodicho matador, continúa llevando a cabo su campaña contra quienes se oponen a la fiesta de los toros en una maniobra en solitario, carente de estrategia, fruto del corazón más que de la cabeza, pero que tiene una sonada repercusión social, por ser uno de los toreros con más cartel de la actualidad.
Pero lo más destacable de las declaraciones del torero, y que han provocado y dado lugar a la exposición de estas líneas, es el hecho de afirmar que se siente profundamente ofendido, porque considera que la posición de los anti taurinos, que son mayoría absoluta ya en este País, le hiere a él y a la ciudad que según él representa todas las esencias de la tauromaquia.
Y para sustentar esta afirmación, que tanto dolor y oprobio le produce, añade tajantemente y sin el menor comedimiento: “me parece una provocación que vengan a una tierra tan llena de misterio, de belleza y tan marcada por la tauromaquia como Ronda”.
¿Belleza y misterio en los toros? Nada más lejos de la realidad y más cerca del esperpento.

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