A lo largo de las mil y doce
páginas que contiene el Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, un torrente
inacabable de encantamientos, castillos, ventas, magos, desafíos, doncellas,
fantasías, dulcineas, burlas, historias, cuentos, apaleamientos, y refranes sin
cuento, se suceden vertiginosamente, en un alarde de una portentosa imaginación
y de un humor cabal e inteligente, que derrocha hábil y mágicamente nuestro
insigne y genial escritor Miguel de Cervantes Saavedra.
Una mayoría de la población de
este país, declara, si se le pregunta, que ha leído el Quijote. Si se continúa
indagando y se hace de manera hábil y disquisitiva, se comprobará, que un
porcentaje próximo al noventa y cinco por ciento, dice haberlo leído en la escuela
– generalmente unas pocas páginas - y
del cinco por ciento restante, el dos por ciento no pasó de la página treinta o
cuarenta, por lo que la cifra final de quienes lo han leído,a buen seguro, no
pasan del dos por ciento, incluyéndome a mí, que acabo, por fin, de leerlo
completo, después de varios e infructuosos intentos.
Y ha tenido que ser de la forma
más sencilla, práctica y, en definitiva, más provechosa, que no ha sido otra
que la de utilizar una magnífica edición que le ha llevado a Andrés Trapiello,
ni más ni menos que catorce años, que son los que ha empleado en escribir una
versión fiel al original, pero en un lenguaje plena y cristalinamente actual,
que ha respetado absolutamente el utilizado por Cervantes en el siglo XVII.
Ha adaptado dicho lenguaje a
nuestro tiempo, convirtiendolos numerosos y complicados términos y giros
gramaticales a nuestra época, sin que por ello haya dejado de respetar muchas
expresiones que ha mantenido fieles al original, consiguiendo con ello un texto
plena y claramente legible, y por lo tanto inteligible para cualquier lector
que quiera disfrutar de esta sin par obra universal.
Un Quijote para leerlo con
detenimiento, sin prisaalguna, deleitándose en cada sentencia de tanta enjundia
y profundidad como las que Cervantes pone en boca de don Quijote, que encierran
una sabiduría muy alejada de sus locuras, que abundan, como no podía ser de
otra manera, en un delicioso texto que admira por su ingenio y portentosa
elocuencia, que derrochan a mares el Caballero de la Triste Figura y Sancho
Paza, así como los numerosos personajes que cobran vida en este obra.
Un auténtico tratado de
filosofía de vida, de los personajes, de las costumbres, de los intereses
humanos que no parecen haber cambiado tanto a través de los cuatro siglos que
han pasado, y que hacen de este Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha una
obra maestra de la literatura mundial.
Un inefable Sancho, con una
inteligencia popular que resume en sabrosos monólogos, que en el caso de don
Quijote ocupan páginas enteras, y que Sancho sustancia en cientos de refranes
que en principio maravillan a su amo, y que con el tiempo llega a recriminarle,
porque dice, abusa de ellos, y de que sólo con ellos se expresa, y que llegan
aadmirar a un lector entregado a estos dos personajes.
Son tantas las aventuras,
tantos los encuentros con todo tipo de gentes y condición, bien sea en el
andante camino, bien en pueblos y ciudades o en ventas de la Mancha, tantos los
encantamientos, las bromas, apaleamientos y molimientos que soportan, que el
lector hace causa común con Quijote y Sancho, hasta introducirse con ambos en
una historia sin par.
Sorprende el tratamiento que de
la mujer hace Cervantes. Pese a que utiliza las manidas frases de la mujer en
la cocina con la pata quebrada, pese a que habla de ella tal como establecía el
pensamiento de su época, afirmando que su mejor arma y principal obligación es
su honra, y la califica como de una persona con poco entendimiento, de hecho, a
las mujeres que intervienen en la novela, que son muchas y de muy diversos
orígenes, les concede un tiempo y una relevancia que parece indicar justamente
lo contrario.
Les atribuye en casi todos los
casos una gran capacidad de iniciativa, y no pocas veces son protagonistas
absolutas. Dice la mujer de Sancho, Teresa Panza – en La Mancha del siglo XVI,
las mujeres llevaban el primer apellido de los maridos - en uno de los
abundantes y entretenidos diálogos entre ambos: “mira Sancho que tenemos hija
casadera, y que más luce mujer mal casada que bien amancebada”.
Le reconoce una inteligente y
firme resolución a la hora de tomar decisiones y de entrar a formar parte de la
acción en la obra, lo que se contradice con los tópicosde Cervantes, que aún
hoy se mantienen acerca de la mujer en pleno siglo XXI, y que se diría, el
autor lleva a cabo, como si de una estrategia se tratase, a modo y manera de
reconocerle a la mujer, de hecho, los valores en los que él sin duda creía.
Mucha gente afirma haber leído
el Quijote en la escuela. Poco recomendable, como ahora se reconoce. No es una
obra fácil, y mucho menos en aquellos tiempos, en los que no existía, ni ha
existido hasta hace poco tiempo, versiones adaptadas, completamente fieles al
original, y mucho menos si quienes lo leían, como parece, eran adolescentes,
pues no se considera recomendable su lectura hasta que tengan un cierto hábito
como lectores, algo no muy frecuente en nuestro país.
Son muchas las expresiones que
hay que leer con detenimiento, interpretándolas en ocasiones. Muchas son las
alteraciones – hipérbaton - del orden sintáctico de las frases, muchos los
términos, que aunque convertidos al uso actual, no son de utilización
corriente, o hay que descifrar, y finalmente, son también abundantes las
parrafadas largas, muy largas de los personajes, que pueden resultar pesadas,
pero que en todos los casos son sustanciosas, sabrosas y de mucha enjundia para
los lectores consagrados.
Mi satisfacción ha sido enorme.
Por fin he leído completo el Quijote. No descarto leerlo de nuevo, y desde
luego, se la recomiendo, a quien como yo, lo habían intentado en diversas
ocasiones habiendo desistido finalmente. Imposible no disfrutar con su lectura,
sobre todo en esta edición que la hace mucho más asequible para todos.
Genial Miguel de Cervantes
Saavedra. Posee una inmensa capacidad para relatar, describir y crear
fabulosas, deliciosas y entretenidas situaciones de todo tipo y condición, con
una pasmosa facilidad, y con una redacción, que se diría propia de un autor
actual.
La magia, la ironía y la crítica, se unen en su novela, a
la discreción, la sensatez y la elegancia, encerradas en una prodigiosa y
fértil inteligencia, que regaló al mundo una de las obras más admirables de la
literatura universal.
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