miércoles, 25 de febrero de 2015

LA CAJA B

No lo es, pero este título podría ser el de una película cuyo contenido, como el de todas las cajas fuertes que se precien de serlo y que merezcan dicho nombre, es el de cobijar el vulgar, vil y mísero metal que damos en denominar dinero – palabra derivada de “denario”, moneda de origen romano - y que queramos o no, siempre nos tiene tras él, ya que en caso contrario, será él quién nos persiga de una u otra forma, bien a través de sus servidores más leales y dedicados, léase los bancos, bien a través de los que se empeñan en cobrar recibos, letras y facturas varias, bien a través de quién se empecina en cobrarnos los débitos habidos con sus correspondientes intereses devengados.
Tampoco hace referencia, ni tácita, ni expresamente, a la caja de caudales o de latón, que la mayoría de los ciudadanos guardamos en nuestras casas con el objeto de almacenar los excedentes dinerarios, que no sabemos dónde resguardar, ya que ni los bancos ni las cajas de ahorro nos merecen confianza alguna, y mucho menos interés alguno, ya que precisamente éste último, es tan nimio, tan escaso, tan minimizado ha quedado, que no despierta en nosotros el menor interés por depositarlo en tan siniestro lugar.
No se refiere tampoco, como de todos es bien sabido, incluido Hacienda, que todo lo ve y todo lo sabe, a la segunda o tercera cuenta que solemos tener abierta en diferentes bancos, en lugar de tener nuestros dineros centralizados en un solitario depósito, cuenta o cartilla de ahorros, y que tiene por objeto, tratar de escurrir el bulto despistando al fisco, en una hábil maniobra, que seguramente acabará liándonos aún más con las abultadas cifras que solemos manejar, todo ello con la oportuna ironía incluida, que es al menos un recurso al que podemos entregarnos como el que se hace trampas a sí mismo en el solitario.
Nos estamos refiriendo, claro está, a la doble contabilidad mantenida por los inefables partidos políticos, de los que todo el mundo sospecha, pero que debido a las lagunas legales existentes, y sobre todo, a la lenta, lentísima marcha de la reforma del código penal relativa a la financiación de los partidos – que al menos está debatiéndose en el Congreso - con lo que la tentación de los mismos a la hora de financiarlos ilegalmente, es directamente proporcional a sus ansias de poder.
Todo ello ya dice bastante y es suficientemente ilustrativo de hasta dónde pueden llegar a la hora de recaudar las enormes cantidades que manejan para poder mantener unas gigantescas estructuras humanas y materiales, cuyos costes son tan elevados, que aún contando con las ayudas legales gubernamentales, necesitan recurrir a otros métodos, menos éticos, para cubrir tanta nómina, tanto despilfarro y tanto gasto inútil y sobredimensionado como acostumbran estas entidades que debieran autofinanciarse sin ayuda alguna del Estado, o lo que es lo mismo, de los contribuyentes.
La fiscalía anticorrupción reclama un total de 800 años para 41 imputados de la Red Gürtel, al tiempo que habla de la caja B, que supuestamente mantuvo el partido popular, y que la Abogacía del Estado, considera acreditada, de la cual se desviaron fondos, posiblemente para la mejora y acondicionamiento de alguna sede, al tiempo que el inefable Bárcenas hacía lo mismo pero para lucrarse a título propio, ingresando enormes cantidades en sus cuentas en Suiza y en otros paraísos fiscales. Son hechos que todos niegan, y que aunque parezcan evidentes, habrán de demostrarse en el correspondiente proceso judicial. En cuestión de Cajas B, seguro que no están todas las que son. Puede que todo se reduzca a un eficiente camuflaje.

viernes, 20 de febrero de 2015

MENUDO AÑO NOS ESPERA

Para no aburrirse, seguro, un año para coleccionistas, para guardar y archivar cuidadosamente todo cuanto va a acontecer, que va a ser mucho y variado, seguro que muy jugoso si nos atenemos a lo que nos espera en el terreno político, con al menos tres elecciones a la vista, entre municipales, autonómicas y generales, que como mínimo van a tener lugar, y que pueden deparar sorpresas que parecían insospechadas hace no mucho tiempo, y que ahora se perciben como posiblemente seguras.
Las elecciones municipales están a vista de pájaro en mayo de este crucial año de dos mil quince, que de alguna forma van a darnos una idea aproximada de lo que puede suceder más adelante, ya que como es bien conocido y comprobado, no se puede establecer una relación directa, ni extraer consecuencias necesariamente exactas y certeras entre éstas y las elecciones generales que tendrán lugar a final de un año que se presenta con unas credenciales que parecen augurar cambios trascendentales.
La irrupción de Podemos en la escena política nacional, supone un auténtico desafío en todos los órdenes, comenzando por los propios ciudadanos, para los que la llegada de este partido político colma unas esperanzas de cambio en el que confían, como única vía de escape de una situación viciada por múltiples corruptelas, escándalos, despilfarros y recortes varios en casi todas los terrenos.
 A ello necesariamente hay que añadir una situación laboral que pese a cuanto nos digan y se empeñen en justificar una y otro vez con la tan cacareada macroeconomía, continúa siendo insostenible para millones de ciudadanos, sin esperanzas de lograr un puesto de trabajo, así como para quienes lo tienen en condiciones sumamente precarias, y sobre todo para los jóvenes, de cuya lamentable y desesperante situación parecen haberse olvidado los políticos, en un acto de injustificable dejación.
Se empeñan los dos grandes partidos políticos en tratar de quitarle importancia y de minusvalorar los resultados de las encuestas que dan a Podemos incluso el primer puesto en la intención de voto, a la par que sus votantes los abandonan con la consiguiente bajada de sus resultados electorales, lo cual los tienen en estado de máxima preocupación y alarma, que es el resultado de una desastrosa política social y económica que ha sumido a los ciudadanos en un estado de postración tal, que han decidido dar un giro radical a sus preferencias, castigándolos con el abandono de sus filas para pasarse a este nuevo partido.
No es como nos quieren hacer creer – necesitan auto convencerse – que todo esto es pasajero, que es flor de un día, que es fruto del cabreo de un País que no soporta la política y a unos políticos que se han visto incapaces de satisfacer a una ciudadanía, y que llegado el momento cambiará la orientación de su airado voto y retornará a la cordura en la que ellos confían, regresando al redil de dónde no debieron salir, según ellos, consiguiendo así que todo vuelva a sus acostumbrados cauces.
Pero pueden equivocarse, y seguramente en gran parte será así, y muchos, muchos más de los que ellos consideran, llevarán a cabo su ahora firme propósito de votar a un grupo político, que al menos por ahora y de palabra, de la que en principio no tenemos por qué dudar, se muestra abiertamente del lado de los ciudadanos de a pie, de los trabajadores, que pide para los corruptos y la corrupción, algo más que la consabida condena, y que aunque aún tienen que aclarar y consolidar su programa, representa una esperanza nueva en un País que necesita respirar unos aires nuevos que le ilusionen con un diferente y prometedor futuro.
Y para colmar el vaso y completar el panorama de este nuevo año, el inefable Artur, convoca elecciones, pretendidamente plebiscitarias para finales de septiembre, con la intención de lograr una mayoría parlamentaria de corte independentista, y aunque le puede salir el tiro por la culata como la vez anterior en la que perdió doce escaños, si los que persiguen la secesión consiguen ganar en votos a los partidos constitucionalistas, podrían declarar unilateralmente la independencia, con lo que el año terminaría, a la vista de las inmediatas elecciones generales, con un País sumido en el mayor de los despropósitos que uno pueda imaginarse. Un año para no perdérselo.                            

sábado, 14 de febrero de 2015

CERVANTES Y FEDERICO GARCÍA LORCA

Este es un País que siempre se ha caracterizado por tratar de bajar de su merecido pedestal a todo aquel o aquella que destacaba en su profesión, actividad o menesteres a los que se dedicaba con evidente y merecido éxito, despertando en vida odios y envidias con frecuencia mal disimulados, y que a la postre, una vez desaparecidos de la faz de la Tierra, eran falsamente reconocidos en una consumada ceremonia de la ingratitud y de la hipocresía más acendradas, que perseguía dejar constancia de un falso homenaje hacia quién ya no representaba un obstáculo ni despertaba admiración alguna en el presente, sino que quedaba convertido en un recuerdo del pasado que no había que reconocer cada uno de sus días, por parte de una sociedad sumida en una mediocridad decadente, injusta y desagradecida.
Y así nos encontramos con numerosos casos de ilustres personajes, que no hallaron reconocimiento alguno hasta pasado mucho tiempo, no sólo por motivos políticos, de los que nuestra historia llena está, sino, y sobre todo, de tantos hombres y mujeres que destacaron en las artes, en las ciencias, en la ingeniería y en otros terrenos donde lograron sobresalir por encima de una mayoría que no podía soportar el éxito ajeno y que tuvieron que emigrar allende nuestras fronteras para obtener la justa y merecida satisfacción debida a su obra, ya  que aquí, en su País, eran incapaces de reconocer tanto y tan bien ganado mérito, y mucho menos de agradecer, en un gesto que se ha prodigado desde tiempos inmemoriales, y que aún hoy, en pleno siglo XXI, tantos jóvenes con talento y una capacidad demostrada, tienen que soportar por parte de una España desagradecida y desatenta que ni sabe ni quiere reconocerles unos bien merecidos valores, que otros países seguro sabrán atender en su justa medida.
Y así, pasado un tiempo prudencial, nos empeñamos en desenterrar a nuestros ilustres desaparecidos, después de años de vil abandono en unos casos, de mala conciencia en otros y de una inútil e indiferente inercia en los demás, como si de esta forma acallásemos nuestra mala conciencia, nuestra desidia y nuestro silencio culpable, pero siempre tarde, demasiado tarde para reparar el daño causado, para tratar de restañar las heridas o para quedar a bien con una historia que se encargará de narrar unos hechos que debieron llevarse a cabo en un pasado tan desagradecido como remoto.
En otros casos, en los que afortunadamente el reconocimiento y la valoración fueron expresamente considerados, nos empeñamos en conmemorar el cuarto centenario en un caso, o los siete decenios de la muerte en otro, como es el caso Miguel de Cervantes y de Federico García Lorca, respectivamente, tratando de encontrar sus restos, y nada mejor para ello que buscarlos con denuedo y urgencia, después de tanto tiempo, sin tener seguridad plena de lograrlo.
El objeto no es otro que el de exhibir sus huesos, en una absurda ceremonia de la confusión más extraña y desafortunada que pueda concebirse, como si con ello el Príncipe de los Ingenios y el insigne poeta, pudieran tomar nueva vida en un mundo donde, en este caso sí tienen asegurado, y desde siempre, el reconocimiento como genios de las letras, para que de este modo podamos visitar su flamante panteón, con lo cual ambos genios ilustres quedarían localizados en un lugar determinado donde poder ser visitados.
No lo necesitan, ni Miguel de Cervantes ni Federico García Lorca, ambos buscados con la misma decisión que ellos oponen a ser encontrados. Su obra es su mausoleo. Dejémoslos reposar en paz.

jueves, 12 de febrero de 2015

LOS AÑOS PERDIDOS

Nos pasamos la vida entera en pos de una agradecida y variopinta fortuna, confiando en un golpe de suerte de esa diosa que tanta felicidad y gozo terrenal suele aportar a quienes elige como destinatarios de su deseado y venturoso legado, siempre bienvenido, siempre portador de las buenas noticias que la buena estrella se encarga de llenar de contenido, con una esperanza de bienestar y seguridad que acompaña indefectiblemente a quien tiene la dicha y la satisfacción de lograrla.
Al mismo tiempo perseguimos con auténtica y férrea decisión, que la salud nos respete, que las enfermedades huyan de nosotros y que el amor nos toque en suerte, de lleno, plena y certeramente, que las flechas de Cupido no nos sean esquivas, que nos alcancen plena y dichosamente, para de esta forma completar la terna archisabida de salud, dinero y amor, a la que todos aspiramos, y que se completa con un buen trabajo y  un entorno familiar estable y feliz.
Pero hay algo más en la vida de una persona con la que se completa y cierra el círculo de su existencia, algo tan humanamente necesario y agradecido como es el valor de una amistad profunda y sincera, mantenida y conservada con anhelo y dedicación a lo largo de muchos años, de toda una vida.
Pero sucede a veces, que una amistad vivida intensamente durante apenas unos pocos años, se ve interrumpida durante largo tiempo, demasiado, para retornar después de un involuntario e inevitable silencio, como consecuencia de una separación física, puramente geográfica, que sin embargo pone de por medio todo un mundo, toda una injusta e insalvable distancia.
Es entonces cuando el reencuentro se convierte en una auténtica fortuna más de la vida, al comprobar que los sentimientos de amistad no se han perdido, no han desaparecido, sino que continúan presentes, como si en lugar de cuatro décadas, hubieran pasado apenas cuatro días, cinco a lo sumo, los mismos, los necesarios, los suficientes para deletrear la entrañable, tierna y agradecida palabra, amigo.
Algún poso debió quedar de aquella entrañable amistad, para retomarla de nuevo con tanta fluidez, con esa naturalidad y sana espontaneidad que regala la verdadera y sincera amistad vivida durante tan corto período de tiempo, apenas tres o cuatro cortos años, en un tiempo difícil, tiempo de hierro y ausencia de libertades, vividos con intensa y desbordante alegría, de cánticos, proclamas y desafíos libertarios.
Es por ello que al retomar de nuevo aquella venturosa amistad, la emoción embarga a quién tiene la alegría y la dicha de renovarla, de continuar con aquella hermosa experiencia detenida en el tiempo, mantenida en suspenso, en espera, como si fuera una prueba más que el destino impone, como un desafío, como una palpable demostración de auténtica y sincera amistad.
Y así, los recuerdos se agolpan unos tras otros, precipitándose en un desenfrenado e interminable ejercicio de una evocadora memoria que se esfuerza por recuperar y traer al presente aquel pasado, tan lejano en el tiempo, que hemos rescatado y reducido a su mínima expresión.
Y ahora nos sentamos ante unos Riberas del Duero, por cuyas parajes cubiertos de viñedos tantas veces pasamos, tantas veces recorrimos y en tantas ocasiones disfrutamos, viajando por unos campos de Castilla y Léon tan agradecidos, tan solícitos y tan cantados por quienes llevábamos a sus gentes, la nueva de una libertad que presagiábamos estaba por venir, con aires de jotas unas veces y otras con versos de los poetas eternos de una España sumida en un silencio a punto de estallar en un grito de libertad.
Años perdidos en el tiempo, pero recuperados en un instante, por quienes retoman de nuevo una amistad que creían cercenada por el paso de los años. Comprobar que no ha sido así, que el tiempo no ha podido borrar los sentimientos de una verdadera amistad donde los recuerdos afloran rápida y vertiginosamente, es toda una fortuna más que nos brinda la vida. Bienvenido de nuevo, amigo.

viernes, 6 de febrero de 2015

MAGIA Y PRODIGIO DEL ACUEDUCTO

Éramos tan insultantemente jóvenes en aquellos remotos tiempos, que quizás por ello cabe aplicarnos la eximente de la ligereza y la despreocupación propia de la inexperiencia y la inconsciencia con que la juventud suele tomarse determinados acontecimientos y hechos vividos durante esa irrepetible fase de la vida, que no obstante quedan grabados en una mente, que pese a todas las inconveniencias, es capaz de absorber y almacenar poderosa, cristalina y diáfanamente, cuanto sucede a su alrededor.
Más adelante, y con la perspectiva del tiempo pasado tiendes a volver la vista atrás de vez en cuando, y sueles añorar aquellos dichosos tiempos, recordando cuanto de felices tuvieron, pues es de todos sabido que el cerebro tiende a recordar tanto más, cuanto más satisfactorio y agradable alberga del inmenso bagaje de vida que ha ido acumulando, en un comprensible acto de aceptación y afirmación de uno mismo y de un afán por la búsqueda de un futuro feliz y esperanzador en el que confía plenamente.
Es entonces cuando descubres lo afortunado que fuiste en aquellos tiempos en los que tuviste la inmensa suerte de vivir durante unos años en un lugar privilegiado, de cuya magia no eras consciente, que no valorabas en su debida medida, rodeado de delicados y bellos tesoros en forma de espléndido y hermoso arte, que sin tú apreciarlo, regalaban tus ojos cada día, que tocabas con tus manos y que recorrías con tu vista una y otra vez, en un envidiable acto de un inconsciente disfrute, que ahora revives con delectación.
Estudiaba entonces en Segovia, hermosa y majestuosa ciudad que siempre tengo presente en mis mejores y agradables recuerdos. Tuve la suerte de vivir durante unos años en una deliciosa pensión, regentada por una delicada y simpática señora, Fuencisla, bondadosa y exquisita en el trato y cuidado de sus pupilos y de la que todo son buenos recuerdos. En paz y gracia de Dios, nos decía cuando le abonábamos el importe del mes, mientras exhibía una sutil y sincera sonrisa.
El enclave de la misma, que hoy no paro de descubrir con grata sorpresa, se hallaba en una placita donde también se encontraba el antiguo instituto, dónde enseñó Antonio Machado y estudió María Zambrano. La ubicación de la pensión, gozaba de tan afortunada situación, que bastaba salir al balcón de mi habitación para disfrutar de una visión que aún hoy, después de tantos años, me sigue sobrecogiendo agradablemente por su maravillosa y portentosa belleza, armonía y envidiable verticalidad milenaria: El Acueducto.
Casi podía tocarlo con las manos. Apenas unas decenas de metros me separaban de él, de sus gráciles, soberbios y serenos sillares, que conforman sus esbeltos arcos de noble y granítica piedra. Un privilegio que hoy me parece toda una inmensa regalía, una suerte, un honor y una auténtica prerrogativa que entonces era incapaz de captar y que hoy disfruto cada vez que lo recuerdo, cada momento que lo recreo, y sobre todo, cada vez que embelesado y profundamente admirado los contemplo cuando tengo la suerte de retornar a Segovia.
Invirtiendo la flecha del tiempo, que inevitablemente siempre se dirige hacia adelante, vuelvo la vista atrás, a mis primeros años en Segovia, cuando con el Seiscientos de mi padre cruzábamos el imponente Acueducto por los arcos centrales, como lo hacía el resto de la circulación que no estaba sometido a ninguna restricción, algo que hoy nos parece imposible y que entonces era habitual. Por encima discurría el agua y por debajo pasaba el vino, nos decían.
Hoy esta bellísima joya que nunca me cansaré de elogiar, es mimada y cuidada como merece. Toda Segovia es un hermosísimo canto a la belleza y al deleite que depara el arte. El Acueducto, izado por el diablo en una noche, según la leyenda que afirma que este malvado personaje llegó a un acuerdo con una criada que tenía que bajar a por agua todos los días – a cambio de su inmortal alma - es su máximo exponente y el emblema más representativo de Segovia.
Me sigue sobrecogiendo su aparente fragilidad y su majestuosa estampa, herencia de la Roma Eterna, que sin gozar de los contrafuertes y arbotantes que embellecen la hermosa Catedral, mantiene orgulloso y desafiante su prodigiosa y heroica verticalidad. Prodigio y magia de nuestra hermosa ciudad.

martes, 3 de febrero de 2015

BUENOS DIAS SEÑOR MAESTRO

No destacan estos tiempos que vivimos por denotar un fervoroso respeto hacia casi nada en general, ya sean hechos actuales, acontecimientos históricos o cuando a personas se refiere. Tal parece que se ha perdido en educación, lo que se ha ganado en progreso y tecnología, dejando de lado algo tan preciso y precioso como es la admiración y la consideración hacia quienes dedican su tiempo y su vida a una profesión antaño valorada y respetada, tanto por padres como por alumnos, por una sociedad que dejaba en manos de los docentes, de los profesores, de los maestros en suma, toda la responsabilidad y toda la confianza depositada en ellos, sin el menor atisbo de duda, con una absoluta tranquilidad, que denotaba una franca seguridad mutua que redundaba en beneficio de todos.
 Esto suponía de hecho un gesto, mediante el cual se les concedía el seguro y libre desempeño de sus funciones, que podían llevar a cabo con toda la libertad que dicha consideración les otorgaba, y que en el presente, y desde hace ya demasiado tiempo, parece haber desaparecido, sumido en la desconfianza, la duda, y la continua puesta en cuestión de unos enseñantes, que ven así coartada su libertad de acción, merced a la excesiva intromisión de demasiados actores extraños a la enseñanza, necesitada de menos cambios legislativos, más autoridad a cargo del profesor y una serena y relajada actitud por parte de un alumnado, carente en gran medida de la disciplina necesaria, no siempre bien entendida por los padres, para que de esta forma y con estas premisas pueda llevarse a cabo su formación con plenas garantías.
Si a esta situación nada halagüeña, añadimos el hecho de que tanto profesores como alumnos soportan un sistema anárquico, donde el gobierno de turno tiende a cambiar las reglas del anterior ejecutivo, el resultado es desesperanzador a la par que insufrible para todos, que ven así cómo se llevan a cabo cambios continuos y permanentes, sin objetividad alguna, sin consultas previas a quienes más y mejor podrían asesorar sobre su conveniencia, es decir, los enseñantes, y en todo caso, si se han de llevar a cabo, serían ellos, quienes por su condición de actores protagonistas de la enseñanza, quienes mejor y con más autoridad podrían informar, ayudar y colaborar en los cambios a que hubiere lugar.
  Constituye un auténtico despropósito el incesante cúmulo de cambios legislativos, pedagógicos y metodológicos, que apenas se mantienen unos pocos años, y que consiguen que los docentes continúen sintiéndose permanentemente frustrados, limitados permanentemente en su importante y decisiva función de director y gestor de su clase, sin interferencias de ningún tipo, donde se siente utilizado por una sociedad que ni siquiera reconoce su labor, y donde el profesor no tiene ni poder ni autorización para cambiar nada, lo que repercute en un conformismo inercial, por insatisfacción y hartazgo, pese a sus buenas intenciones.
Los alumnos también son víctimas de este absurdo que ya dura demasiado, y que no tiene perspectivas de cambiar, en unas aulas donde el progreso lento ya de por sí, se ve ralentizado más aún por los problemas que crea una integración no siempre bien gestionada, que a veces entorpece más que resuelve los múltiples problemas que afectan a una educación que nos coloca a la cola de Europa en cuanto a resultados se refiere.
Tiempos aquellos, a los que ni es posible ni necesario volver, pertenecientes a los tiempos en los que yo comencé mi labor de enseñante, hace ya demasiados años, por escuelas rurales de pueblos de Segovia, donde tanto  el profesor como su labor, eran considerados y reverenciados, quizás incluso en extremo, lo que repercutía en una actitud por parte de padres y alumnos, que muchos hoy calificarían de absurdos, otros de ridículos y los más de anacrónicos, cuando al maestro se le saludaba con inmenso respeto a su paso por las calles del pueblo, y dónde de los niños le mostraban una devoción que no era sumisión, sino respeto que los padres les inculcaban en el seno de la familia, y que mostraban tanto fuera del aula como dentro de la escuela, dónde cada día le recibían con un sonoro y respetuoso, buenos días señor maestro.