martes, 1 de marzo de 2016

PRODIGIOSA TIERRA EXTREMEÑA

Portentosa a la par que asombrosa y bella Extremadura, tierra de conquistadores que siglos ha, decidieron saltar de las verdes dehesas extremeñas a las  desconocidas tierras de un lejano y nuevo mundo por descubrir, navegando a través de un océano desconocido, en busca de la gloria y la riqueza que aportarían después a sus pueblos y ciudades de origen.
Alfombradas de un mágico y tupido color verde, sembradas de encinas, de luz y de agua, las bellísimas e incomparables dehesas de Extremadura, compiten ventajosa y triunfalmente con aquellos infames e inmerecidos  textos que sufrimos entonces, y en los que necesariamente creímos, cuando estudiábamos en nuestra adolescencia y que no le hacían ni el honor ni la justicia que merece.
Hablaban de una tierra inhóspita, desértica y pedregosa, exenta de belleza alguna, la misma que ahora tantas veces he descubierto y disfrutado, la que tanto valoro y amo, una hermosa y agradecida región, que lo tiene todo, y a la que entonces le negaban los incultos e ineptos autores de aquellos libros, que tanta mentira y oprobio arrojaron sobre la venturosa y prolífica tierra Extremeña.
Hablaban de las Hurdes, como un lugar alejado del mundo, desértico y oscuro, abandonado de la mano de Dios y de los hombres. Ignorantes de la belleza que posee, nos inculcaron, que por extensión, toda Extremadura se reducía a una zona deshumanizada, agreste y pedregosa, sin encanto alguno. Apenas citaban su inmenso y prodigioso patrimonio histórico y cultural, su deliciosa gastronomía, y esa buena, acogedora y atenta gente que puebla sus campos, sus pueblos, villas y ciudades.
Pasar por Trujillo, una de las puertas de Extremadura y no detenerse para deleitarse y disfrutar honda y profundamente con su inmenso y maravilloso patrimonio artístico, no puede entenderse, salvo que las prisas, siempre malas consejeras, así lo determinen, privándonos del inmenso deleite y placer que contemplar su belleza nos proporcionará, si al hacer un alto en el camino recorremos sus calles cargadas de arte y de historia.
Camino de la inconmensurable y bellísima Cáceres, Patrimonio de la Humanidad por méritos propios, siempre he hecho un pequeño alto en el camino en Trujillo. Esto es lo que me ha sucedido en los diversos viajes que he girado a esta Extremadura que ya la hago algo mía, pero sin recorrerlo con detenimiento, simplemente disfrutando de su hermosa plaza presidida por la figura del conquistador Francisco Pizarro.
 Pero en esta ocasión he decidido reposar en Trujillo, haciendo parada y fonda en esta hermosísima villa, cuna de conquistadores, que dejaron un patrimonio de un valor incalculable, legándonos sus palacios y casas señoriales, que unidas a las espléndidas y hermosas iglesias que salpican el barrio histórico, hacen de esta prodigiosa villa, un auténtico baluarte de la historia y un tesoro más de la agraciada y afortunada Extremadura.
Visitar Trujillo, supone, necesariamente, acercarse a la radiante y encantadora Cáceres. Me movía a ello, no solamente su siempre deseable contemplación, sino el reencuentro con un amigo de la juventud. Gracias a las redes sociales, volvimos a vernos después de cuarenta y cinco años. Toda una vida. Sin embargo, para ambos, diríase que apenas había transcurrido ese tiempo medido en días. Al despedirnos nos fundimos en un emocionado y sincero abrazo. Te doy las gracias por todo, amigo. A ti, y a tu hermosa y bella Extremadura.

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