Reivindicación proletaria por
excelencia, anhelo, deseo y esperanza básica y fundamental desde el principio
de los tiempos, pocas veces se ha materializado hasta el punto de llevarse a
cabo de una forma literal y radicalmente aplastante, dando lugar a que aquellos
que labran la tierra sean sus legítimos propietarios, o como mal menor, lo sean
los frutos obtenidos mediante su esfuerzo, bien en su totalidad, bien en su
mayor parte, como justo y lógico premio a su trabajo y dedicación a una tierra que sin su contribución yacería
baldía y yerma.
Los pueblos indígenas, que desde
siempre y en todo el Planeta son y fueron expulsados de sus tierras y
territorios, constituyen los adelantados que comenzaron a luchar por su espacio
vital contrala la expulsión, la ocupación de su territorio por parte de quienes
querían privatizarlos, con ánimo de rentabilizarlo mediante su ocupación por
parte de nuevos colonos que allí se asentarían.
Del mismo modo, harían los gobiernos
que lo utilizarían para construir infraestructuras de comunicaciones, o por
aquellos terratenientes que una vez privatizados, utilizarían el terreno para
construir viviendas, para especular o simplemente para dejarlo en barbecho a la
espera de futuras ocasiones que sin duda llegarían, para obtener sustanciosas
plusvalías.
Si hablamos de la era moderna, la
tierra comenzó a ser objeto de maniobras dirigidas a explotar al máximo, espacios
de todo tipo y condición, bien urbanos, bien rurales, con los sutiles matices de
las recalificaciones, que convertían de la noche a la mañana suelos que antes
eran rústicos y que se trocaban por arte de magia en, urbanos generando enormes
beneficios.
Y de ahí a la corrupción
galopante, apenas hay un paso. Algo que bien conocemos en nuestro país,
golpeado por esta lacra imparable que lleva azotándonos quizás desde siempre,
peros que se vio acentuado con el auge del turismo primero y de la construcción
después, cometiéndose auténticas barbaridades urbanísticas en todo el litoral
de la Península y territorios insulares.
Continuó después, una vez
agotadas esas vías, en espacios protegidos en la montaña y en otros espacios,
como en bosques, hoy afortunadamente restringidos a semejantes atropellos, y en
pueblos, villas y ciudades, dónde sin el menor respeto se construía en
cualquier espacio libre, ocultando y haciendo peligrar monumentos artísticos
milenarios sin el menor atisbo de un necesario respeto, y con la anuencia
muchas veces de las autoridades correspondientes, encargadas de conceder las oportunas
licencias.
En Andalucía han tenido lugar diversas
ocupaciones de tierras, propiedad en su mayor parte de la Junta de esta región
autónoma, a cargo del Sindicato Andaluz de Trabajadores y de otros como
Comisiones Obreras y otras coordinadoras de agricultores, que han llevado a
éstos a labrarlas y explotarlas durante algún tiempo, hasta que han sido
expulsados, cultivando cereales, legumbres y otros productos de la tierra, así
como explotaciones ganaderas a cargo de ciudadanos en paro, que han trabajado
en grupos de sol a sol, obteniendo un meritorio y necesario rendimiento a unas
tierras abandonadas, en una región con unas altísimas tasas de paro.
La susodicha frase de la tierra
para el que la trabaja, se debe a Emiliano Zapata, revolucionario mejicano que
a finales del siglo XIX y principios del XX, se rebeló contra la injusta
política del gobierno de su país, que desposeía a las clases más humildes de
sus posesiones para entregárselas a los terratenientes, estimándose que más del
noventa por ciento de los campesinos, carecían de tierra alguna.
La tierra para el que la trabaja,
para el que la cuida, mantiene y labra. Si este lema lo aplicásemos a nuestros
denostados políticos, habría que desposeer de los territorios que ocupan, a aquellos
que son incapaces de sacar adelante el terreno que se encargaron de labrar por
mandato de los ciudadanos, una tierra improductiva a causa de su incapacidad
manifiesta para obtener el necesario y prometido rendimiento, que en este caso
debería materializarse en acuerdos que condujesen a la formación de un gobierno
que por su ineptitud y falta de actitud, lleva ya demasiado tiempo demorándose.
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