miércoles, 14 de septiembre de 2016

LA TIERRA PARA QUIÉN LA TRABAJA

Reivindicación proletaria por excelencia, anhelo, deseo y esperanza básica y fundamental desde el principio de los tiempos, pocas veces se ha materializado hasta el punto de llevarse a cabo de una forma literal y radicalmente aplastante, dando lugar a que aquellos que labran la tierra sean sus legítimos propietarios, o como mal menor, lo sean los frutos obtenidos mediante su esfuerzo, bien en su totalidad, bien en su mayor parte, como justo y lógico premio a su trabajo y dedicación a  una tierra que sin su contribución yacería baldía y yerma.
Los pueblos indígenas, que desde siempre y en todo el Planeta son y fueron expulsados de sus tierras y territorios, constituyen los adelantados que comenzaron a luchar por su espacio vital contrala la expulsión, la ocupación de su territorio por parte de quienes querían privatizarlos, con ánimo de rentabilizarlo mediante su ocupación por parte de nuevos colonos que allí se asentarían.
Del mismo modo, harían los gobiernos que lo utilizarían para construir infraestructuras de comunicaciones, o por aquellos terratenientes que una vez privatizados, utilizarían el terreno para construir viviendas, para especular o simplemente para dejarlo en barbecho a la espera de futuras ocasiones que sin duda llegarían, para obtener sustanciosas plusvalías.
Si hablamos de la era moderna, la tierra comenzó a ser objeto de maniobras dirigidas a explotar al máximo, espacios de todo tipo y condición, bien urbanos, bien rurales, con los sutiles matices de las recalificaciones, que convertían de la noche a la mañana suelos que antes eran rústicos y que se trocaban por arte de magia en, urbanos generando enormes beneficios.
Y de ahí a la corrupción galopante, apenas hay un paso. Algo que bien conocemos en nuestro país, golpeado por esta lacra imparable que lleva azotándonos quizás desde siempre, peros que se vio acentuado con el auge del turismo primero y de la construcción después, cometiéndose auténticas barbaridades urbanísticas en todo el litoral de la Península y territorios insulares.
Continuó después, una vez agotadas esas vías, en espacios protegidos en la montaña y en otros espacios, como en bosques, hoy afortunadamente restringidos a semejantes atropellos, y en pueblos, villas y ciudades, dónde sin el menor respeto se construía en cualquier espacio libre, ocultando y haciendo peligrar monumentos artísticos milenarios sin el menor atisbo de un necesario respeto, y con la anuencia muchas veces de las autoridades correspondientes, encargadas de conceder las oportunas licencias.
En Andalucía han tenido lugar diversas ocupaciones de tierras, propiedad en su mayor parte de la Junta de esta región autónoma, a cargo del Sindicato Andaluz de Trabajadores y de otros como Comisiones Obreras y otras coordinadoras de agricultores, que han llevado a éstos a labrarlas y explotarlas durante algún tiempo, hasta que han sido expulsados, cultivando cereales, legumbres y otros productos de la tierra, así como explotaciones ganaderas a cargo de ciudadanos en paro, que han trabajado en grupos de sol a sol, obteniendo un meritorio y necesario rendimiento a unas tierras abandonadas, en una región con unas altísimas tasas de paro.
La susodicha frase de la tierra para el que la trabaja, se debe a Emiliano Zapata, revolucionario mejicano que a finales del siglo XIX y principios del XX, se rebeló contra la injusta política del gobierno de su país, que desposeía a las clases más humildes de sus posesiones para entregárselas a los terratenientes, estimándose que más del noventa por ciento de los campesinos, carecían de tierra alguna.
La tierra para el que la trabaja, para el que la cuida, mantiene y labra. Si este lema lo aplicásemos a nuestros denostados políticos, habría que desposeer de los territorios que ocupan, a aquellos que son incapaces de sacar adelante el terreno que se encargaron de labrar por mandato de los ciudadanos, una tierra improductiva a causa de su incapacidad manifiesta para obtener el necesario y prometido rendimiento, que en este caso debería materializarse en acuerdos que condujesen a la formación de un gobierno que por su ineptitud y falta de actitud, lleva ya demasiado tiempo demorándose.

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