jueves, 8 de septiembre de 2016

VOTA EN CASA POR NAVIDAD

Abocados estamos a unas nuevas elecciones según todos los indicios a nuestro alcance, que a estas alturas son muchos y muy claros, de tal forma que ya no debería causarnos extrañeza ni confusión alguna, pues las cartas que están boca arriba sobre la mesa, que son conocidas de todos y que han sido descubiertas abiertamente, hablan bien a las claras, sin posibilidad alguna de llamarse a engaño.
No hay partida ganadora, no se vislumbra que esta nueva mano, y ya van dos consecutivas, tenga ganador alguno, por lo que una vez agotadas todas las cartas de la baraja, no ha lugar a repartir más, sino a comenzar una nueva partida desde cero, lo que supone no solamente cambiar de naipes, sino de me mesa, local, e incluso de estrategia y jugadores para iniciar una nueva partida.
Expectantes, los ciudadanos no dan crédito a una kafkiana situación, en la que no toman parte activa alguna. En su momento, depositaron su voto, confiando en que tendría algún valor, que sería considerado, estimado y hasta respetado en cada uno de los dos intentos habidos hasta el presente. Pero no ha sido así, y una vez más, los ciudadanos ven con crispación cómo nos dirigimos hacia una nueva convocatoria.
Los políticos, una vez depositado en la urna el consabido voto, dejan de mirar a la cara a sus votantes, olvidándose de ellos en una palpable y repetida manifestación de dejadez y abandono hacia quienes les han confiado su suerte, y tornan su mirada e intenciones hacia su particular y exclusivo mundo de intereses, tanto personales como de partido, y si te he visto no me acuerdo.
Les oigo desgranar sus consabidas y machaconas promesas, que llevan hasta límites casi inadmisibles en cuanto a su minuciosidad y detenimiento se refiere, en un acto de ominoso fariseísmo, que ofende a la inteligencia y a la sensibilidad de quién pone toda su capacidad de entendimiento, a la par que una infinita paciencia y una extrema buena voluntad para tratar de comprender y asimilar tanta verborrea, que al final suele estar vacía de contenido.
Defraudan e irritan por igual, tanto unos como otros. No contentan a nadie, salvo, y eso con matices, a ese voto esclavo, fanatizado y adicto, con una fe inquebrantable en su líder, que no necesita razones ni promesas de ningún tipo, cuyo voto le reserva incondicionalmente, así caigan chuzos de punta, corruptelas, ineptitudes y despilfarros varios, pues todo lo disculpará, en aras de la asunción de su partido al poder.
No se sabe si es una amenaza, una errata, o simplemente una chanza más, de las que nos tienen acostumbrados y que a veces profieren sin apenas percibirse de ello, tal es su despropósito y su falaz, singular y alocado discurso. Pero ya han adelantado, que las más que previsibles terceras elecciones, se llevarían a cabo el veinticinco de diciembre, es decir, el día de navidad.
En un país como el nuestro, tan dado a las innumerables fiestas y tradiciones que dicen ser populares, tan amantes de las fiestas religiosas, tan abundantes ellas, y con tanto meapilas irredento, este anuncio ha supuesto una auténtica conmoción de proporciones bíblicas, que ha puesto en estado de alerta a quienes consideran que un día tan señalado como el citado, es un auténtico insulto a la ética, a la estética y a la más elemental y lógica razón humana.
Pero todo parece indicar que si no en esa fecha, sí en otra cercana a la misma, posiblemente dentro de los límites de las citadas fiestas navideñas, que dada la idiosincrasia patria, seguramente propiciaría una considerable abstención, por la oposición siempre inexplicable a esa cerrazón absurda de esta España  de charanga y pandereta, que no puede contemplar el hecho de votar en tan señaladas fechas.
Pero contemplando las sesiones de investidura y escuchando a sus señorías, la impresión obtenida parece estar meridianamente clara: No votaremos en navidad, sino una semana antes. Faltaría más.

No hay comentarios: