martes, 22 de noviembre de 2016

PAN Y CULTURA

Los recortes en cultura, nunca han sido una buena medida económica, según reconocen la inmensa mayoría de los gurús de la economía que en el mundo han sido y son en la actualidad. El inmenso valor ético y estético que posee la cultura, se amplía con el correspondiente atractivo turístico, educativo, y como consecuencia de todo ello, con un plus económico del que todo el país participa y se beneficia.
España con unos recortes en cultura del cincuenta por ciento, es uno de los países donde los recortes ha tenido una mayor repercusión negativa, con una drástica disminución en las aportaciones y subvenciones en casi todos los estamentos culturales, así como un insoportable iva aplicado a un sector, que es esencial a todos los niveles, en el desarrollo de cualquier país.
Recortar en cultura, no beneficia en absoluta la marcha de la economía, sino todo lo contrario, según demuestran las cifras en España, dónde según datos estadísticos, que hablan bien a las claras, cuando arrojan una cifra de mil cien millones de euros dejados de ingresar en el año dos mil trece, así como una importante repercusión negativa en el empleo y en el producto interior bruto.
Afirmaba Federico García Lorca, que si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle, no pediría un pan, sino que pediría medio pan y un libro, al tiempo que afeaba la conducta de quienes solamente hablaban de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las culturales, que es lo que los pueblos piden a gritos.
Bien está que los hombres coman, pero que todos los hombres sepan, que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio del Estado, convertirlos en esclavos de una terrible organización social, añadía nuestro insigne poeta al tiempo que reivindicaba el hecho de que los pueblos han de leer, para que aprendan no sólo el verdadero sentido de la libertad, sino el sentido actual de la comprensión mutua y de la vida.
Hablar de recortes en la cultura se ha convertido en un tema recurrente de la crisis. Cine, teatros y museos, llevan recibiendo cada año menos aportación del Estado. Esta desalentadora realidad se cumple también con las Bibliotecas Públicas, que han presentado sus datos de dos mil doce, año en el que se realizó una inversión de cinco millones de euros menos respecto al curso anterior.
Estos cierres de bibliotecas, tanto de barrio, como de distrito o en centros culturales, ha traído consigo la reducción de personal bibliotecario y de horarios en las mismas, lo cual supone la negación del acceso libre a la información, la formación  y la cultura.
No se puede impedir el acceso a la cultura. Es lo último que un Estado que se preocupa y ocupa de sus ciudadanos, debería llevar a cabo. Sin embargo, los datos cantan y los recortes se han llevado a cabo a la par que tantos otros, que pese a su indudable negativa repercusión, no alcanzan la importancia que tienen a medio y largo plazo los llevados a cabo en los campos de la cultura y la educación.
De esta manera, muchas bibliotecas no solamente han visto recortadas sus asignaciones para actualizarse sino que se han visto obligadas a cerrar parcialmente, por falta de presupuesto. Triste y desalentador. Recortar en cultura, es siempre una injusticia. Pero sobre todo es un error, un inmenso error.

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