En tiempos que fueron de
juventud, la imagen del Che Guevara presidía las habitaciones de los jóvenes
contestatarios y el fervor comunista, marxista leninista nos devoraba con
delirante pasión, trasladándolo a la calle donde entonando himnos
revolucionarios nos sentíamos unidos a todos los pueblos de la tierra que
sufrían la falta de libertad a causa de los tiranos que los gobernaban.
Creíamos con una inquebrantable
fe en la heroica revolución cubana, en la resistencia del valiente pueblo
cubano y en las bondades de sus dirigentes, que al mando de su líder Fidel
Castro, lograron derrocar al tirano, inaugurando así los casi sesenta años de
revolución, al cabo de los cuales Fidel ha emprendido la vuelta a aquella
Sierra Maestra de la que partió entonces con su guerrilla, para no regresar
más.
Tal era nuestra admiración por
el ejemplo cubano, que lo aireábamos por doquier, entonando las canciones de
los múltiples grupos que con la revolución surgieron, conversando sobre dicho
tema en reuniones e incipientes mítines, a los que asistíamos con las
consiguientes precauciones, dado el limitado estado de las libertades de
expresión y reunión, que por aquel entonces estaban en pañales en nuestro País.
Fue en una de estas charlas,
donde aireábamos las bondades del régimen de Fidel, hablando acerca de las que
considerábamos altas cotas de bienestar social conseguidas, impensables hacía
una década, concluyendo que Cuba era un auténtico paraíso de libertad, igualdad
y prosperidad, cuando una persona aledaña a nuestra mesa se acercó a nosotros
dirigiéndose con gesto serio y crispado.
Nos dijo que no había podido
evitar escuchar nuestra conversación, y que como exiliado cubano, nos dijo
airado, no podía aceptar cuanto afirmábamos acerca del régimen cubano, que no
teníamos ni idea de lo que estábamos diciendo y que el tal paraíso sólo existía
en nuestras jóvenes e inexpertas mentas calenturientas, ya que él había tenido
que salir de Cuba a causa de la dictadura allí instalada.
Nos soltó una perorata tal –
indudablemente tenía muchos más elementos objetivos de juicio para hablar del
tema que nosotros – con tantos datos y detalles que lógicamente nosotros
desconocíamos, que no supimos por donde salir. Lo hizo, además, con tal firmeza
y seguridad, que nos descolocó de tal forma que por un momento nos sentimos
obligados a revisar nuestra opinión sobre Cuba, o al menos a dudar
razonablemente de nuestras firmes convicciones.
No obstante, poco nos duró la duda.
Concluimos que se trataba, sin duda alguna, de un contrarrevolucionario
expulsado por Fidel con el objeto de que no contaminara la revolución, es decir, un enemigo del pueblo que no merecía
ni un minuto más de nuestra consideración.
Con motivo de la celebración del
cincuentenario de la revolución cubana, un discreto Raúl Castro que apenas
empleó media hora en su alocución, vino a pedir a los sufridos cubanos que aún
les quedaba lo peor, que aguantasen otros cincuenta años, que la revolución así
lo exige, que medio siglo de sufrimiento y desesperación no son nada.
Y ahora, diez años después, el
día 25 de noviembre, de dos mil dieciséis, en un discurso aún más corto, tuvo
que comunicar al pueblo cubano y al mundo, que el Comandante Fidel Castro, el
líder de la revolución, había dejado este mundo.
Fidel firmó en el año 1957, el
manifiesto de Sierra madre, un documento mediante el cual se comprometía a
convocar elecciones generales para todos los cargos del estado, las provincias
y los municipios, así como a entregar el poder a los candidatos elegidos. Una
vez que la revolución triunfó, se olvidó de estas promesas y se convirtió en el
dictador que con puño de hierro ha dirigido Cuba.
Los indudables éxitos y avances
conseguidos en el terreno social, como por ejemplo en salud y educación, se
vieron empañados por una política económica que siempre negó una apertura a la
iniciativa privada, lo cual condujo a los ciudadanos a una situación de
extremas estrecheces en todos los órdenes, que se agravaron al abandonar Rusia
el proteccionismo que ejerció durante muchos años sobre Cuba, relevo que por un
tiempo tomó Venezuela, y que ahora con el aperturismo de Estados Unidos, podría
aliviar la penosa situación del sufrido pueblo cubano.
La dictadura hereditaria cubana
no tiene más salida que abrirse a una democracia, a la que Fidel fue incapaz de
conducir a su pueblo. Él dijo en su momento que la historia le absolvería. Lo
dudo, ya que fue incapaz de cumplir las promesas de Sierra Maestra, en el
sentido de instaurar una democracia que degeneró en una férrea dictadura que ya
dura sesenta años.
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