lunes, 28 de noviembre de 2016

EL ÚLTIMO REVOLUCIONARIO

En tiempos que fueron de juventud, la imagen del Che Guevara presidía las habitaciones de los jóvenes contestatarios y el fervor comunista, marxista leninista nos devoraba con delirante pasión, trasladándolo a la calle donde entonando himnos revolucionarios nos sentíamos unidos a todos los pueblos de la tierra que sufrían la falta de libertad a causa de los tiranos que los gobernaban.
Creíamos con una inquebrantable fe en la heroica revolución cubana, en la resistencia del valiente pueblo cubano y en las bondades de sus dirigentes, que al mando de su líder Fidel Castro, lograron derrocar al tirano, inaugurando así los casi sesenta años de revolución, al cabo de los cuales Fidel ha emprendido la vuelta a aquella Sierra Maestra de la que partió entonces con su guerrilla, para no regresar más.
Tal era nuestra admiración por el ejemplo cubano, que lo aireábamos por doquier, entonando las canciones de los múltiples grupos que con la revolución surgieron, conversando sobre dicho tema en reuniones e incipientes mítines, a los que asistíamos con las consiguientes precauciones, dado el limitado estado de las libertades de expresión y reunión, que por aquel entonces estaban en pañales en nuestro País.
Fue en una de estas charlas, donde aireábamos las bondades del régimen de Fidel, hablando acerca de las que considerábamos altas cotas de bienestar social conseguidas, impensables hacía una década, concluyendo que Cuba era un auténtico paraíso de libertad, igualdad y prosperidad, cuando una persona aledaña a nuestra mesa se acercó a nosotros dirigiéndose con gesto serio y crispado.
Nos dijo que no había podido evitar escuchar nuestra conversación, y que como exiliado cubano, nos dijo airado, no podía aceptar cuanto afirmábamos acerca del régimen cubano, que no teníamos ni idea de lo que estábamos diciendo y que el tal paraíso sólo existía en nuestras jóvenes e inexpertas mentas calenturientas, ya que él había tenido que salir de Cuba a causa de la dictadura allí instalada.
Nos soltó una perorata tal – indudablemente tenía muchos más elementos objetivos de juicio para hablar del tema que nosotros – con tantos datos y detalles que lógicamente nosotros desconocíamos, que no supimos por donde salir. Lo hizo, además, con tal firmeza y seguridad, que nos descolocó de tal forma que por un momento nos sentimos obligados a revisar nuestra opinión sobre Cuba, o al menos a dudar razonablemente de nuestras firmes convicciones.
No obstante, poco nos duró la duda. Concluimos que se trataba, sin duda alguna, de un contrarrevolucionario expulsado por Fidel con el objeto de que no contaminara la revolución,  es decir, un enemigo del pueblo que no merecía ni un minuto más de nuestra consideración.
Con motivo de la celebración del cincuentenario de la revolución cubana, un discreto Raúl Castro que apenas empleó media hora en su alocución, vino a pedir a los sufridos cubanos que aún les quedaba lo peor, que aguantasen otros cincuenta años, que la revolución así lo exige, que medio siglo de sufrimiento y desesperación no son nada.
Y ahora, diez años después, el día 25 de noviembre, de dos mil dieciséis, en un discurso aún más corto, tuvo que comunicar al pueblo cubano y al mundo, que el Comandante Fidel Castro, el líder de la revolución, había dejado este mundo.
Fidel firmó en el año 1957, el manifiesto de Sierra madre, un documento mediante el cual se comprometía a convocar elecciones generales para todos los cargos del estado, las provincias y los municipios, así como a entregar el poder a los candidatos elegidos. Una vez que la revolución triunfó, se olvidó de estas promesas y se convirtió en el dictador que con puño de hierro ha dirigido Cuba.
Los indudables éxitos y avances conseguidos en el terreno social, como por ejemplo en salud y educación, se vieron empañados por una política económica que siempre negó una apertura a la iniciativa privada, lo cual condujo a los ciudadanos a una situación de extremas estrecheces en todos los órdenes, que se agravaron al abandonar Rusia el proteccionismo que ejerció durante muchos años sobre Cuba, relevo que por un tiempo tomó Venezuela, y que ahora con el aperturismo de Estados Unidos, podría aliviar la penosa situación del sufrido pueblo cubano.
La dictadura hereditaria cubana no tiene más salida que abrirse a una democracia, a la que Fidel fue incapaz de conducir a su pueblo. Él dijo en su momento que la historia le absolvería. Lo dudo, ya que fue incapaz de cumplir las promesas de Sierra Maestra, en el sentido de instaurar una democracia que degeneró en una férrea dictadura que ya dura sesenta años. 

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