Tiempos hay que desearíamos no haber conocido, que quisiéramos no haber
dado con ellos, no saber de su existencia, sino haberlos dejado al margen de
nuestras vidas, ignorarlos, sin tener el menor conocimiento de lo que nos
esperaba a la vuelta de la esquina, rondándonos la desgracia y el mal que ahora
nos acecha y nos hiere con brutal fiereza, despertándonos de un sueño en el que
parecía nos habíamos instalado desde hace ya mucho tiempo, para disfrutarlo
mientras tanto, pese a que sabíamos que no hay mal, ni bien, que cien años dure.
Ahí estábamos cuando llegó la tormenta en forma de pandemia, que ha
acabado con un ciclo que quizás ya duraba demasiado tiempo, y que nos ha encontrado
indefensos, inermes y siempre asombrados, ante lo que no podíamos creer que
jamás nos sucediera, pero que ha supuesto un durísimo y trágico golpe, mortal
en lo que ha supuesto una espantosa cifra de víctimas espantosamente dramática,
y de innumerables sufrimientos soportados por unos ciudadanos, que contemplan
con estupor la que se les viene encima cuando todo esto acabe.
Claro está, siempre y cuando sea así, ya que tampoco existe una
seguridad ni absoluta ni relativa, ya que las previsiones que nos anticipan los
padres de la patria, no son muy halagüeñas, con meses por delante de un
insufrible desescalamiento hacia una anómala normalidad, quellegará en todo
caso cuando acaben las demostradas fases por las que nos dicen hemos de pasar.
Etapas que se están llevando a cabo de una manera tal, que están
suscitando toda clase de oposiciones y enfrentamientos por parte de la mayoría del
arco parlamentario, que no encuentra sino continuos obstáculos ante un gobierno
autoritario y, en consecuencia, muy poco dialogante, que no se resigna a compartir
una responsabilidad, que aunque le ahoga, y que se ha ganado a pulso por los
muchos errores cometidos al comienzo de la pandemia, no está dispuesto a ceder,
quizás por miedo a que salgan a la luz sus muchas vergüenzas, que en cualquier
caso, una vez termine este desastre, no podrán evitar.
Y que se sustanciará, sin duda, en forma de denuncias y reclamaciones a
un gobierno que actuó tarde y mal, y que después, ya metidos en el atroz y
pavoroso drama, dejó indefensos por falta de una elemental y urgente previsión,
a la sanidad en general, que dejó expuestos a los miles de sanitarios de este
País, que han sufrido lo indecible, pagando con sus vidas una gran cantidad de
estos héroes, y como consecuencia, deteriorándose la atención en unos
hospitales atestados de enfermos que en
número ya próximo a los treinta mil, han muerto, en medio de un caos que
se tendría que haber evitado, si se hubiera escuchado a la Organización Mundial
de la Salud, que con tiempo avisó de la que se venía encima.
Pero no fueron capaces de acaparar material sanitario, ni preparar los
hospitales para la que ya se veía venir, pero que estos incapaces no supieron
llevar a cabo, con las desastrosa consecuencias que ahora contemplamos, y que
ni siquiera son capaces, no ya de reconocer, sino al menos de entonar un mínimo
mea culpa por los múltiples y graves fallos cometidos.
Aquellas desmesuradas intenciones de asumir al poder, de conseguir como
fuera una mínima mayoría para gobernar, vistas ahora desde esta durísima
perspectiva, resultan dramáticamente irónicas, cuando apenas comenzada la
inestablecoalición, cogida con pinzas para poder sobrevivir, se encontraron con
una pandemia que los ha sobrepasado y que los ha dejado a los pies de los
caballos.
Y es que lejos de mostrar un mínimo de humildad, lo han enfrentado con
una soberbia casi despótica, que los descalifica ante una sociedad muy castigada,
que ve ahora cómo para mantener los pasos que han diseñado sin consultar con
nadie, se ven obligados a buscar alianzas como han hecho con Ciudadanos,
mientras que los catalanes de Esquerra, que les apoyaron en la investidura, les
niegan ahora su voto, y les amenazan con romper la legislatura, si no atienden
sus demandas.
Algo que pronto o tarde harán, cediendo como siempre, porque sin ellos,
no son nada, y es que como ingenua y cándidamente afirman, en un gesto muy de
andar por casa, son un gobierno progresista, aunque mientras tanto, y para
sobrevivir, pactarán con quién haga falta, en una ceremonia de la confusión y
de la charanga más estridente, que nos recuerda a un avispero, lo cual puede sonar
a broma, algo que está absolutamente fuera de lugar, dados los crueles y estremecedores
tiempos por los que estamos pasando.
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