En plena y devastadora pandemia, que ya arroja la
espeluznante cifra de casi treinta mil muertos en nuestro atormentado País, con
dos meses y medio de insoportable confinamiento, donde no se repara si se lleva
a cabo en viviendas de cincuenta o de cien metros cuadrados, donde pueden convivir dos
o diez sufridos ciudadanos, seguimos padeciendo, una prórroga tras otra, del mal
llamado estado de alerta, que está causando un dolor y un sufrimiento indecible
en una población, que tardará, si lo logra, en superar esta espantosa situación
personal, anímica, laboral y económica, que no sabemos ni cuándo ni cómo
acabará.
Mientras tanto, el extraño gobierno cogido con alfileres, y
siempre en el alero, continúa mostrando su cara más altanera, soberbia, y lo
que es peor, caudillista, al mostrarse como una falsa unidad pétrea, cuando más
bien, parece una frágil piña, con continuos debates internos y contradicciones,
en una estúpida lucha por mantener su débil e inestable acuerdo, que haciendo
agua por todos lados, no impide que sigan adelante, aunque para ello tengan que
alterar la verdad, utilizando una propaganda, que no es sino una auto promoción
interna, para ocultar los muchos errores cometidos en la gestión de esta
espantosa pandemia.
Para ello no dudan en intentar mostrar una unidad
inexistente, que se manifiesta casi cada día, a la hora de llevar a cabo una
toma de decisiones, que en absoluto responden a una unanimidad, fingida, con
importantes tensiones, que les obligan a intentar disfrazar una falsa paz entre
ellos, que a toda costa necesitan para poder sobrevivir, ya que ambos grupos se
necesitan mutuamente, como al resto de quienes les apoyan, en una ceremonia de
la confusión, en la que todos penden de un delgado y frágil hilo, a punto de
romperse en cualquier momento, y al que se aferran con desesperación.
Mientras tanto, y para asegurarse la prórroga del estado de
alarma, pactan con quién se les ponga a tiro, con quién sea, con aquellos que estén
dispuestos a apoyarles, a firmar, consiguiendo a cambio casi lo que quieran,
sin apenas limitaciones, ya sean de derechas, de izquierdas o de centro, en una
escena mercantilista que causa auténtico asombro y desesperación entre los
ciudadanos, cuando contemplan cómo un gobierno que debiera luchar por su salud,
como primera y más importante prioridad, lleva a cabo una denodada lucha para
sobrevivir, por encima de todo y de todos, negociando con cualquiera, como si
de mercaderes se tratara, que ceden y conceden lo que sea necesario para seguir
en la poltrona.
A tal extremo ha llegado el presidente del gobierno, que a
espaldas incluso de su consejo de ministros, y de las organizaciones
empresariales y sindicales, ha firmado un documento con los independentistas
vascos más radicales, en el que se comprometen a derogar íntegramente la reforma
laboral, lo que ha hecho saltar por los aires todas las alarmas en todos los
estamentos sociales, que han puesto él grito en el cielo ante semejante
soberbia e irresponsabilidad puesta de manifiesto con la firma de este documento.
Ahora, sus actuales compañeros de viaje en el mantenimiento
de la legislatura, se preguntan qué pueden esperar de quién actuando por su
cuenta, toman las decisiones que en cada momento más les convengan, sin
tenerlos en consideración, ni consultarlos, como ha sucedido en esta ocasión, o
como cuando pactaron con Ciudadanos, para sacar adelante una prórroga que tenían
en precario sacar adelante, y que confirma el hecho de que la política para
este extraño y desconcertante gobierno, es puro mercadeo, al margen de una
ciudadanía que está sufriendo lo indecible, y que contempla con estupor, las
malas artes y maneras del presidente del gobierno, que se está ganando a pulso
eltítulo de mercader de la Moncloa.
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