viernes, 1 de diciembre de 2023

No somos culpables

Nadie puede serlo, nadie que provenga del pueblo llano y trabajador, del ciudadano que pelea cada día con su destino, con su suerte, con las interminables veinticuatro horas que le esperan desde el ocaso hasta el alba, con las que se enfrentará el resto de su vida, intentando pasar por encima de las incontables circunstancias negativas que habrá de afrontar y disfrutando de las pequeñas grandes satisfacciones que de vez en cuando le deparará una existencia que no eligió en su momento, pero que afrontará sin que se enrede en estas abstractas consideraciones, que a ningún lugar le llevará.

No somos culpables, en ningún caso, de sufrir las perversas consecuencias derivadas de los actos y decisiones de unos gobernantes, que elegimos sobre la base de un programa de gobierno y de unas promesas alardeadas en su momento que no llegaron a llevar a cabo, que nos llevaron a engaño y nos condujeron a una errónea elección que habremos después de lamentar, cuando instalados en su sólida posición, se desdigan, nieguen o afirmen haber cambiado de opinión, siempre, como no, para mejor servir a una ciudadanía, que entonces ya, sin margen de maniobra, nada puede hacer, salvo un recurso al pataleo que a ningún lugar le ha de llevar.

La situación política actual ha quedado determinada por la conformación de dos bloques, uno de los cuales, el ganador, fue elegido por quienes confiaban en un programa electoral, que a la postre no se corresponde con lo que se prometió, utilizando este vacío para, utilizándolo como moneda de cambio, mercadear con los beneficiados,  y conseguir formar gobierno, lo que ha irritado profundamente a sus oponentes, a parte de sus fieles, y a un importante sector de la población, que le recriminan esta compra venta,  y han dejado satisfechos a la mayoría de los suyos, que no necesitan plantearse este hecho, aunque no lo esperaran, ya que colma los deseos de ver a los suyos en el poder.

No podemos considerar culpables a éstos últimos por haberlos votado, es su libre e indiscutible opción, aunque hayan sido, si no engañados, sí han falseado su discurso por parte de unos políticos que no incluyeron en su plan de gobierno la medida que ha causado una colosal controversia, y que está llevando a la población a una situación como hace muchos tiempos que no se vivía en este País, polarizado en dos extremos, a favor y en contra de una medida extrema, no contemplada ni divulgada antes de las elecciones, y que está siendo objeto de discusiones y controversias a nivel de calle, barra y ascensor, llegando incluso, y esto es lo más lamentable, a nivel familiar, laboral, incluso de amistad, que siempre ensombrece la vida social por sus perniciosas consecuencias.

No somos culpables de soportar a una clase política cuyos componentes no se respetan, que llegan al insulto y a la descalificación con harta frecuencia, que no dedican su tiempo al servicio público como es su obligación, tal como prometieron en su momento, cuando necesitados estaban de votos, sino a su exclusivo interés de una desmedida ambición personal.

No es la política el arte de la perversión, sino los políticos que la desvirtúan con sus inconfesables manejos y su ambición sin límites, que les lleva en unos casos a mentir para conseguir su fines, a ocultar sus aviesas intenciones y en otros a asegurar que todo lo hacen por los ciudadanos, cuando no por España, que es el colmo de la hipocresía más abyecta.

No necesitamos salvadores, no precisamos de mesías que nos rediman, somos ciudadanos que confiamos el poder que nos corresponde por derecho, a quienes democráticamente son elegidos por todos, sin artimañas sin engaños, sin usos indebidos y absolutamente repudiables de las instituciones y los poderes de un Estado Social y de Derecho, que no les corresponde a ellos, que no pueden utilizar a su antojo saltándose la división de poderes, sin la cual, la democracia brilla por su ausencia al perder todo su sentido.

Rechazo todo dogmatismo y subjetividad al analizar éstos hechos (aunque reconozco que esto último es sumamente complicado), al escribir estas líneas, todo partidismo que no haría sino contaminarlo todo, ya que no me inclino por una u otra opción, de hecho no soy votante desde hace ya muchos años, descontento no con la política, que juzgo necesaria, sino con unos políticos que no representan a nadie, salvo a sus inconfesables intereses personales, que de ninguna forma deberíamos admitir, soberbios, ególatras y con una ausencia total de escrúpulos, que ocultos bajo un disfraz de salvadores patrios, pretenden eternizarse en un poder que no les corresponde ni hemos solicitado.

No somos culpables, pero quizás debiéramos tentarnos la ropa, la mente, y el espíritu que nos anima cada día, para concienciarnos de que los titulares de nuestras vidas y haciendas no son quienes se sienten con derecho a manejarlos a su antojo, una vez obtenidos los votos  necesarios, sino a rendirnos cuentas de ello, y a cesar en su  cargo y su empeño, cuando incumplen en el mismo, cuando abusen de él, o en último caso, cuando quienes los eligieron, pública y manifiestamente los rechacen, algo que desafortunadamente está muy lejos de sus posibilidades, ya que la expresión pública de sus opiniones políticas, se limita a una escueta papeleta introducida en las socorridas urnas. Fuera de ahí, el ciudadano de a pie, no tiene otra opción, salvo salir a la calle y mostrar su desacuerdo, algo siempre problemático, con todo el riesgo que ello conlleva. Tampoco de esto, el sufrido ciudadano, es culpable.

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