lunes, 7 de abril de 2025

Moneda de cambio

 Se nos agotan los argumentos para continuar descalificando a un gobierno que utiliza descaradamente el infame recurso de cambiar inmunidad por votos, privilegios varios por apoyos, concesiones dinerarias y en especie por fidelidad, cesiones competenciales por mirar hacia otro lado, y en fin, cuanto puedan requerir los de siempre, con el objeto de satisfacer sus cuitas a cambio del apoyo necesario para seguir atados al poder, incluyendo a sus socios de coalición, tan remisos antaño cuando tan alejados estaban de unas esferas que entonces detestaban por  acomodas y burguesamente inmovilistas, y a las que hoy se adhieren, siguen y disfrutan con auténtica fruición, una vez que han comprobado lo fácil que es imitar comportamientos, transgredir sus trasnochadas éticas, y  dejarse llevar por la inercia del poder, dónde tan confortablemente se encuentren.

Apenas se molestan ya tratando de disimular sus trapicheos políticos con quienes intercambian sus interesados y mercantilizados devaneos, utilizando la moneda de cambio oportuna, algo que por otra parte ya no sorprende a una ciudadanía harta y cansada de estas malas e infames artes, que han llegado ya a interiorizar como algo habitual y corriente en política, cuando en realidad son prácticas detestables y profundamente antidemocráticas, que este gobierno está llevando a cabo desde hace ya demasiado tiempo, convirtiéndolo en algo habitual, que suelen sacar adelante con el beneplácito de los independentistas que han encontrado un auténtico filón en este ejecutivo al que exprimen sin rubor, a sabiendas de que cederán siempre que los garanticen su continuidad en el gobierno.

Dispuestos están a utilizar cualquier moneda de cambio, ya sea motu propio o a demanda, llegando incluso a sugerir parar una huelga en Renfe   a cambio de ceder la competencia en los Rodalíes catalanes, ya que todo se compra y se vende, nada queda al margen de una posibilidad de sumar días a pasar uno más en La Moncloa, residencia del jefe del ejecutivo que posee una ambición de poder tan desmedida, que no le importa que en Europa lo señalen ya como un consumado aprendiz de autócrata que no repara en nada para seguir en el cargo, recurriendo cada vez con mayor frecuencia al decreto si lo considera necesario o a otras artimañas para evitar dictámenes preceptivos de organismos oficiales que de otra forma podría complicar sacar adelante sus oscuras y siniestras maniobras a las que nos tiene acostumbrados.

El último ejemplo de este perverso modo de gobernar, es el de la utilización de los menores migrantes como moneda de cambio, repartiéndolos por las comunidades autónomas, privilegiando a Cataluña y el País Vasco y perjudicando  a otras, en una maniobra que persigue, como siempre, obtener su favor que se sustanciará en apoyos parlamentarios que los mantengan en el poder, todo ello en un malévolo, sucio y rechazable  juego político, al que recurren sin inmutarse, pretendiendo disfrazarlo de un modus vivendi político perfectamente ético, cuando no es más que un siniestro, tenebroso y truculento modo de ejercer la política, con una codiciosa ambición, sin escrúpulos de ningún tipo y con una ausencia absoluta de la necesaria y honesta dignidad de la que carece por completo.


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