viernes, 6 de agosto de 2010

DONDE FUERES HAZ LO QUE VIERES

Gracias a esa maravilla procedente ya, quién lo diría, del siglo pasado, que dimos en denominar Internet, casi nadie ya en este mundo puede sentirse un personaje anónimo, secreto o invisible para los demás, y así, si te mueves con cierta frecuencia por sus denominadas redes sociales, comprobarás que localizarte, descubrirte, saber que has sido reconocido, localizado e invitarte a unirte a determinados grupos o personas individuales no es nada complicado, sino más bien al contrario, puedes llevarte la sorpresa de que alguien a quién no ves hace muchos años, ha dado contigo, sabe de ti, y desearía encontrase contigo en ese espacio virtual, inmenso y poderosamente atractivo que son los espacios comunes, los lugares de encuentro que denominamos redes sociales y que tienen el don de poseer un formidable poder de reunión y convocatoria para acercar a los seres humanos
He sido maestro de escuela durante muchos años, ejerciendo tanto en el ámbito rural – en unos idílicos pueblecitos de Segovia llenos de encanto - como en el urbano. El paso de aquel a éste, fue sino traumático, sí considerable, al enfrentarme a otro entorno, otro ambiente, otros niños – aquellos parecían ser de otro mundo, comparado con los de la ciudad, a los que jamás tuve que mandarles callar, respetuosos hasta casi la sumisión – y, cómo no, otros padres, cuya relación con el profesor – aquí ya no era el Sr. Maestro, sino que de inmediato y sin más, adquirí el título de profesor – era radicalmente distinta, aunque esa es otra historia que nos ocuparía un relato entero y no deseo alargarme en exceso.
Mantengo en Internet un blog personal, varias páginas web y cuenta en el inefable Facebook, al que dicen que si no perteneces, no existes, lo cual es una soberbia majadería, pero no deja de ser un punto de encuentro con todo su potencial positivo y cómo no negativo. A través de estos medios me han encontrado y contactado antiguos alumnos, invitándome a unirme a ellos, lo cual he hecho sin dudarlo.
En algún caso han dado con mi blog en el que deposito con cierta frecuencia todo tipo de pequeños artículos de opinión, y esto ha dado motivo para que se pusieran en contacto conmigo, permitiéndose el lujo de debatir con su antiguo profesor, acusándole en ocasiones incluso de falaz al estar en desacuerdo con el contenido de algún tema vertido en el blog, lo cual me ha proporcionado, al mismo tiempo que una agradecida sonrisa, un significado toque de atención que creo debo tomar en cuenta. Nos da ocasión al mismo tiempo para recordar aquellos preciosos momentos de relación profesor-alumno, irrepetibles, y de intercambiar fotos y anécdota de aquellos maravillosos años.
Hace poco tiempo, un antiguo alumno, Francisco, se puso en contacto conmigo desde Austria, donde reside y trabaja. Localizó mi blog y me escribió comentando un artículo mío que había leído. Se preguntaba - siempre dirigiéndose a mí con un “usted”, sumamente respetuoso y que después le dije que olvidara – si le recordaba, pues han sido muchos los alumnos que tuve en los largos años que ejercí. Por supuesto que me acordaba de él, excelente alumno, al igual que su hermano que también lo tuve de discípulo, capaz e inteligente como demostraría después, hijos ambos de unos padres admirables, buenas personas, humildes, trabajadoras y siempre respetuosas con los profesores – no era moneda corriente entonces y menos aún lo es hoy en día para desgracia de los hijos, profesores y educación en general - que se desvivieron por darles lo mejor a sus hijos.
Le pido que me hable de su estancia en Austria y a renglón seguido me responde, ya con un forzado tuteo que le agradezco. Son cinco años ya los que lleva en Austria, país al que llegó sin conocer el idioma y donde hasta el clima se pronunciaba con extrema dureza – llegó a medir veinticinco grados bajo cero – trabajando en lo que encontraba y sufriendo de una soledad que estuvo a punto de hacerle abandonar. Durante seis meses estudió el Alemán en televisión, al cabo de los cuales, empezó a darse cuenta de que lo entendía – habla varios idiomas más – lo cual le facilitó la comunicación y la posibilidad de conocer a gente lo que le permitió que nuevas y felices expectativas se abrieran ante él.
Encontró por fin un buen trabajo y comenzó a sentirse a gusto en un país, que como él dice no es mejor ni peor que el suyo, sino diferente. Me refiere una anécdota sumamente elocuente, práctica y digna de tener en cuenta y que constituye el punto de partida, la base y el origen de estas líneas. Una amiga suya que vive en Australia, le dio el mejor consejo que jamás pudo oír en sus circunstancias: “Dónde fueres, haz lo que vieres”. Dicho y hecho. Se aplicó el cuento y lo llevó a rajatabla.
A partir de entonces todo cambió. Conoció a nuevas gentes, se integró en su mundo y comenzó a ser feliz en un país extraño. Estas actitudes son perfectamente válidas para cualquier persona que necesita emigra a otro país, y así, podrían ser aplicable por la numerosa inmigración que se desenvuelve en España y que tiende, en su mayoría, a aislarse, formando guetos que les llevan a ellos y a nosotros a sembrar desconfianzas y malentendidos, y por ende, a la incomunicación y a la incomprensión.
Supongo que no será fácil, que supondrá un esfuerzo por parte de todos y que no significará que tengan que hacer dejación de sus costumbres. Ahí tenemos el ejemplo y la experiencia de Francisco, mi antiguo alumno y hoy amigo, al que desde aquí envío un abrazo.

1 comentario:

Paco Bernal dijo...

Hola!

Muchísimas gracias. De verdad.

No lo había leido en su momento y me ha emocionado mucho. Yo también tengo muchos recuerdos de aquellos años y mi hermano y yo, ahora ya adultos, muchas veces nos maravillamos de que, con los medios que teníais, fuerais capaces de hacer lo que hicísteis.

Años después de que aprendiera matemáticas y ciencias contigo, otra profesora (de matemáticas también, por cierto) nos dijo que profesores hay muchos, pero que maestros, personas que en realidad te enseñen a vivir, hay muy pocos. La fórmula de la raiz cuadrada se olvida, pero el ejemplo moral queda ahí y te acompaña por el resto de la vida.

Tú has sido para mí y para mi hermano un maestro. Ahora, además, un amigo.

Un abrazo fuerte y, para cuando vaya a Madrid, queda pendiente ese café.

Paco