viernes, 13 de julio de 2012

FUNCIONARIOS DE NEGRO

En tiempos ya un poco lejanos, existía la figura del opositor que, procedente de los pueblos y ciudades se desplazaba a la capital de la provincia y sobre todo a la capital de España, donde dedicaba unos buenos días a buscar una pensión dónde alojarse a un precio módico que le permitiese afrontar los gastos que le iba a ocasionar una estancia de a veces años, hasta que lograba aprobar la oposición, no siempre a notarios o similares, a la altura de muy pocos, sino a auxiliares administrativos, subalternos de ministerios y otras que les reportase un trabajo seguro de por vida.
Una vez encontrado el alojamiento y seleccionada la academia donde preparar el temario de la oposición, el sufrido opositor se encerraba en su habitación, bien sólo, bien con un compañero - lo cual repercutía favorablemente en el importe de la mensualidad correspondiente - y allí se eternizaba durante el tiempo que le quedaba después de asistir a las clases, rodeado de sus temas y apuntes que habría de repasar una y mil veces, con el fin de a afrontar con las máximas garantías los duros exámenes.
No siempre el opositor conseguía su objetivo que no era otro que el de aprobar la plaza y entrar a formar parte del personal del ministerio o institución pertinente, sino que suspendiendo en alguno de los ejercicios, se veía obligado a intentarlo de nuevo, siempre que su posición económica se lo permitiera y su moral estuviera a la altura de las circunstancias. Aprobar a la primera, ya se sabía, era harto complicado, por lo que generalmente estaba preparado para asumir este reto.
La vida en la pensión tenía bastante de romántica vivencia – analizada desde la perspectiva actual, claro está – no desprovista de una cierta sensación de soledad y desamparo, alejado de la familia y sin apenas conocer a nadie, siempre limitado económicamente y encerrado entre cuatro paredes en un pequeño, desangelado y frío espacio, con el espacio justo para pasar las largas horas de estudio, con la pequeña estufa de gas pegada a los pies para poder soportar los duros y largos inviernos que se avecinaban.
El café con magdalena para desayunar con el aliciente de los churros los fines de semana, la comida sencilla y frugal a los dos y media, la cena aún más comedida a las nueve, la ducha una vez a la semana y pagada aparte, el teléfono y sus fichas que devoraba sin cesar, en un lugar común sin intimidad alguna para conversar, y el servicio, único para todos los pensionistas al final del pasillo, eran su rutina diaria.
Paso ahora, con cierta frecuencia cuando voy a Madrid, por uno de esos lugares donde estuve en una pensión como la que describo, y me sorprendo siempre, de que pese a todo, fueron años muy felices para siempre recordar y, sobre todo, me sorprendo de la maravillosa y hoy apreciada ubicación de la pensión, ni más ni menos que en el centro de Madrid, en la Puerta del Sol, lugar emblemático como pocos, y que entonces apenas destacaba en aspecto alguno, salvo por pertenecer al centro de la ciudad.
Me desvío del tema central, me dejo llevar por el romanticismo y la ternura que despiertan en mí aquellos tiempos – que no fueron de opositor, sino de estudiante – y me olvido de los funcionarios de hoy, tan envidiados y vapuleados por su condición de trabajadores fijos, a perpetuidad, sin temor a despidos ni a represalias de ningún tipo, en oposición al resto de los ciudadanos con trabajo continuamente en precario, con un paro galopante y una inseguridad que llena de incertidumbre sus vidas.
Hoy, estos trabajadores tan acostumbrados a la crítica feroz y constante, ven como el gobierno se ciega con ellos – y con todos los ciudadanos, pero con ellos de una manera especial - aplicándoles unas durísimas condiciones económicas como si ellos fuesen los principales culpables de una situación que ni ellos ni los demás ciudadanos hemos causado.
Es por ello que yo, que también he sido muy crítico con este sector, he de reconocer que no merecen la extrema dureza con que los están tratando las instituciones en el poder, y por ello, me uno hoy a la protesta que ante sus centros de trabajo van a llevar a cabo vestidos enteramente de negro, color con el que quieren manifestar su descontento y con el que me he cubierto de abajo a arriba. Eso sí, con el mejor traje de riguroso negro que he podido encontrar en el armario. Faltaría más.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

De negro!he de vestirme de negro! ¿porque algun sindicato me lo indica?¿porque me manifiesto contra el PP?, ¿porque tengo que estar adotrinada en alguna de las muchas doctrinas de ESPAÑA?
No, hoy me niego a vestirme del color que alguien me manda, me visto como me da la gana, porque soy libre, porque no he robado, porque no me he comido los ahorros de los españoles, porque no he vivido por encima de mis posiblilidades, porque hace años que queria hacer huelga contra quien malgastaba y no se hizo, y porque estudie para una plaza de funcionario mientras otros dormian, pague academias, compre libros, hice cursos, realice practicas lejos de mis hijas, no conozco cancun ni cuba, solo mis libros y ahora mi plaza, NO, no me vestire de nada, si acaso me desnudare ante el populacho para que se desahoguen tirandome piedras de lo puteados que estan por el gremio politico al que hemos votado, el de ahora el de antes y a este paso el que vendrá . Deberiamos tener valor y soltarlos delante de los toros de los sanfermines, ¡pero no! vamos a por el vecino,el funcionario... ¿de que me suena esto? ¡otra vez! no eran los controladores los previlegiados....¡que pais el nuestro!

Teretiva dijo...

Gracias por apoyar a los que siempre han tenido mala prensa, más que por su eficiencia o ineficiencia, por la acción demoledora de los políticos que a ellos achacaban sus fallos (siendo los políticos los que determinan su trabajo) y a los que nunca reconocían el esfuerzo del que dependía su imagen pública. Nos están pulverizando, vaciando los bolsillos y echando basura sobre nuestras cabezas mientras ellos siguen gastando como locos el dinero que nos quitan en coches, banquetes, amiguetes y parientes con sueldos astronómicos, propagandas, viajes a partidos de futbol y olimpiadas, etc, etc.