miércoles, 4 de julio de 2012

UNA SINGULAR ADAPTACIÓN AL MEDIO

La teoría de la Selección natural – ya es hora de que se abandone un calificativo que no deja clara constancia de que no es una teoría, sino una constatación científica universalmente aceptada - afirma que ante la competencia de las distintas especies por la supervivencia, sobreviven las mejor preparadas, las que logran adaptarse al medio donde se desenvuelven, experimentando variaciones naturales que transmiten a sus descendientes a través de la herencia, y en consecuencia cada generación tiende a mejorar con respecto a la anterior. Aquellas especies que no logran adaptarse sufren las consecuencias ante el medio al que se enfrentan y desaparecen.
A esta verdad científica aún hay mentes obtusas que pretenden combatir con la, esta sí, teoría llamada creacionista, que afirma que toda la aceptación científica es falsa, y que todos los seres vivos los creó Dios, así como la Tierra a la que algunos atribuyen una edad de seis mil años - los Egipcios y civilizaciones anteriores debieron de contemplar su formación - en oposición a los cuatro mil quinientos millones de años que los científicos le atribuyen.
Creacionismo y evolucionismo (Darwinismo), son dos expresiones opuestas que se basan, la una en la fe, en la creencia sin demostración posible alguna en la intervención de un Ser Superior que todo lo crea, la materia y la vida, sin molestarse en buscar explicaciones científicas, sin dejar que la razón, ni la lógica humana intervenga, mientras que la otra, la evolucionista, se base en la observación, en el método científico y en la aportación que la inteligencia humana, desprovista de todo tipo de contaminación, fanatismo e intolerancia racional, pueda aportar la verdad demostrable y evidente.
La adaptación o acomodación al medio es una necesidad absoluta a la que han de someterse necesariamente todos los seres vivos entendidos como unidades inteligentes o no, así como consideradas en grupo, tanto si éste es mínimo como si hablamos de comunidades a cualquier escala, llegando incluso al máximo escalón al que podemos ascender, que no es otro que el planetario, considerado como una unidad global, individualizada a escala cósmica, donde la vida se abrió camino hace millones de años.
De todos es sabido la rudeza con la que la especie humana lleva tratando al medio en el que nos desenvolvemos desde que hace ya doscientos años comenzó la revolución industrial. Todo comenzó a cambiar desde entonces y no hemos parado en la progresiva degradación de los ecosistemas que sin pausa alguna nos hemos encargado de devastar desde entonces de un modo imparable y despiadado que cada día nos recuerda de múltiples formas que no somos nada ni nadie para sacrificar miles de especies, contaminar la tierra el aire y el agua y someter en definitiva a la vida al más cruel de los destinos: su desaparición.
Si trasladamos estas consideraciones a las vivencias diarias, y en concreto a nuestro País, podemos deducir que no somos los Españoles ciudadanos del mundo que se adapten con facilidad a las nuevas condiciones que los tiempos puedan deparar. Bastante deberíamos tener con la que nos ha caído encima desde hace varios años ya y lo que nos queda por soportar, ante lo cual, no nos queda otra que la de poner la otra mejilla, ya que al menos así, podremos ver repartida tanta bofetada materializada en múltiples y diversas formas que están consiguiendo que nuestra existencia se vea penosamente alterada de modo y manera que o nos adaptamos al nuevo medio que a la fuerza nos han impuesto o sufrimos las consecuencias que la selección natural impone.
Pero la sabia naturaleza, no sabe con quién se juega los cuartos. No es éste País de adaptaciones varias ni de selecciones impuestas que puedan obligarnos a cambiar a la fuerza con el objeto de mejorar la especie. Si hay que suprimir días festivos, reducir el denso y obsoleto santoral o anular la mitad de los días que duran las fiestas del santo/santa patrón/patrona, Darwin no contaba con nosotros, reduciéndose de esta forma su publicación a una mera e incompleta teoría sin validez universal.
Viví durante años en un pequeño pueblo que no obstante, durante las fiestas pudo permitirse durante años montar una pequeña plaza de toros – a base de carros, tablas y tablones – donde los mozos del pueblo se encerraban con unos enormes astados que ni los toreaban ni apenas se acercaban a ellos, simplemente los citaban de lejos y poco más, todo ello en un ambiente de tensión extrema debido al latente peligro que flotaba en el ambiente.
El presupuesto de esta absurda y temeraria atracción era enorme y llegó un año en el que el Alcalde anunció que el Ayuntamiento no podía sufragar semejante derroche. La respuesta no se hizo esperar. Una rebelión popular se extendió por todo el pueblo que quedó cubierto de pintadas, incluida la casa del Edil Municipal, reclamando el insensato espectáculo. No lo duden. Hubo toros para los cuatro mozos del pueblo.
Vivo ahora en una ciudad con aroma del pueblo que siempre fue y del que no ha podido desprenderse, donde las fiestas, basadas como no en los toros, duran siete días. Por supuesto ni han reducido en estos años ni van a reducirlas un solo día. Sobran la mitad, pero la Corporación Municipal – que por cierto y por increíble que parezca siendo de derechas, le va a pedir el IBI a la Santa Madre Iglesia – no va a eliminar ni días ni los consiguientes y excesivos gastos. Y es que aunque se condenen, prefieren cobrarle a los curas ante que tener que soportar una insurrección popular que puede acabar con su mandato.
Faltaría más. Diga lo que diga Darwin, aquí sobrevivimos sin necesidad de adaptarnos, y su Selección Natural, falla tanto como las leyes de la física en el denominado horizonte de sucesos de los agujero negros. Se dice entonces que se ha dado una Singularidad, la misma que se da en este País desde el principio de los tiempos.

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