jueves, 5 de julio de 2012

LOS CÓMICOS DE DIOS

Ellos, que siempre son los últimos, que a veces ni siquiera están cuando debieran, son los primeros en pronunciarse cuando determinados acontecimientos los reclaman por su extrema gravedad que debiera movilizarlos de inmediato, por su naturaleza humana que requiere su ayuda unas veces, su denuncia sin paliativos otras y en todos los casos su solidaridad, caridad y comprensión, saltan ahora a los medios de comunicación, como lanzados por un poderoso resorte, como impulsados por una fuerza de la que carecen en tantas ocasiones y manifiestan a viva voz, con el ímpetu que les proporciona su soberbia altanería y sin el menor sonrojo, que la Partícula de Higgs - el Bosón de Higgs - recientemente descubierto por la Ciencia, no derrumbará la teología.
Declaración patética donde las haya, que demuestra un estado de alerta permanente y a la defensiva ante cualquier pronunciamiento de la Ciencia que pueda comprometer su teoría creacionista en horas tan bajas que a ellos mismos les cabe ya la duda razonable ante el empuje de un método científico que todo lo prueba mediante la observación, la medición de los hechos, la experimentación y la conclusión a ojos vista de cuantos quieran y puedan quitarse la venda de los ojos y contemplar las verdades demostrables sin tapujos ni escrúpulos que nos limiten unas verdades cada vez más universales que tanto espacio les está restando a los que dicen creer sin más, a los que les basta con la fe y les sobran las demostraciones de la Ciencia.
Nadie los ha mencionado, nadie ha citado a la Iglesia – Católica, por supuesto – ni ha existido reto alguno hacia ella una vez que la partícula citada, que ya fuera predicha por Higgs hace un cuarto de siglo, fuera definitivamente descubierta y admitida por todos los científicos del mundo. Sin embargo, se han apresurado a proclamar que dicha partícula, la más elemental de todas y que da sentido a todas las demás partículas de la física cuántica, es ni más ni menos que la Partícula de Dios, que por supuesto fue su hacedor, con lo cual queda una vez más demostrada la teoría creacionista en la que en una semana el Hacedor despachó un universo, cuya existencia según los científicos más eminentes, no exige la presencia de ningún Dios.
Esta preocupación por los avances de la Ciencia, ha sido siempre motivo de continua preocupación y desasosiego para una Iglesia Católica que fiel a su soberbia, nunca admitió verdad alguna que la suya. Son tantos los casos en los que se empecinó en defender sus verdades que después fueron demostradas como falsas, que necesitaríamos de amplio espacio para citarlas. Tuvieron que rectificar, pero lo hicieron de tal manera y al cabo de tantos siglos, que la Ciencia ni se molestó en mencionarlo.
Científicos como Galileo y tantos otros, tuvieron penosamente que humillarse desdiciéndose, aún sabiendo que tenían razón, para evitar la tortura, el encarcelamiento o la muerte como les ocurrió a tantas víctimas inocentes de la arrogancia intolerante de una institución que tiene aún mucho que perdonarse, pero que fiel a su altivez de siglos es incapaz, ella que dice representar el amor, la caridad, la humildad y tantas otras virtudes de las que ha demostrado carecer a lo largo de su existencia.

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