Utilizando
los medios tecnológicos a su alcance, se dedican estos desagradecidos a
fotografiarlos en las aulas, o en situaciones deliberadamente comprometidas
acompañando las mismas con comentarios ofensivos y relatos varios con la pretensión
de desacreditarlos en un intento de incalificable maldad que no encuentra
justificación alguna, con el agravante de hacerlo de forma anónima y cobarde
valiéndose de instrumentos que les permiten alterar y tergiversar la realidad y
los hechos que presentan con la única intención de ofender a quien cada día dedica
su tiempo a abrir su mente al conocimiento.
He
dedicado casi toda mi vida a la enseñanza. He amado profundamente mi profesión
y me ha correspondido siempre con la inmensa satisfacción de contemplar cómo
día a día mis alumnos ampliaban sus conocimientos en las diferentes áreas que
tuve la suerte de impartirles. Más adelante, pasados los años, he seguido en
contacto con ellos, precisamente a través de esas Redes Sociales que nos han
permitido reencontrarnos y recordar aquellos hermosos tiempos en los que yo
enseñaba y ellos aprendían.
Pensar
que ahora utilizan esas tecnologías para insultar a sus maestros, me infunde
una tristeza, una profunda indignación que no logro entender, una injusticia
que no tiene justificación alguna y una dolorosa incredulidad hacia una
situación que pone en evidencia a una sociedad que alberga en su seno a estos
insensatos de los cuales poco se puede esperar, ya que con estas actitudes están
poniendo de manifiesto un total desprecio por la cultura, por su formación y,
sobre todo, por las personas que se volcaron en ellos y en su formación.
Pese
a las innumerables consideraciones que podríamos contemplar y que se dan en
esta enloquecida sociedad y que podrían alegarse como vacuas justificaciones o inútiles
eximentes para tratar de disculpar estos comportamientos, no encuentro, de
ninguna manera, que cualquiera de ellos que puedan hallarse, les sirvan de
disculpa, descargo o alegato alguno a su favor. Son la mayoría de ellos
personas en pleno uso de su razón con la suficiente capacidad para distinguir
el bien del mal, para discernir entre el respeto y el insulto y para
discriminar la libertad del libertinaje que conllevan sus actuaciones profundamente
reprobables, que buscan ofender, zaherir y causar dolor y sufrimiento a
sabiendas de que lo van a lograr con el perverso añadido de que lo hacen sin
dar la cara, utilizando para ello unos medios tecnológicos que no merecen tener
a su alcance.
Hay
cualidades humanas que nunca cambiarán por mucho que el tiempo pase y
evolucione la sociedad donde se ponen de manifiesto. El respeto es una de
ellas, la educación bien entendida es otra y la capacidad de sentir el agradecimiento
debido hacia otras personas es una más, entre las muchas que podrían citarse y
de las que carecen estos individuos carentes de la sensibilidad necesaria para mostrar
sentimientos como los citados. Yo como tanta gente de mi generación, después de
tantos años, recuerdo con respeto, admiración y agradecimiento a los maestros
que tuve en mi niñez, el mismo respeto que siento y que agradezco infinitamente
a mis antiguos alumnos que después de todo el tiempo que ha pasado siguen
recordándome con afecto. Gracias les doy
por ello y por permitirme compartir entonces no sólo mis conocimientos, sino unos
hermosos tiempos que siempre recordaré. Por todo ello les quedo eternamente
agradecido.
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