Los sufridos ciudadanos contemplan
cómo transcurren cada uno de sus días con una certeza y asombrosa continuidad
que no defrauda a nadie, sucediéndose los unos a los otros con una admirable parsimonia
y con una sutil suavidad casi transparente que los hace más llevaderos, más agradecidos,
más comprensibles, pero no por ello menos tozudos, sabedores de su incierto
contenido que los convierte en caballo de batalla diaria para tanta gente doliente,
afligida y quejumbrosa, para quienes los días poseen una carga excesiva en
horas, durante las cuales no pueden evitar oír y ver cuanto sucede en un lugar
donde les ha tocado vivir su destierro en unos casos, su abandono en otros y
siempre, casi siempre, la marginación y el extrañamiento dentro de su propio
País.
Hablo de esa cuarta parte de la
población que no tiene trabajo y que contempla su futuro con angustiosa
ansiedad. De quienes aún en una edad laboral aceptable, desesperan al mirar
hacia adelante y no ver perspectiva alguna, y ello con aún muchos años por
delante para llegar a una jubilación a la que quizás incluso lleguen demasiado
tarde. De quienes aún no han tenido ni una oportunidad de entrar en ese mundo
del trabajo y no tienen otra alternativa, siempre y cuando tengan la
cualificación solicitada, que salir de un País que no los quiere ni valora. De
quienes se les considera ya ancianos laborales, por el hecho de no cumplir ya
los cuarenta, aberración donde las haya, y que verán cómo sale el sol uno y
otro día sin nada nuevo que les aporte ilusión y esperanza alguna.
De esas espantosas cifras de
familias desahuciadas, expulsadas de sus casas por no poder llevar a cabo unos
pagos a los que sus precarias condiciones económicas no pueden hacer frente,
con el agravante de verse obligados a seguir pagando al banco que se queda con
el piso, mientras el gobierno y la oposición se reúnen, por una vez, para sacar a la luz una chapuza de
moratoria, insuficiente, irrelevante y ridícula que no resuelve nada, que sólo
es una tímida respuesta obligada por una sociedad que se lanza a la calle ante
una injusticia manifiesta que ya ha costado varias vidas y que ha dejado en la
calle a cientos de miles de ciudadanos indefensos ante una ley injusta y una posición
abusiva de los bancos que no dejan de recibir inmensas cantidades de dinero
tanto público como privado, como de una Comunidad Europea tan insolidaria como
inútil ante los problemas que acucian a sus ciudadanos, ocupados como están en
resolver sus propios problemas al margen de los demás.
Y qué decir de una justicia que da la espalda, como
siempre, pero ahora de una despótica forma, al implantar unas tasas que dejan
fuera del alcance de las posibilidades del ciudadano de a pie a la hora de
plantear cualquier pleito, por elemental que sea, al que tendrá que renunciar
por no poder afrontar su pago, como ocurre con la atención sanitaria, que
abandona a una gran parte de los ciudadanos, desamparándolos con continuos y
diversos gastos a la hora de afrontar los pagos de las recetas, de utilizar una
ambulancia, y, sobre todo, de necesitar un tratamiento que exija una operación,
lo cual puede llevarle meses de espera, empeñados además, en privatizar una
sanidad pública que nunca debería constituirse en un negocio.
Y así, llegamos a la educación,
a la formación y la investigación, con unos recortes que van a conllevar un
formidable atraso en un País que ya ocupa los últimos lugares en cuanto a nivel
educativo, formativo y de investigación, como demuestran las estadísticas que
sonrojan a cualquiera y que van a hacer retroceder a España hasta niveles
desconocidos en una sociedad moderna.
No podemos olvidarnos de las
Comunidades Autónomas, derrochadoras e insolidarias, cada una a su aire, con el
aporte de algunos dirigentes insensatos y de una necedad tal que raya en la
estupidez y en la insumisión que se aprestan a publicar a viva voz ante la
irracionalidad y el fanatismo radical de quienes les aplauden de forma irreflexiva
sin ser conscientes de adonde pueden conducirles sus pretendidos líderes en su
alocada huída hacia adelante.
Y a todo esto, sufrimos de un
gobierno que parece empeñado en llevar la contraria a sus ciudadanos, los
cuales contemplan con estupor cómo cada día toman nuevas y desatinadas medidas
que están logrando que la gente salga a la calle día sí y día también, de todos
los sectores, donde ya sólo faltan los jubilados, también lesionados en sus
intereses, que a este paso se unirán también a las manifestaciones con lo que
pronto veremos al País entero ocupando las avenidas, las plazas y las calles
constituyendo una masa tal, que confiamos en que por fin el gobierno abandone
su autosuficiente sonrisa y su chulesco talante, y reconozca por fin que este
País no se queja de vicio, sino que está sincera y enérgicamente adolorido.
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