viernes, 14 de diciembre de 2012

UN PAÍS ADOLORIDO

Los sufridos ciudadanos contemplan cómo transcurren cada uno de sus días con una certeza y asombrosa continuidad que no defrauda a nadie, sucediéndose los unos a los otros con una admirable parsimonia y con una sutil suavidad casi transparente que los hace más llevaderos, más agradecidos, más comprensibles, pero no por ello menos tozudos, sabedores de su incierto contenido que los convierte en caballo de batalla diaria para tanta gente doliente, afligida y quejumbrosa, para quienes los días poseen una carga excesiva en horas, durante las cuales no pueden evitar oír y ver cuanto sucede en un lugar donde les ha tocado vivir su destierro en unos casos, su abandono en otros y siempre, casi siempre, la marginación y el extrañamiento dentro de su propio País.
Hablo de esa cuarta parte de la población que no tiene trabajo y que contempla su futuro con angustiosa ansiedad. De quienes aún en una edad laboral aceptable, desesperan al mirar hacia adelante y no ver perspectiva alguna, y ello con aún muchos años por delante para llegar a una jubilación a la que quizás incluso lleguen demasiado tarde. De quienes aún no han tenido ni una oportunidad de entrar en ese mundo del trabajo y no tienen otra alternativa, siempre y cuando tengan la cualificación solicitada, que salir de un País que no los quiere ni valora. De quienes se les considera ya ancianos laborales, por el hecho de no cumplir ya los cuarenta, aberración donde las haya, y que verán cómo sale el sol uno y otro día sin nada nuevo que les aporte ilusión y esperanza alguna.
De esas espantosas cifras de familias desahuciadas, expulsadas de sus casas por no poder llevar a cabo unos pagos a los que sus precarias condiciones económicas no pueden hacer frente, con el agravante de verse obligados a seguir pagando al banco que se queda con el piso, mientras el gobierno y la oposición se reúnen, por una  vez, para sacar a la luz una chapuza de moratoria, insuficiente, irrelevante y ridícula que no resuelve nada, que sólo es una tímida respuesta obligada por una sociedad que se lanza a la calle ante una injusticia manifiesta que ya ha costado varias vidas y que ha dejado en la calle a cientos de miles de ciudadanos indefensos ante una ley injusta y una posición abusiva de los bancos que no dejan de recibir inmensas cantidades de dinero tanto público como privado, como de una Comunidad Europea tan insolidaria como inútil ante los problemas que acucian a sus ciudadanos, ocupados como están en resolver sus propios problemas al margen de los demás.
 Y qué decir de una justicia que da la espalda, como siempre, pero ahora de una despótica forma, al implantar unas tasas que dejan fuera del alcance de las posibilidades del ciudadano de a pie a la hora de plantear cualquier pleito, por elemental que sea, al que tendrá que renunciar por no poder afrontar su pago, como ocurre con la atención sanitaria, que abandona a una gran parte de los ciudadanos, desamparándolos con continuos y diversos gastos a la hora de afrontar los pagos de las recetas, de utilizar una ambulancia, y, sobre todo, de necesitar un tratamiento que exija una operación, lo cual puede llevarle meses de espera, empeñados además, en privatizar una sanidad pública que nunca debería constituirse en un negocio.
Y así, llegamos a la educación, a la formación y la investigación, con unos recortes que van a conllevar un formidable atraso en un País que ya ocupa los últimos lugares en cuanto a nivel educativo, formativo y de investigación, como demuestran las estadísticas que sonrojan a cualquiera y que van a hacer retroceder a España hasta niveles desconocidos en una sociedad moderna.
No podemos olvidarnos de las Comunidades Autónomas, derrochadoras e insolidarias, cada una a su aire, con el aporte de algunos dirigentes insensatos y de una necedad tal que raya en la estupidez y en la insumisión que se aprestan a publicar a viva voz ante la irracionalidad y el fanatismo radical de quienes les aplauden de forma irreflexiva sin ser conscientes de adonde pueden conducirles sus pretendidos líderes en su alocada huída hacia adelante.
Y a todo esto, sufrimos de un gobierno que parece empeñado en llevar la contraria a sus ciudadanos, los cuales contemplan con estupor cómo cada día toman nuevas y desatinadas medidas que están logrando que la gente salga a la calle día sí y día también, de todos los sectores, donde ya sólo faltan los jubilados, también lesionados en sus intereses, que a este paso se unirán también a las manifestaciones con lo que pronto veremos al País entero ocupando las avenidas, las plazas y las calles constituyendo una masa tal, que confiamos en que por fin el gobierno abandone su autosuficiente sonrisa y su chulesco talante, y reconozca por fin que este País no se queja de vicio, sino que está sincera y enérgicamente adolorido.

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