Esta obra cumbre del genial
Velázquez, de la pintura española y posiblemente del arte pictórico mundial, más
conocida por Las Meninas, afortunadamente propiedad del patrimonio de este País
– sorprendería saber la cantidad de obras de arte de todo tipo en manos de
otros países y no digamos de particulares del mismo país – y de poder exhibirla
en el museo del Prado, una de las más importantes pinacotecas del mundo, donde
todos podemos disfrutarla junto con el resto de las obras allí expuestas,
innumerables y magníficas, que dan testimonio de la capacidad del ser humano
para amar, crear y difundir la belleza a través del arte, una de cuyas
manifestaciones, la pintura, todos podemos admirar, seamos entendidos y
expertos o legos y profanos, con el objeto de disfrutar del sublime goce que su
contemplación puede depararnos.
Desde las ancestrales pinturas
rupestres, hasta las primeras pinturas prerrománicas, de origen religioso,
realizadas fundamentalmente al fresco, pasando por el románico y gótico con sus
tablas y retablos al óleo y al temple, que tratan el mismo tema, hasta llegar
al Renacimiento, el Barroco y entrar en los tiempos actuales, el ser humano ha
tratado siempre de plasmar sus sentimientos, emociones, su espiritualidad y
cuanto con el artista estaba en contacto, bien fueran seres vivos, inertes o paisajes,
tratando de retenerlos en la tabla o el lienzo, plasmándolos en el mismo con el
fin de eternizarlos, de detener el tiempo que no habría de pasar por ellos,
y que los sobrevivirían en un futuro al que el artista no podría asistir,
aunque sí pasaron a la posteridad como autores de las obras de arte que
crearon.
Sorprende y emociona
profundamente, cómo un especialista reconocido analiza, descompone y desmenuza
un cuadro, entrando en él, recorriéndolo y detallando cada una de sus
pinceladas, la luz, la perspectiva y el más mínimo detalle. El estudio de los
personajes nos revela la intención con que el artista los plasmó, lo que
revelan sus miradas, su situación en el cuadro, y así, llega a la conclusión de
las intenciones del pintor a la hora de llevar a cabo su obra, la escuela
pictórica a la que pertenece, los rasgos que denotan las influencias de uno u
otro maestro pintor y mil detalles más, que jamás pensamos puede sugerir un
cuadro por muy obra maestra que pueda ser.
Resulta increíble que pueda
llegar a existir materia suficiente como para escribir todo un libro o tratado
sobre una obra, pero es así, y existen numerosos casos en los que se analizan
los diferentes aspectos, tanto objetivos como subjetivos, consiguiendo con ello
descubrir ante los no iniciados todo un mundo de interpretaciones que el autor
quiere transmitirnos, toda una sinfonía plástica de colores, luces y sombras que
el pintor utiliza para llevar a cabo la materialización de su genialidad.
Estudiando Las Meninas,
muchachas en portugués, que originalmente se denominó La Familia, haciendo
referencia a la familia de Felipe IV plasmada en esta obra genial, el autor de
dicho estudio cita, pongo por ejemplo, cómo el pintor sustituye la tradicional
perspectiva óptica por la espacial, lo cual consigue distribuyendo con
perfección los distintos focos de luz en el espacio pictórico, quedando
ágilmente entrelazados, y cómo queda compensado la carencia de enlosado en el
suelo, con los marcos negros y la distribución de las figuras dispuestas en
perspectiva y cómo Velázquez distribuye los chorros de luz con el objeto de que
vayan enfocando o desenfocando a los personajes del cuadro.
Jamás imaginé que un cuadro
pudiera contener tanta información, que pudiera sugerir tantas páginas a un
entendido observador. Deberían tomar nota quienes se dedican a trastocar
continuamente los planes de enseñanza y a llenar de contenidos baldíos a que
nos tienen tan acostumbrados y dirigir sus ojos hacia el arte, hacia todas las
artes, desde pequeños, inculcándoles así y de una forma amena, el amor por la
belleza y el interés por la cultura, que les hará más libres, cultos y
responsables a la hora de conservar el valioso patrimonio que nos donaron los
genios del arte que nos precedieron desde los comienzos de la civilización.
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