Cuando oímos a los caudillos
bolivarianos dirigirse a gritos a la masa enfervorizada, lo hacen como si se
dirigieran a sí mismos, como si los ignoraran, tal es su egocentrismo y su afán
de endiosamiento que los lleva a mirarse en un espejo que refleja la más burda
y vulgar de las imágenes del tirano de turno, henchidos de un ego absoluto y de
un patrioterismo trasnochado, que no obstante utilizan con el fin de adoctrinar,
fanatizar y, sobre todo, subyugar y someter a sus fieles, que perdida su
capacidad de discriminar, debatir y en definitiva, pensar, se dejan llevar por
estos peligrosos individuos, capaces de llegar al poder a través de unas
elecciones democráticas, como ya en tiempos remotos sucedió con algunos
dictadores responsables de los más espantosos y crueles crímenes cometidos
contra la humanidad, lo cual resulta no sólo sorprendente, sino que supone un
hecho temerario, que debería hacernos pensar y reflexionar.
Y es que la primera impresión
que nos causan, una vez superada la sorpresa y la incredulidad inicial al
escuchar su vocerío vulgar, su tono desafiante y su discurso banal, cutre y
barriobajero, es la de incitar a la risa ante estos personajes, auténticos
bufones, histriones ridículos, actores de una farsa montada, según la cual pretenden
llevar a cabo la revolución, el cambio
radical de todas las estructuras de una sociedad para conducirla al paraíso, a
costa de hundir la economía nacionalizando empresas y sectores de producción
que son incapaces de sacar adelante, haciéndolo de una manera cortante, burda y
desafiante, acusando de paso a los países cuyas empresas expulsan, de todos los
males que acucian a su País,
Populismo le llaman a esta
forma de gobernar, lo cual equivale al auto ensalzamiento de estos peligrosos
personajes que pueden poner en peligro las relaciones internaciones entre
países e incluso llegar más allá, con sus incendiarios discursos llenos de
recursos de todo tipo a los que se aferran para ganarse a la población, que
llegado un momento, es incapaz de
discernir entre lo humano y lo divino, entiéndase, entre lo correcto y lo
incorrecto, lo popular y lo dicharachero, entre la verdad y el engaño, al que
en definitiva recurren para ganarse a los ciudadanos con el único y claro fin
de conseguir el poder.
Nos resultan ridículos,
absurdos, mezquinos, extravagantes, profundamente falsos y absolutamente
grotescos, ante los cuales no podemos evitar una amplia sonrisa y un claro
comentario de rechazo ante unos personajes que recurren tanto a Dios como al
diablo, aliándose con unos y con otros para conseguir sus fines, pero que no
obstante deberíamos tomar más en serio, ya que los desastres que causan, no
solamente en su País, sino en aquellos que poseen relaciones comerciales con
ellos, originan, como en el caso del nuestro, auténticos desastres económicos con
sus alocadas políticas de nacionalización.
Deberíamos, no obstante, y
salvando las claras y grandes distancias que nos separan, mirar a nuestra casa
y echar un vistazo a lo que en ella tenemos, a los dirigentes elegidos para
representarnos, para gobernar y para dirigir un País que se ha puesto en sus
manos. Un País que se encuentra sumido en una imparable recesión galopante que
le ha llevado a una cifra de ciudadanos desempleados que casi cuadruplica la de
los países europeos más avanzados y ante lo cual, los gobernantes no parecen
encontrar solución alguna, teniendo por única respuesta, el que cada palo
aguante su vela.
Pero afortunadamente, la
ministra encargado del empleo, más bien del desempleo, ha hallado una fórmula,
una solución, la pócima mágica y milagrera – nunca mejor dicho en un País
aconfesional - al anunciar públicamente
que va a recurrir a la Virgen del Rocío para que nos eche una mano. Y como
adelanto, en un acto oficial y ante los medios de comunicación, dio las gracias
a la virgen rociera porque según afirma, va a ser ella la que nos va a
solucionar la papeleta del paro.
No es una caudillita, ni habla
como los tiranuelos bolivarianos y compañía, pero las formas son intrínsecamente
iguales, ya que el ridículo logrado es de lo más parecido y el esperpento
alcanzado casi lo supera. Pero si al final sus plegarias son escuchadas, unidas
a las que los estamentos oficiales llevan a cabo con frecuencia por toda la
geografía patria, en ofrendas varias a vírgenes y santos, nos vemos rezando el
rosario cada uno de nuestros días. Por decreto.
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