miércoles, 1 de mayo de 2013

LA INCÓGNITA POR DESPEJAR

Tradicionalmente han sido las matemáticas la asignatura perversa que tantos sufrimientos ha deparado a los estudiantes, que veían en ella al monstruo vil y desafiante, capaz de proporcionarles duros y continuos dolores de cabeza a lo largo de la etapa escolar, desde las tablas de multiplicar cantadas a coro – excelente y eficaz método para aprenderlas – por aquellos tiernos infantes que fuimos en tiempos ya muy remotos, en aquellas escuelas unitarias repletas de niños bajo la batuta del venerable maestro, y la de niñas regentada por la respetable maestra, que había en cada pueblo, pueblito y aldea por pequeña que fuera y  por remota y alejada que estuviera, hasta las repelentes ecuaciones que permanentemente se interponían en nuestro camino, diversificándose y ramificándose, pérfidas ellas, en ecuaciones de primer grado con una incógnita, con dos incógnitas, de segundo grado, bicuadradas, con una solución unas, con dos otras y hasta con cuatro, las más malvadas, lo cual exasperaba al indefenso escolar, sólo ante el peligro que representaban las equis, las íes, las zetas y finalmente, todas ellas elevadas al cuadrado.
De esta manera, si teníamos problemas con la inalcanzable aritmética, el enfrentamiento con la física, para la cual aquella era básica e imprescindible, resultaba tarea imposible, ya que las matemáticas se hacían necesarias a cada paso que se daba en esta nueva disciplina, que nos obligaba a utilizar las ecuaciones que con tanto esfuerzo habíamos logrado superar, tratando de encontrar el oculto resultado de esas incógnitas que ocultaban tenazmente su valor y que con tanto trabajo finalmente hallábamos, con las que pensábamos que ya jamás nos volveríamos a encontrar en nuestro duro camino de bachilleres en ciernes.
Incógnitas que después de tanto tiempo pasado seguimos hallando en nuestro camino, que necesariamente no pertenecen al terreno de las matemáticas, que no exigen un método concreto para resolverlas y que se plantean, no a través del clásico problema en el que nos dan unos datos para con ellos descubrir otros, sino que se nos presentan de improviso, sin adelantarnos dato alguno, apareciendo cuando menos lo piensas, en diferentes lugares y situaciones, pero manteniendo en común con aquellas su capacidad para permanecer ocultas hasta el momento de descifrar su contenido.
Nosotros mismos, los seres vivos, somos una incógnita, un valor desconocido por hallar, por encontrar, por descifrar y llenar de valor y contenido a las eternas preguntas que nos den las oportunas respuestas con el objeto de saber quiénes somos, de dónde venimos y adónde vamos, incógnitas para las cuales no tenemos solución alguna, apenas suposiciones, apenas tímidos acercamientos y conjeturas, pero sin posibilidad alguna de encontrar un resultado exacto como obtenemos con los planteamientos matemáticos, donde a cada incógnita le corresponde una o varias soluciones rigurosas e inapelables, obtenidas mediante la utilización de unos métodos determinados y concretos, que en nada se asemejan a la contingencia humana, que nos hace aparecer en el Cosmos como seres no necesarios, aunque posiblemente muy numerosos, circunstancia que no obstante, no estamos en condiciones de afirmar con rotundidad, dado lo inmensamente insignificantes que somos ante un grandioso y majestuoso Universo de proporciones tan descomunales y gigantescas que nuestras mínimas capacidades no pueden ni sospechar.
Somos una incógnita cuyo valor quizás jamás llegaremos a despejar. Somos hijos de las Estrellas, integrantes de un grandioso, infinito y hermoso Universo, que apenas llegamos a observar en un grado infinitesimal, que nunca llegaremos a comprender y que sólo nuestra limitada imaginación puede soñar.

No hay comentarios: