miércoles, 4 de septiembre de 2013

CUANDO LLEGUE SEPTIEMBRE

Curioso País el nuestro, que tiende a paralizarse en determinadas fechas, ya sea en verano con las vacaciones estivales, a final de año con la excusa de la descafeinada y pseudoreligiosa Navidad, que se permite incluso el lujo de hacerlo en plena primavera, para desengrasar entre aquellos dos períodos, sacando las imágenes religiosas a la calle y celebrando sin pudor alguno, aunque con la excusa de una religiosidad más aparente que real, más comercial que devota, más profana que sagradamente piadosa, pero que proporciona una semana más de vacaciones, a sumar a los interminables puentes, fiestas nacionales, locales, provinciales y regionales, que asolan el panorama festivo nacional.
Y así llevamos mil años, inmutables, inasequibles al desaliento, que cambien ellos, nosotros a lo nuestro, España es diferente, amable y sumamente respetuosa con sus tradiciones, a las que por supuesto no renunciará jamás, así caigan chuzos de punta, no importa que llueva o escampe, o en el peor de los casos, vayamos camino del abismo, que es adonde parece que nos dirigimos en estos duros momentos, aunque el oficialismo pretenda aparentar lo contrario, con unas cifras de paro, de bajada del consumo, de recortes sociales y, sobre todo, algo que apenas suele salir a la luz y que estremece hasta los cimientos sólo citarlo, con una deuda que se aproxima al cien por cien del producto interior bruto, que hay que pagar cada día y que asusta pensar que no hay manera de obviarla, de marginarla, de no pagarla, ya que ello traería unas fatales consecuencias para una ciudadanía harta ya de tantas desgracias.
El título que ilustra estas líneas, es harto utilizado a la hora de expresar un devenir que se antoja, como mínimo problemático en unos casos, esperanzador en otros, y en el resto, una vuelta a la simple y vulgar rutina de siempre, de cada año, de la existencia pertinaz, machacona y tozuda que nos marca unas pautas a las que no podemos relegar ni aparcar como si de vulgares objetos inanes se trataran, ya que marcan nuestro destino año tras año y han de afrontarse, a ser posible, con el mejor de los ánimos, dispuestos a salir adelante pese a quien pese y a los inconvenientes que puedan surgir en el camino, muchos de los cuales, generalmente, ya se tienen presentes, sobre todo cuando no son sino la continuación de una crisis que ya dura demasiados años y a la que no vemos final por el momento.
El título de una conocida película, asociada a una canción con el mismo nombre, me ha sugerido el texto que figura en el encabezamiento y cuyo argumento habla de un millonario americano que durante el mes de septiembre tiene por costumbre dirigirse a una casa que posee en una ciudad italiana a reunirse con su amada. En esta ocasión, cambia su habitual rutina y lo hace en el mes de julio. Para su sorpresa, se encuentra con que su novia ha convertido la casa en un hotel, dándose todo tipo de situaciones entre los personajes, lo que da motivo para que una comedia de enredo tenga lugar en un escenario que se presta para ello como anillo al dedo al tiempo que la almibarada letra de la música, repite una y otra vez el mismo estribillo: cuando llegue septiembre, todo será maravilloso.
Sería genial que pudiéramos aplicarnos aquí ese soniquete tan optimista, en un desconcertante País, que nadie se explica cómo es capaz de soportar tanta desdicha, tanta fatalidad. Cuando despertemos del sopor veraniego, se desmonten los mini contratos temporales habidos en estas fechas y nos sometan a nuevos golpes de infortunio, regresaremos a la realidad y septiembre, me temo, no será tan maravilloso.

No hay comentarios: