martes, 17 de septiembre de 2013

DUENDES DE LA INFORMÁTICA

Esos seres minúsculos, de apenas unos decenas de centímetros, tan presentes en las leyendas populares, también conocidos como gremlins, gnomos o trasgos, cuyo término procede de la expresión del castellano antiguo, duen de casa, es decir, dueño de casa, por su tendencia a incordiar, revolver, y llevar a cabo todo tipo de travesuras en los hogares de tanta gente que incluso afirma haberlos visto merodeando por su casa, escondiendo todo tipo de objetos, tirándolos por el suelo, haciendo piruetas y por último llegando a hacerse invisibles para así poder llevar a cabo sus juegos con más tranquilidad y regocijo para ellos y mayor alarma y sobresalto para los habitantes de la casa, que lo relatan con tal realismo, que sus historias de duendes, parecen tener tintes de verosimilitud.
Para quienes llevamos muchos años relacionados con la informática, como es mi caso, en el que incluso gran parte de mi vida laboral la he desarrollado en el terreno de la enseñanza de la misma casi desde sus orígenes, los duendes han cobrado existencia desde siempre, sobre todo en los principios de esta tecnología, hoy tan avanzada, y que en aquellos principios, desde el Spectrum, el Amstrad o el Dragón, por citar algunos ordenadores de entonces, todo se desarrollaba con una extraordinaria lentitud, sin discos duros para cargar el sistema operativo y almacenar los datos y los programas, estos extremadamente rudimentarios, escasos y de lenta y desesperante ejecución, sin ratón, a base de extraños comandos y combinaciones de teclas, todo ello con una escasa potencia, pero eficaces ya, como los procesadores de texto y las hojas de cálculo, así como el omnipresente Basic de entonces, que junto con el MS-DOS, constituían toda la informática de ese momento, que pronto, con la llegada de los sistemas operativos gráficos como Windows y después con Internet, produjo un estallido de tal magnitud, que continúa imparable hoy, más de treinta años después.
Los famosos cuelgues del sistema operativo de Bill Gates, la complicadísima instalación del mismo a base de un montón de disquetes que en cualquier momento podía irse abajo por una mala lectura de la disquetera, un defecto del diskette o un mal funcionamiento del disco duro, la memoria, la placa, etc., constituían entonces el pan de cada día de los que nos enfrascábamos con fervor y entusiasmo en una tarea que no acababa ahí, ya que luego había que configurar multitud de funciones, de controladores, de elementos diversos que no siempre funcionaban bien y que había que repetir una y otra vez, iniciar y reiniciar todo, hasta que por fin conseguíamos una delicada estabilidad, que no daba fin a la configuración definitiva, ya que después había que instalar las correspondientes aplicaciones, que afortunadamente no eran muchas.
Y a funcionar. Arrancamos y cruzamos los dedos, y puede que arrancase, puede que se colgase,  puede que nos diese un mensaje de error de los múltiples existentes, que si la vga, que si la tarjeta de sonido, que si la memoria ram, la memoria rom, las irq, el disco duro, el famoso pantallazo azul, que nos obligaba a reiniciar y a tratar de localizar el problema, tarea que a veces nos obligaba a formatear y a instalar todo de nuevo, con una infinita paciencia, no exenta de ilusión y de un fervoroso empeño renovado. O puede que arrancase, oh inmensa satisfacción por el laborioso trabajo bien hecho y todo fuese como la seda, colmando todas nuestras esperanzas, y llenándonos de una inmensa satisfacción.
 Hoy en día, esos problemas han desaparecido casi totalmente y todo es más sencillo y a la vez más complicado, dado el hecho de que las aplicaciones son mucho más numerosas, con infinidad de opciones, que complican y dificultan su aprendizaje, aunque sea más intuitivo y ameno que en aquella época. Ya por entonces, y aún ahora, los duendes jugueteaban, traviesos como siempre, en el interior de los ordenadores de los que hablábamos de vez en cuando, como causantes de esos inexplicables fallos, errores y problemas que aún hoy continúan existiendo, y que se los atribuimos a esos simpáticos y diminutos seres que continúan trasteando con los circuitos, las tarjetas y los módulos, causando desaguisados sin cuento.
Eso es lo que debió de pasar en los ordenadores de Bárcenas, que el Partido Popular tenía custodiados según afirman. Sin duda fueron los duendes los causantes del estropicio, borrando los datos de los discos duros, actuando con sus afiladas uñas sobre las pistas de los discos, entre pícaras sonrisas, mientras pensaban en los sobres que habrían de recoger una vez terminado el trabajo, que esta vez, distracción incluida, iba a verse generosamente recompensado.

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