lunes, 2 de septiembre de 2013

EL ÚLTIMO QUE APAGUE LA LUZ

Una de la expresiones más populares relacionadas con el mundo del teatro, es sin duda la que se refiere al hecho de abandonar la escena en silencio, discretamente, procurando que nadie se aperciba de ello, saliendo por la parte opuesta a la embocadura, por el fondo del escenario, por la parte acondicionada para retirarse del lugar donde se desarrolla la farsa, es decir, haciendo mutis por el foro.
 Esta frase, tan conocida y socorrida tiene multitud de situaciones que recurren a la misma para expresar situaciones comprometidas, en las que alguien precisa ausentarse sin hacerse notar, procurando no dejar rastro alguno de su existencia, de la posible responsabilidad a que hubiere lugar y que no tiene deseo alguno de  afrontar, evitando así consecuencias desagradables, no deseadas, para lo que nada mejor que hacer mutis o como mínimo, lo que también se denomina medio mutis, que es lo mismo pero retornando a escena al poco, más adelante, quizás cuando la situación se ha resuelto, cuando ya no resulta ni embarazosa ni peligrosa para el susodicho sujeto.
El Gran Teatro del Mundo es el título de un Acto Sacramental de Pedro Calderón de la Barca, en el que describe la vida como una gran obra de teatro, en el que cada una de las personas representa un papel, escenifica una representación, de tal forma que cuando termina su vida, recibirá un premio o un castigo, según haya obrado en la misma, ya que sólo a través de la muerte se llega a la verdadera vida, y así, Autor, que es Dios, para festejar su grandeza, decide hacer una gran obra de teatro y reparte los papeles entre distintos personajes, Rey, rico, pobre, labrador, hermosura, religión y niño, a los que promete premio o castigo según su interpretación en el Teatro del Mundo, y así, unos irán al cielo, otros al infierno y el resto al purgatorio.
Desafortunadamente, esta justicia dista mucho de una realidad, en la que los hechos humanos, buenos o malos,  del tipo que fueren, se sustancian aquí, en la vida terrena y temporal, que es donde tienen lugar y donde causan sus beneficiosos efectos o sus devastadores estragos, que no siempre quedan satisfactoria y justamente juzgados, ya que ni los buenos son siempre reconocidos como tales, ni sobre todo, los malos son castigados como se merecen, ya que con demasiada frecuencia escapan a las  frágiles garras de la justicia, y puesto que no tenemos ni tendremos jamás constancia de que al menos vayan al infierno, la insatisfacción e intranquilidad que nos queda, nos dura de por vida, lo cual es una auténtica condenación para los buenos, para los que tampoco tenemos certeza alguna de que su destino sea el cielo.
En el llamado caso Bárcenas, y siempre según él, se hayan implicados, que no imputados, multitud de cargos del Partido que ahora están en el Gobierno, incluido su Presidente, a los que acusa, según los inefables papeles que el antiguo tesorero ha aportado a la justicia, de haber recibido sobresueldos durante varios años, mediante la entrega a los mismos de los archiconocidos sobres, conteniendo importantes cifras de dinero que algunos han reconocido que efectivamente cobraron, mientras que los más lo niegan.
El juez encargado del caso, ha comenzado a citar a diversos miembros del Partido y ha descubierto hasta la fecha, que al menos cincuenta y cinco de los citados en los papeles como perceptores de dichos sobresueldos, efectivamente los llegaron a cobrar, con lo que queda al descubierto una trama que tiene todos los visos de ser auténtica y que poco a poco se irá clarificando.
 Los últimos días han pasado por el juzgado varios importantes cargos del Partido, algunos de los cuales siguen en activo. Por sus declaraciones se deduce que tratan de evadir toda responsabilidad, dejando en evidencia a otros compañeros sobre los que la están depositando, incluido el Presidente. Si efectivamente es así, la situación del Presidente del Gobierno es absolutamente insostenible. En cualquier otro País de nuestra área, ya debería haber dimitido, al igual que su gobierno, pero estamos en un País en el que dimitir es palabra tabú, y ya estamos acostumbrados a que esta sea la norma, siempre inadmisible y antidemocrática en extremo.
Es la huída hacia adelante, la jugada que están tratando de llevar a cabo alguno de los implicados, tratando de cargar las culpas sobre otros, haciendo honor a aquellas expresiones que tan bien reflejan esta manera de escurrir el bulto, entre las que figuran las siguientes: a la desbandada, sálvese quien pueda, pies para que os quiero, corre que te pillo, las ratas abandonan el barco y el último que apague la luz y si es posible, que cierre la puerta, que aquí, como siempre, no ha pasado nada.

No hay comentarios: