miércoles, 25 de septiembre de 2013

LA MANIPULACIÓN DE LAS MENTES

Entre las muchas, variadas e incontables maldades que puedan atribuirse al ser humano, se encuentra la capacidad que siempre ha tenido para alterar las mentes de las gentes, maleándolas a su antojo, condicionando su pensamiento, la visión que tiene del mundo, de las cosas que le rodean y de la sociedad en la que vive, adoctrinándolas, siempre con claros fines partidistas, con el objeto de conseguir adaptar sus voluntades a su ideario, bien sea político, religioso o de cualquier otra índole, empleando para ello los medios a su alcance, controlando su educación desde temprana edad, con objeto de aleccionar unas mentes que se encuentran en pleno proceso de formación, robándoles de esta forma una libertad fundamental, esencial y única, que más adelante, cuando alcancen la adolescencia, quizás echen de menos, o quizás no lamenten su ausencia, porque su capacidad cognitiva, de lógica y razonamiento, de discriminación y contraste con la realidad, ha sido maniatada por quienes manipularon sus conciencias y sus mentes en aras de convertirlos en meros servidores al servicio de sus instructores, en esclavos de sus mentores, sin capacidad alguna de respuesta, sin posibilidad de debatir y discriminar, sin libertad de pensamiento, en suma.
En todas las civilizaciones, en todas las épocas por las que ha ido atravesando la humanidad, se ha dado esta utilización de las mentes de los ciudadanos por parte de los poderes establecidos. La política y la religión, fundamentalmente, poseen esta capacidad de manejo e instrucción dirigida, ya que por razón de su influencia en la sociedad y de su capacidad de llegar a grandes núcleos de la población, han sido siempre los principales artífices de esta macabra obra, que casi siempre comienza en los primeros años, en la educación más elemental, pero que puede desempeñarse y surtir su efecto en núcleos de una población de mayor edad, mediante la utilización de unas ideas que pueden calar en esos sectores y que pueden conducir a un fanatismo que puede degenerar en violencia.
El fascismo, en la Alemania de la segunda guerra mundial, llegó a calar en la población de tal manera que condujo a este País a un enfrentamiento militar con el resto del mundo, merced a la locura de un dirigente como Hitler, presa del odio que experimentaba hacia todos los seres humanos que no fueran de la pura y superior raza aria, lo que le condujo a la exterminación de millones de judíos, gitanos, homosexuales y representantes de otras razas que no perteneciesen a la pureza aria que consideraban superior a todas las demás, locura que aunque no caló en muchos sectores de la población, sí fue refrendada por grandes núcleos de la misma, no sólo forzada por la violencia ejercida por los nazis, sino por una joven población adiestrada, alienada, aleccionada y adoctrinada en el ideario nacional socialista.
El comunismo, ideal en el que tantos ciudadanos del mundo creyeron y confiaron, se reveló como una manipulación de las mentes y los cuerpos de los ciudadanos, convertidos en propiedad del Estado, a su servicio, sin posibilidad alguna de crítica y debate hacia un Partido omnipresente y omnipotente, donde no existían las libertades más elementales, donde todos las posesiones de las gentes y los medios de producción pertenecían al Estado, sin posibilidad alguna de superación personal, sin libertad de prensa, ni de expresión, ni de residencia, ni de elegir a los gobernantes, convertidos en dictadores que se erigían en salvadores de su pueblo, al que se reeducaba en campos de adoctrinamiento y trabajo si se salían del guión y  cometían la osadía de desobedecer los sagrados mandatos del Partido.
  Aquí, en nuestro País, muchos de nosotros, cuando apenas contábamos nueve o diez años, fuimos adoctrinados y manipuladas nuestras mentes no sólo en las escuelas, donde se impartía la llamada formación del espíritu nacional y el catecismo, sino en los campamentos del llamado frente de juventudes, donde se nos enseñaba una auténtica disciplina militar, premilitar la denominaban inculcándonos principios y valores fascistas que contrastaban con la inocencia de nuestras mentes, mientras entonábamos con auténtico fervor y entusiasmo, canciones e himnos de índole nazi, que nuestras tiernas mentes eran incapaces de comprender, mientras elevábamos el brazo en un gesto fascista, que afortunadamente más adelante muchos de nosotros fuimos capaces de rechazar con repulsa y hastío, sacudiéndonos el adoctrinamiento recibido, pero que seguramente otros no supieron o no tuvieron la suficiente capacidad discriminatoria para dejar atrás esa formación perniciosa que nos inculcaron a tan tierna edad y que influyó sin duda en su vida futura.
En estos tiempos, en pleno siglo XXI, algunos gobiernos de ciertos países, continúan ejerciendo ese destructivo adoctrinamiento en sus más jóvenes ciudadanos y en el resto de la población, y así tenemos el ejemplo de Corea del Norte, entre otros, donde la feroz represión hacia sus infelices ciudadanos, comienza en la escuela infantil, donde a los niños más pequeños se les enseña a amar, respetar y adorar al amado líder, que no es otro que el detestable tirano que dirige la alienante dictadura.
Pero me encuentro, que aquí, en nuestro País, en Cataluña, niños de doce años manifiestan su odio a España, se declaran independistas desde siempre y añaden que España se rendirá ante la Nación Catalana. Desconozco la formación que recibirán en la escuela y no quiero creer que se les adoctrine en este sentido, porque sería imperdonable y absolutamente rechazable. Más bien pienso que este aleccionamiento debe de proceder del ambiente familiar, lo cual consideraría no sólo plenamente equivocado, sino firme y tristemente rechazable por parte de quienes no respetan el libre pensamiento de sus hijos, muchos de los cuales, más pronto o más temprano, seguramente acabarán recriminándoles un adoctrinamiento impuesto, que les niega la libre capacidad de elección, decisión y discriminación, a las que todo ser humano tiene pleno derecho para ejercer disfrutar del libre albedrío, inherente a todo ser humano.

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