Si pudiera volver a vivir,
viajaría más liviano, comenzaría a andar descalzo al principio de la primavera,
contemplaría más amaneceres y jugaría más con los niños. Estos versos de Jorge
Luis Borges, dulce y melancólicamente vertidos en su hermoso y atribulado poema
Instantes, resumen de una delicada y bella forma, la pasión que sintió por la
vida, y que a sus ochenta y cinco años, de una manera no exenta de una sutil
pesadumbre, mezcla de nostalgia y amargo desconsuelo, lamenta no haberla vivido
más intensa y alegremente, más espontánea y fugazmente, derrochando aquellos
pequeños, pero a la vez grandes placeres de los que se privó en aras de llevar
a cabo una vida más práctica y diligente, más seria y aprovechada, más perfecta
y sin errores, pero ya es demasiado tarde para volver atrás, para rectificar,
para desandar el camino, porque sé que me estoy muriendo, dice el poeta con una
infinita y resignada tristeza.
Resulta profundamente admirable
la maravillosa capacidad de Borges para reconocer sus yerros y desaciertos a la
hora de vivir su vida, un poco tarde ya, según reconoce, pero quiere dejar
constancia de ello, de todo lo que pudo disfrutar intensamente con todas esas
pequeñas vivencias, tan mínimas como emocionantes cuando habla de amaneceres y
atardeceres, de tomar más helados, de hacer más viajes, de cometer más fallos,
de subir más montañas y nadar en más ríos, porque como asegura en otro de sus
versos, la vida está hecha de momentos, no te pierdas el ahora.
Es un sereno, amable y precioso
poema, donde todos nos vemos reflejados de alguna manera. Resulta muy difícil
sustraerse a su atractivo influjo, porque todos ansiamos volver a disfrutar los
buenos momentos pasados, sobre todo, cuando pudimos vivirlos más intensamente,
cuando pudimos haberlos multiplicado, pero no lo hicimos y ahora lo lamentamos,
con una mezcla de amarga dulzura y desencanto, que nos retrotrae a aquellos
momentos con renovadas ansias de volver y rectificar.
Pero como dice Borges en
Instantes, no hay posible marcha atrás, pero quizás sí tengamos aún tiempo para
aprender del pasado, y aunque el presente nos cierre la visión de un futuro
cierto, es posible que podamos tomar nota de los errores cometidos y tratar de
asumir menos problemas reales y más imaginarios, para intentar dulcificar una
existencia en estos tiempos harto complicada y difícil de llevar a cabo, cuando
tantos problemas ciertos, que no imaginados, nos acucian por todas partes, en
unos difíciles tiempos que nos ha tocado vivir, que no desearíamos, pero que
están ahí, a nuestro pesar.
Pienso en esa gente, y en tanta
pobre, paupérrima gente que vive la más vil de las miserias en ese tercer mundo
olvidado, donde apenas sobreviven en medio de la más absoluta pobreza, en
barrios marginados llenos de una insoportable inmundicia que nos hace volver la
cara cuando la contemplamos a través de los medios de comunicación, y pienso en
los marginados de todo orden que habitan este insolidario mundo, en los
refugiados que se ven obligados a abandonar su País, masacrados por su propio
gobierno, bien por las guerras, bien por el hambre que soportan mientras los
observamos cómodamente sentados.
¿Quién entonces puede afirmar
que siente pasión por la vida, por vivir, por existir, por disfrutar de los
placeres que ella nos ofrece, pese a todos los problemas y privaciones menores
que soportamos en occidente en comparación con lo que sufre ese mundo relegado,
olvidado y condenado de por vida al dolor y al sufrimiento?.
Nadie debería proclamarlo así,
nadie de nosotros tiene autoridad ni fuerza moral para ello. Y pese a todo,
debemos seguir viviendo y sintiendo esa pasión que nos permite contemplar cada
nuevo día, cada mañana, con sus pequeñas y grandes cosas, con sus alegrías y
tristezas, con esperanzas y frustraciones, con ilusión renovada cada día de
nuestra existencia, agradeciendo a la naturaleza el privilegio que nos ha
concedido de admirar su belleza y extasiarnos con la contemplación de un
universo que nos recuerda lo inmensamente pequeños que somos.
Si volviera a nacer, si pudiera
volver a vivir, trataría de no olvidarlos, de no marginarlos de mi existencia,
intentaría no acallar mi mala conciencia contribuyendo con unas migajas en
forma de donaciones, como hacemos
tantos, la inmensa mayoría, sino que trataría de hacer algo más que sentir
pasión por mi vida, por nuestra vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario