sábado, 21 de septiembre de 2013

PASIÓN POR LA VIDA

Si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano, comenzaría a andar descalzo al principio de la primavera, contemplaría más amaneceres y jugaría más con los niños. Estos versos de Jorge Luis Borges, dulce y melancólicamente vertidos en su hermoso y atribulado poema Instantes, resumen de una delicada y bella forma, la pasión que sintió por la vida, y que a sus ochenta y cinco años, de una manera no exenta de una sutil pesadumbre, mezcla de nostalgia y amargo desconsuelo, lamenta no haberla vivido más intensa y alegremente, más espontánea y fugazmente, derrochando aquellos pequeños, pero a la vez grandes placeres de los que se privó en aras de llevar a cabo una vida más práctica y diligente, más seria y aprovechada, más perfecta y sin errores, pero ya es demasiado tarde para volver atrás, para rectificar, para desandar el camino, porque sé que me estoy muriendo, dice el poeta con una infinita y resignada tristeza.
Resulta profundamente admirable la maravillosa capacidad de Borges para reconocer sus yerros y desaciertos a la hora de vivir su vida, un poco tarde ya, según reconoce, pero quiere dejar constancia de ello, de todo lo que pudo disfrutar intensamente con todas esas pequeñas vivencias, tan mínimas como emocionantes cuando habla de amaneceres y atardeceres, de tomar más helados, de hacer más viajes, de cometer más fallos, de subir más montañas y nadar en más ríos, porque como asegura en otro de sus versos, la vida está hecha de momentos, no te pierdas el ahora.
Es un sereno, amable y precioso poema, donde todos nos vemos reflejados de alguna manera. Resulta muy difícil sustraerse a su atractivo influjo, porque todos ansiamos volver a disfrutar los buenos momentos pasados, sobre todo, cuando pudimos vivirlos más intensamente, cuando pudimos haberlos multiplicado, pero no lo hicimos y ahora lo lamentamos, con una mezcla de amarga dulzura y desencanto, que nos retrotrae a aquellos momentos con renovadas ansias de volver y rectificar.
Pero como dice Borges en Instantes, no hay posible marcha atrás, pero quizás sí tengamos aún tiempo para aprender del pasado, y aunque el presente nos cierre la visión de un futuro cierto, es posible que podamos tomar nota de los errores cometidos y tratar de asumir menos problemas reales y más imaginarios, para intentar dulcificar una existencia en estos tiempos harto complicada y difícil de llevar a cabo, cuando tantos problemas ciertos, que no imaginados, nos acucian por todas partes, en unos difíciles tiempos que nos ha tocado vivir, que no desearíamos, pero que están ahí, a nuestro pesar.
Pienso en esa gente, y en tanta pobre, paupérrima gente que vive la más vil de las miserias en ese tercer mundo olvidado, donde apenas sobreviven en medio de la más absoluta pobreza, en barrios marginados llenos de una insoportable inmundicia que nos hace volver la cara cuando la contemplamos a través de los medios de comunicación, y pienso en los marginados de todo orden que habitan este insolidario mundo, en los refugiados que se ven obligados a abandonar su País, masacrados por su propio gobierno, bien por las guerras, bien por el hambre que soportan mientras los observamos cómodamente sentados.
¿Quién entonces puede afirmar que siente pasión por la vida, por vivir, por existir, por disfrutar de los placeres que ella nos ofrece, pese a todos los problemas y privaciones menores que soportamos en occidente en comparación con lo que sufre ese mundo relegado, olvidado y condenado de por vida al dolor y al sufrimiento?.
Nadie debería proclamarlo así, nadie de nosotros tiene autoridad ni fuerza moral para ello. Y pese a todo, debemos seguir viviendo y sintiendo esa pasión que nos permite contemplar cada nuevo día, cada mañana, con sus pequeñas y grandes cosas, con sus alegrías y tristezas, con esperanzas y frustraciones, con ilusión renovada cada día de nuestra existencia, agradeciendo a la naturaleza el privilegio que nos ha concedido de admirar su belleza y extasiarnos con la contemplación de un universo que nos recuerda lo inmensamente pequeños que somos.
Si volviera a nacer, si pudiera volver a vivir, trataría de no olvidarlos, de no marginarlos de mi existencia, intentaría no acallar mi mala conciencia contribuyendo con unas migajas en forma de donaciones,  como hacemos tantos, la inmensa mayoría, sino que trataría de hacer algo más que sentir pasión por mi vida, por nuestra vida.

No hay comentarios: