viernes, 15 de noviembre de 2013

LA HERENCIA ENVENENADA

No pocos casos ha habido y sin duda habrá, algunos de ellos con desenlaces dramáticos, debido a las herencias, causantes de multitud de desafortunados sucesos, con frecuencia trágicos, que han desembocado en bochornosos acontecimientos familiares, por desacuerdos, envidias y ambiciones desmedidas acerca de las transmisiones patrimoniales de padres a hijos, que muchas veces se han materializado en riñas, peleas y desavenencias varias, que han separado temporal o definitivamente a los diferentes elementos de la familia, por no llegar a un acuerdo amistoso, caso de no existir herencia escrita, o lo que es peor aún, que existiendo, se hayan mostrado incapaces de aceptar las disposiciones que sus ancestros les legaron y que obligan legalmente a todos los miembros que en ella se citan, y que no están dispuestos a aceptar, quizás por animosidad, rencor, celos y resentimientos diversos, hacia quien más pueda recibir, o por una simple y rastrera condición del avaro que desea recibir más que los demás.
En la Edad Media, el derecho de primogenitura otorgaba al primogénito – del latín primo y genitura, primero y engendrar – la totalidad de las tierras, los bienes y demás posesiones, con el fin de evitar la división de los mismos, con el consiguiente debilitamiento del dominio familiar. Hoy en día, las leyes contemplan la herencia y su regulación, que incluso la Constitución contempla, con el fin de dejar claramente sentadas las bases sobre este derecho que poseen los herederos, y que pese a ello, tantos conflictos siguen causando, generalmente debidos a una mala voluntad por parte de los legatarios, aunque no se pueden excluir otros motivos que puedan causar desacuerdos, pero que en ningún caso puede justificar las enemistades y problemas familiares a las que se llegan en ocasiones, algunas de ellas muy sonadas, divulgadas por los medios de comunicación acerca de personajes conocidos, famosos y famosillos varios.
Si hiciéramos un recorrido por la España más negra y trágica, sobre todo de las zonas rurales, hallaríamos trágicos sucesos con desenlaces fatales, que han logrado pasar a los anales de la más cruel de las mezquindades, donde los hijos, en desacuerdo con los padres y a sabiendas de la herencia que iban a recibir, acabaron con sus vidas de una forma trágica y brutal, fruto de una ambición desmedida que no tenía límites, y de una primitiva y salvaje ambición que les condujo a unos extremos de tal violencia, que todos ellos, los hijos, los herederos, de común acuerdo, decidieron eliminar a sus progenitores.
Pero hay herencias inmateriales, que no se soportan en los bienes materiales recibidos, sino en un ideario, una conciencia, un pensamiento una posición determinada ante ciertos aspectos de la vida y sus circunstancias, que nada tienen que ver con lo hasta ahora aquí expuesto, salvo en que se trata de un patrimonio o legado recibido de quienes los precedieron y a los que se sienten atados por unos invisibles y rígidos lazos, ante los cuales se sienten incapaces de liberarse, de marginarse, de dejar a un lado, con una insuficiencia manifiesta y atávica, con una ausencia total de una actitud crítica y positiva, con el objeto de llegar a conclusiones propias que les permitan observar el mundo con la imprescindible objetividad.
Es el caso del Partido Popular, heredero natural, según manifiesta en determinados posicionamientos que tienen que ver con el pasado Franquista, del que parece no poder desligarse y ante el que siempre actúa de una forma tibia y evasiva cuando de condenar o reprobar pública y notoriamente se ve obligado, bien sean hechos, bien se trate de signos o símbolos de aquella época, en un alarde de aparente aprobación o connivencia que parecen no poder evitar, pese a que seguro que en sus filas hay mucha gente que desaprueba estos comportamientos, gente joven fundamentalmente, que dudo mucho que aprueben estos comportamientos que parecen pesar como una losa sobre un partido político que en este aspecto parece anclado en un pasado que no debería, ni él ni ningún otro, aprobar ni aplaudir bajo ningún pretexto, ni eludir una condena sin ambages, de una época negra de la historia de este País, que continúa aún con un capítulo pendiente de cerrar, irrenunciable para quienes siempre querrán saber, porque tienen pleno derecho, dónde están los seres queridos que un día, en un pasado ya lejano, pero siempre para ellos presente, les fueron arrebatados por la fuerza para no volver jamás.

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