No pocos casos ha habido
y sin duda habrá, algunos de ellos con desenlaces dramáticos, debido a las
herencias, causantes de multitud de desafortunados sucesos, con frecuencia
trágicos, que han desembocado en bochornosos acontecimientos familiares, por
desacuerdos, envidias y ambiciones desmedidas acerca de las transmisiones
patrimoniales de padres a hijos, que muchas veces se han materializado en
riñas, peleas y desavenencias varias, que han separado temporal o
definitivamente a los diferentes elementos de la familia, por no llegar a un
acuerdo amistoso, caso de no existir herencia escrita, o lo que es peor aún,
que existiendo, se hayan mostrado incapaces de aceptar las disposiciones que
sus ancestros les legaron y que obligan legalmente a todos los miembros que en
ella se citan, y que no están dispuestos a aceptar, quizás por animosidad,
rencor, celos y resentimientos diversos, hacia quien más pueda recibir, o por
una simple y rastrera condición del avaro que desea recibir más que los demás.
En la Edad Media, el
derecho de primogenitura otorgaba al primogénito – del latín primo y genitura,
primero y engendrar – la totalidad de las tierras, los bienes y demás
posesiones, con el fin de evitar la división de los mismos, con el consiguiente
debilitamiento del dominio familiar. Hoy en día, las leyes contemplan la
herencia y su regulación, que incluso la Constitución contempla, con el fin de
dejar claramente sentadas las bases sobre este derecho que poseen los herederos,
y que pese a ello, tantos conflictos siguen causando, generalmente debidos a
una mala voluntad por parte de los legatarios, aunque no se pueden excluir
otros motivos que puedan causar desacuerdos, pero que en ningún caso puede
justificar las enemistades y problemas familiares a las que se llegan en
ocasiones, algunas de ellas muy sonadas, divulgadas por los medios de
comunicación acerca de personajes conocidos, famosos y famosillos varios.
Si hiciéramos un
recorrido por la España más negra y trágica, sobre todo de las zonas rurales, hallaríamos
trágicos sucesos con desenlaces fatales, que han logrado pasar a los anales de
la más cruel de las mezquindades, donde los hijos, en desacuerdo con los padres
y a sabiendas de la herencia que iban a recibir, acabaron con sus vidas de una
forma trágica y brutal, fruto de una ambición desmedida que no tenía límites, y
de una primitiva y salvaje ambición que les condujo a unos extremos de tal
violencia, que todos ellos, los hijos, los herederos, de común acuerdo,
decidieron eliminar a sus progenitores.
Pero hay herencias inmateriales,
que no se soportan en los bienes materiales recibidos, sino en un ideario, una
conciencia, un pensamiento una posición determinada ante ciertos aspectos de la
vida y sus circunstancias, que nada tienen que ver con lo hasta ahora aquí
expuesto, salvo en que se trata de un patrimonio o legado recibido de quienes
los precedieron y a los que se sienten atados por unos invisibles y rígidos
lazos, ante los cuales se sienten incapaces de liberarse, de marginarse, de dejar
a un lado, con una insuficiencia manifiesta y atávica, con una ausencia total
de una actitud crítica y positiva, con el objeto de llegar a conclusiones
propias que les permitan observar el mundo con la imprescindible objetividad.
Es el caso del Partido Popular,
heredero natural, según manifiesta en determinados posicionamientos que tienen
que ver con el pasado Franquista, del que parece no poder desligarse y ante el
que siempre actúa de una forma tibia y evasiva cuando de condenar o reprobar
pública y notoriamente se ve obligado, bien sean hechos, bien se trate de signos
o símbolos de aquella época, en un alarde de aparente aprobación o connivencia que
parecen no poder evitar, pese a que seguro que en sus filas hay mucha gente que
desaprueba estos comportamientos, gente joven fundamentalmente, que dudo mucho
que aprueben estos comportamientos que parecen pesar como una losa sobre un
partido político que en este aspecto parece anclado en un pasado que no
debería, ni él ni ningún otro, aprobar ni aplaudir bajo ningún pretexto, ni
eludir una condena sin ambages, de una época negra de la historia de este País,
que continúa aún con un capítulo pendiente de cerrar, irrenunciable para
quienes siempre querrán saber, porque tienen pleno derecho, dónde están los
seres queridos que un día, en un pasado ya lejano, pero siempre para ellos
presente, les fueron arrebatados por la fuerza para no volver jamás.
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