martes, 10 de diciembre de 2013

UNA CULTURA SOSPECHOSA

Sometidos como estamos a un permanente estado de recortes y a una continua y permanente merma de nuestros derechos sociales, políticos, económicos y de bienestar en general, apenas nos damos cuenta del avanzado estado de degradación al que llegamos cada día, cada semana, pues no existe un período superior a éste último, sin que tengamos noticias, siempre desagradables, de nuevos recortes y nuevas limitaciones de un bienestar cada día más irreconocible, en una ininterrumpida sucesión de acontecimientos negativos, que despiertan apenas ya una leve reseña en los medios de comunicación, una imperceptible protesta en los corrillos que se forman en el trabajo – si es que lo hubiere – en el pasillo de la comunidad de vecinos, en el ámbito familiar o en la reunión de amigos, que apenas tocan ya estos temas, no porque no les afecten, ni por sabidos, sino por un cansancio, sumisión o acatamiento, que resulta en extremo harto preocupante, dado el cariz que están tomando los acontecimientos que nos afectan tan directamente, y ante los cuales da la impresión de que ya no queda sino la resignación y el acatamiento.
Aquella expresión tan malvada de una falsedad repetida mil veces, acaba convirtiéndose en una reconocible verdad, viene a cuento en este caso, en el que unas medidas restrictivas que llevamos soportando años, sufriéndolas y denostándolas con una tozuda y desesperada constancia, terminan por agotar a una sociedad harta por tanto sufrimiento, por tantas y tan pérfidas agresiones, ante las cuales se encuentra y se siente inerme e indefensa, que llega a convencerse de que las cosas están ahí, están así, están como están, porque así quizás, vaya usted a saber, debe ser, porque es posible que antes todo estuviera mal, y esto, lo que ahora tenemos, entra dentro de los límites de lo normal, de lo correcto, llegando incluso a la conclusión de que a lo peor, estábamos equivocados, con lo cual se consigue que se dé la vuelta a la situación emocional del asunto que nos ocupa y se tergiversen los términos hasta el extremo de dar por bueno, lo que en realidad es una maldad incontrovertible.
Cansancio es la palabra que mejor resume quizás esta diabólica situación que mantiene a un País en un continuo estado de postración, siempre a la espera de que algo mejore, mientras que la respuesta obtenida nada tiene que ver con una esperanza que se diluye cada día que pasa sin que pueda albergar al menos una duda razonable en cuanto a un incierto futuro que se presenta para una ingente cantidad de una población que carece de trabajo, de esperanza y de una ilusión necesaria para justificar cada uno de sus días, en una espera frustrante y perversa, que destroza a las personas, las deprime profundamente y las reprime en una constante acción de agresividad social, ante la cual, los poderes encargados de ejercerla, se muestran insensibles ante tanto sufrimiento y tanta desesperación como crean con sus soberanos y soberbios dictados, ante los cuales se sienten legitimados, precisamente por el poder que les otorgamos en las urnas, y que no les dan la patente de corso, sino una autorización para que nos escuchen y obren a nuestro dictado.
Y una vez recogido el voto y cerradas las urnas, si te he visto no me acuerdo. Aquí se acabó la democracia participativa y de representación y comienza la democracia restrictiva y de exclusión, donde rige el despotismo ilustrado – más bien nepotismo interesado – donde ellos se lo guisan y se lo comen, sin contar con nadie, tomando decisiones al margen de los ciudadanos y de sus intereses, a los que no dan respiro con continuos sobresaltos que alteran su vida, su paz y su hacienda.
Y la última ya está aquí, no ha habido que esperar mucho. Han decretado la interrupción de las ayudas a las becas Erasmus en pleno curso, con lo que dejarían en la estacada a miles de estudiantes repartidos por toda Europa, entre los que han sembrado el desconcierto y la desesperación. La reacción ha sido de tal calibre, tal ha sido la protesta por doquier, que a su pesar, han tenido que rectificar.
Hace apenas unos días, se pavoneaban los medios de comunicación afines a la derecha, afirmando sin rubor alguno que la derecha ostentaba la supremacía moral por encima de la izquierda, a la que siempre, y con razón, se le ha otorgado. Con este ejemplo, uno más y con los recortes a las bibliotecas, museos, formación en general y tantos otros, dejan bien claro que la cultura no va con ellos. Sus intereses son mucho más elevados, mucho más prácticos, económicos, crematísticos y pecuniarios.
Con ellos, la cultura siempre estará bajo sospecha.

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