jueves, 26 de diciembre de 2013

MARCAS DE ESPAÑA


Andamos dando rodeos una y otra vez a ese invento más o menos virtual de la denominada Marca España, que resurge una y otra vez como el Ave Fénix, pues igual aparece constante e insistentemente y durante largos períodos de tiempo en cuantos medios de comunicación quedan a su alcance, como desaparece sin dejar rastro, casi sistemáticamente, como si este ir y venir estuviera cuidadosamente calculado, como si formase parte de una estrategia clara y definida que tuviera por objeto lograr unas metas que vaya usted a saber dónde se encuentran, cuyo destino final, se supone, es el de conseguir que no se olvide que está ahí, que fue creada para enarbolar muy alto el pabellón español con el objeto de que sea visible desde el resto del mundo y transmitirle nuestros mejores, más altos y conseguidos logros de un País que parece que no hace otra cosa que mirarse el ombligo, muy crítico en ocasiones consigo mismo, con abundantes leyes para todo, con normas y reglamentos que apenas se cumplen, y que en todo caso lo hacen mal, tarde y con resultados que en muchas ocasiones extienden una larga sombra de sospechas, dudas y desconcierto que descolocan y desconciertan al común de los ciudadanos.
Nos esforzamos, o más bien nos empeñamos en demostrarle al mundo los logros, progresos y hazañas conseguidas en todos los terrenos, ya sean sociales, políticos, económicos, deportivos y hasta culturales, pero da la impresión de que no nos hacen mucho caso, lo cual no debería extrañarnos, con el ambiente de corrupción y despilfarro que se respira por estos lares desde tiempos inmemoriales, acrecentado éstos últimos años por una continua y degradante escala de escándalos continuos, a todos los niveles, que incluso ha llegado a tocar a las más altas esferas institucionales, logrando con ello un salto a la fama internacional que no se les escapa al resto de los países que ven en ello una oportunidad más para desprestigiarnos, y con razón, viendo en ello una oportunidad de obtener réditos y beneficios políticos y económicos en una Europa que mantiene en este aspecto una dura rivalidad entre sus miembros.
Volviendo a nuestros logros que puedan prestigiarnos a nivel internacional, salvo los deportivos, en los que machacona y cutremente solemos apoyarnos, lo cual es un síntoma de debilidad y falta de recursos – conviene recordar que en el rey de los deporte, el atletismo, no somos nadie -  poco podemos ofrecer, sobre todo en una Comunidad Europea, cuyos principales y más punteros países, nos llevan años luz de distancia en todos los aspectos, que poseen una economía mucho más potente, firme, sólida y estable, donde cualquiera de ellos posee grandes firmas industriales y comerciales a nivel mundial, que nosotros no podemos poner sobre la mesa.
 Simplemente Italia, la menos fuerte entre los cuatro grandes, dispone de una potentísima industria automovilística envidiada en todo el planeta. En cualquier ciudad del mundo, al contemplar la estilizada silueta, el espectacular diseño y el peculiar bramido de un Ferrari, de un Maserati o de un Lamborghini, por poner algunos ejemplos – poseen otras importantes marcas – el observador asocia inmediatamente esta imagen a Italia, algo que jamás nos ocurrirá a nosotros, pues aunque fabricamos una ingente cantidad de automóviles, no poseemos ninguna marca propia, como disponen y en gran cantidad y con unas muy prestigiosas marcas que todos conocemos, países como Alemania, Inglaterra y Francia, además de poseer todos ellos importantísimas industrias petroquímicas, tecnológicas y comerciales, con las que España no puede ni de lejos competir, por mucho que nos esforcemos con destacar las escasas multinacionales que tenemos.
Resulta descorazonador pensar, que aquí se ha llevado a rajatabla aquello de que inventen ellos. Así nos va, con una capacidad casi nula de investigación, agravada por unos recortes que se han cebado en todos los sectores incluidos el tecnológico, la cultura y la formación, que conseguirán retrasar aún más a este País, haciendo inútiles cuantos esfuerzos se lleven a cabo por tratar de hacerlo presente en el Mundo, pues su imagen ya demasiado deteriorada, lo estará aún más con el paso del tiempo, algo que ya se está poniendo de manifiesto con el pésimo estado de abandono en el que están quedando multitud de infraestructuras.
Es triste pensar que aquí, en España, se llevaron a cabo loables intentos por levantar una industria como la automovilística, tan importante hoy en día, cuando gente emprendedora y audaz crearon la marca Hispano Suiza, un automóvil brillante, de lujo y competición que tuvo su vertiente en la fabricación de motores de aviación y transportes diversos y que consiguió importantes éxitos en el terreno del deporte, y que al final desapareció por falta de inversión, por dejadez y desidia, como ocurrió con los camiones Pegaso, también con una vertiente deportiva exitosa en un automóvil deportivo apenas conocido, con el tren Talgo que tuvo que ser patentado en Estados Unidos porque aquí nadie le dio importancia, con el autogiro de De la Cierva o con el submarino de Monturiol, por citar algunos frustrados y destacados intentos que se vieron relegados al olvido en unos casos, rechazados en otros y siempre subestimados por el imperdonable hecho de destacar.
Todos quedaron en la nada, o desarrollados allende nuestras fronteras, olvidados y marginados aquí, por una total desidia y una falta de visión que nos ha conducido a lo que somos y tenemos ahora. Demasiada Marca España, para tan pocas y limitadas marcas españolas.

jueves, 19 de diciembre de 2013

GRANDES Y PEQUEÑOS PERSONAJES


Mientras asistimos con profunda admiración a los funerales de Nelson Mandela, uno de los grandes personajes de los últimos tiempos, unánimemente respetado ahora, que no siempre, paseándolo durante diez días – dudo que a Mandela le encantara este eterno trasiego – por las calles y lugares más representativos, más emblemáticos y con una carga más simbólica de en su ajetreada y ejemplar vida pasada contemplamos a las decenas de mandatarios políticos que asisten a la eterna ceremonia celebrada bajo la lluvia, durante cuatro horas, cómo se deshacen en elogios y parabienes hacia ese gran hombre que fue Mandela, que sufrió prisión durante veintisiete años, negándose al chantaje que suponía la libertad que le propusieron en múltiples ocasiones a cambio de su silencio, de su retiro de la labor en la que se había empeñado, que no fue otra que la de liberar de la espantosa y ominosa esclavitud, el Apartheid, que oprimía a los ciudadanos de raza negra, prefiriendo continuar en la cárcel en un gesto que le honra, y al que sumará después, ya en libertad, otras grandes y generosas decisiones como la de obviar toda venganza hacia quienes le humillaron a él y a toda la población que no era de raza blanca, lo cual le sitúa como uno de los más grandes personajes humanos, y como un político hábil y generoso que la historia recordará siempre.
 Resulta grotesco y de un cinismo próximo a la más insolente hipocresía, contemplar cómo muchos de los líderes políticos asistentes a sus funerales, en tiempos pasados le tacharon de rebelde, próximo al terrorismo, personaje rechazable y violento, y que ahora le honran y alaban en sus discursos que medio mundo puede ver y escuchar, cuando cualquiera que se informe acerca del comportamiento de estos personajes con respecto a Mandela, no ignora que intentaron evitar que llegara al poder, ayudando a sus opresores con la venta de armas y oponiéndose al bloqueo que una gran parte del mundo mantuvo contra el odiado Apartheid. todo ello supone una absoluta demostración de descaro y desvergüenza hacia una persona que dedicó su vida a liberar a sus conciudadanos que representaban una inmensa mayoría de la población de Sudáfrica, que sufrían la opresión y las cadenas impuestas por parte de ese mínimo sector de la misma que suponía la omnipresente y tiránica raza blanca.
En el extremo opuesto, el de los personajes ruines, mediocres y sin escrúpulos, que jamás pasarán a la posteridad, sino que pronto caerán en el olvido por sus manejos y fechorías políticas, tendentes a dividir a la ciudadanía, a toda una Cataluña – no olvidemos que más o menos, la mitad de población no es independentista – que quedaría definitivamente fracturada en dos bloques, en dos sectores contrapuestos e irreconciliables, se encuentra este oportunista e intrigante personaje llamado Artur Mas, empeñado en seguir adelante después de fracasar estrepitosamente al adelantar las elecciones, pensando que conseguiría una mayoría absoluta que le dejaría las manos libres, cuando lo que se llevó, fue un sonoro y espectacular fracaso, perdiendo una importante cantidad de escaños, que le debería haber conducido a una elemental y lógica dimisión, que al no llevarla a cabo le obligó a caer en manos de Esquerra Republicana, que ahora le supera en expectativo de votos y que como consecuencia final, le ha llevado a seguir una loca e incalificable deriva soberanista cuyos traumáticos efectos son difíciles de predecir.
Nelson Mandela es un gran hombre, un personaje que quedará en los anales de la historia. Artur Mas, un intrigante personaje que no merece dedicarle una línea más.

domingo, 15 de diciembre de 2013

EL RETORNO INFINITO

La concepción filosófica que concibe el mundo como una repetición continua de sí mismo allí dónde se extingue, para volver a iniciarse, a crearse de nuevo, fue postulada por primera vez por el estoicismo, doctrina filosófica que se debe a Zenón de Citio en el 301 a.c., y que se conoce con el nombre del Eterno Retorno, que preconiza que una vez destruido el mundo, todo se vuelve a regenerar, para que todos los acontecimientos ya vividos vuelvan a tener lugar, entrando así en una infinita y eterna espiral que lo sume en una conflagración completa, donde todo arde en fuego, condición necesaria para que después vuelva a sus orígenes.
Dos mil trescientos años después de formulada esa concepción filosófica, pese a los inmensos avances habidos a lo largo de todos este tiempo y a la sofisticada tecnología que todo lo preside, de la cual tan ufanos nos sentimos, continuamos sin conocer nuestro universo, pues apenas somos capaces de contemplar cuanto tenemos al alcance de la mano y poco más allá, donde apenas podemos visualizar la luz de algunas galaxias, y deducir por métodos indirectos su distancia y algún dato acerca de su composición,  cuando los objetos más distantes observados por estos métodos, distan de nosotros apenas una milmillonésimas de milímetro a escala cósmica, lo cual nos habla de lo infinitamente pequeños y ridículos que somos en comparación con un majestuoso y soberbio universo del que desconocemos prácticamente todo.
Ni su origen ni, su desarrollo, ni su posible final, hemos logrado despejar definitivamente, y posiblemente jamás lo logremos – quizás porque no nos demos tiempo para ello – pese a las diversas teorías imperantes desde hace tiempo, teorías que se encuentran últimamente en entredicho, incluida la del Big Bang, tan absoluta e indiscutible hasta hace muy poco y cuestionada en una actualidad que ve cómo surgen otras nuevas, parecidas, conectadas, pero que de alguna forma la modifican, hasta el punto de que ahora está casi en retroceso, cuando se afirma que el universo pudo no tener un principio como antes se afirmaba, sino que existe desde siempre, iniciándose, expandiéndose y contrayéndose, para de nuevo volver al comienzo, en una infinita serie de avances y retrocesos, que curiosamente algo tienen en común con la concepción filosófica del Eterno Retorno formulada hace dos mil trescientos años por Zenón.
Sin Universo no hay tiempo, y éste, según la Teoría de la Relatividad – no entiendo por qué se empeñan en hablar de “teoría”, cuando está hartamente comprobada como realidad científica – forma junto con el espacio una unidad denominada “espacio tiempo”, que tiene la peculiaridad de que los cuerpos que en él se hallan, tienden a deformarlo, como si de una malla metálica se tratara, donde los diferentes cuerpos celestes, bien sean estrellas, planetas o galaxias, se desplazan por dicha red, distorsionándola y obligándola a describir un movimiento circular, al que todos están sometidos, cayendo cada uno de ellos dentro de la deformación del que mayor tamaño posee, quedando atrapado por él, efecto que denominamos fuerza de gravedad, a la que ningún astro cósmico puede escapar.
El Estoicismo cifraba el alcance de la felicidad, en la medida en que el hombre es capaz de convivir armoniosamente con la naturaleza, lo que equivalía a vivir de acuerdo a la razón, dominando las pasiones que perturban la racionalidad. El único mal es el vicio, la conducta pasional desenfrenada. El único bien, la virtud, todo lo demás es indiferente. El universo y el tiempo, parecen seguir esta doctrina. El ser humano no.

martes, 10 de diciembre de 2013

UNA CULTURA SOSPECHOSA

Sometidos como estamos a un permanente estado de recortes y a una continua y permanente merma de nuestros derechos sociales, políticos, económicos y de bienestar en general, apenas nos damos cuenta del avanzado estado de degradación al que llegamos cada día, cada semana, pues no existe un período superior a éste último, sin que tengamos noticias, siempre desagradables, de nuevos recortes y nuevas limitaciones de un bienestar cada día más irreconocible, en una ininterrumpida sucesión de acontecimientos negativos, que despiertan apenas ya una leve reseña en los medios de comunicación, una imperceptible protesta en los corrillos que se forman en el trabajo – si es que lo hubiere – en el pasillo de la comunidad de vecinos, en el ámbito familiar o en la reunión de amigos, que apenas tocan ya estos temas, no porque no les afecten, ni por sabidos, sino por un cansancio, sumisión o acatamiento, que resulta en extremo harto preocupante, dado el cariz que están tomando los acontecimientos que nos afectan tan directamente, y ante los cuales da la impresión de que ya no queda sino la resignación y el acatamiento.
Aquella expresión tan malvada de una falsedad repetida mil veces, acaba convirtiéndose en una reconocible verdad, viene a cuento en este caso, en el que unas medidas restrictivas que llevamos soportando años, sufriéndolas y denostándolas con una tozuda y desesperada constancia, terminan por agotar a una sociedad harta por tanto sufrimiento, por tantas y tan pérfidas agresiones, ante las cuales se encuentra y se siente inerme e indefensa, que llega a convencerse de que las cosas están ahí, están así, están como están, porque así quizás, vaya usted a saber, debe ser, porque es posible que antes todo estuviera mal, y esto, lo que ahora tenemos, entra dentro de los límites de lo normal, de lo correcto, llegando incluso a la conclusión de que a lo peor, estábamos equivocados, con lo cual se consigue que se dé la vuelta a la situación emocional del asunto que nos ocupa y se tergiversen los términos hasta el extremo de dar por bueno, lo que en realidad es una maldad incontrovertible.
Cansancio es la palabra que mejor resume quizás esta diabólica situación que mantiene a un País en un continuo estado de postración, siempre a la espera de que algo mejore, mientras que la respuesta obtenida nada tiene que ver con una esperanza que se diluye cada día que pasa sin que pueda albergar al menos una duda razonable en cuanto a un incierto futuro que se presenta para una ingente cantidad de una población que carece de trabajo, de esperanza y de una ilusión necesaria para justificar cada uno de sus días, en una espera frustrante y perversa, que destroza a las personas, las deprime profundamente y las reprime en una constante acción de agresividad social, ante la cual, los poderes encargados de ejercerla, se muestran insensibles ante tanto sufrimiento y tanta desesperación como crean con sus soberanos y soberbios dictados, ante los cuales se sienten legitimados, precisamente por el poder que les otorgamos en las urnas, y que no les dan la patente de corso, sino una autorización para que nos escuchen y obren a nuestro dictado.
Y una vez recogido el voto y cerradas las urnas, si te he visto no me acuerdo. Aquí se acabó la democracia participativa y de representación y comienza la democracia restrictiva y de exclusión, donde rige el despotismo ilustrado – más bien nepotismo interesado – donde ellos se lo guisan y se lo comen, sin contar con nadie, tomando decisiones al margen de los ciudadanos y de sus intereses, a los que no dan respiro con continuos sobresaltos que alteran su vida, su paz y su hacienda.
Y la última ya está aquí, no ha habido que esperar mucho. Han decretado la interrupción de las ayudas a las becas Erasmus en pleno curso, con lo que dejarían en la estacada a miles de estudiantes repartidos por toda Europa, entre los que han sembrado el desconcierto y la desesperación. La reacción ha sido de tal calibre, tal ha sido la protesta por doquier, que a su pesar, han tenido que rectificar.
Hace apenas unos días, se pavoneaban los medios de comunicación afines a la derecha, afirmando sin rubor alguno que la derecha ostentaba la supremacía moral por encima de la izquierda, a la que siempre, y con razón, se le ha otorgado. Con este ejemplo, uno más y con los recortes a las bibliotecas, museos, formación en general y tantos otros, dejan bien claro que la cultura no va con ellos. Sus intereses son mucho más elevados, mucho más prácticos, económicos, crematísticos y pecuniarios.
Con ellos, la cultura siempre estará bajo sospecha.

viernes, 6 de diciembre de 2013

ANSIAS DE COMERSE EL MUNDO

Son una veintena de laboriosos trabajadores, todos ellos con un alto nivel tecnológico, ingenieros y titulados en nuevas tecnologías, formados en universidades de primer orden, que regresan a sus casas después de una vertiginosa jornada laboral, sentados cada uno de ellos al lado del otro, como perfectos desconocidos, enfrascados en sus artilugios tecnológicos, últimos modelos de una frenética y voraz tecnología, en cuyo diseño y desarrollo quizás hayan participado ellos mismos.
No se dirigen la palabra, ni se miran, quizás tratando de evitar que les copien alguna genial idea, alguna creación nueva, algún invento que mañana estará en las manos de algún inversor que esté interesado en ella, que quiera llevarla a cabo, que le encumbre a la élite de los genios tecnológicos y que le harán millonario, famoso y destacado entre los miles de compañeros que pelean cada día por arañarle un espacio más a esa vibrante e imparable ciencia de las nuevas tecnologías que todo lo invade con un imparable avance que pasado mañana estará en las manos del consumidor, ávido de todo lo nuevo, lo último, lo impensable hace apenas, no ya unos años, sino unos simples, cercanos y próximos meses, si no días.
A tal velocidad se desarrollan los acontecimientos, cuyo relato aproximado, más o menos novelado, tomo de un artículo que leo acerca de un inmenso y conocido parque tecnológico de ese Imperio, con apenas trescientos años de historia,  de donde todo lo novedoso y tecnológico procede, que todo y a todos controla con una eficiencia asombrosa, de vértigo, dejando obsoleto cada nuevo artilugio a una velocidad que nos sobrepasa, que no nos da ni tiempo para esa capacidad de asombro que parece hemos perdido, fascinados por su embrujo, casi mágico, embobados y deslumbrados por unos artefactos que nos mantienen comunicados permanentemente y que sin apenas darnos cuenta, han tomado las riendas de nuestras vidas.
 Han conseguido limitar nuestra privacidad, irrumpiendo en nuestro personal mundo de una forma tan agresiva, tan impactante, que nos hemos dejado deslumbrar, obnubilar y manipular de tal manera, que han roto todas las barreras de autodefensa que pudiéramos tener, tal ha sido su capacidad de persuasión, hasta el punto de que nos han convertido en sumisos consumidores tecnológicos, reduciendo al mínimo el espacio y el tiempo dedicado a nosotros mismos, a nuestra necesaria intimidad, atrapados entre sus redes, creando hábitos, costumbres y sumisiones que nos convierten en esclavos de una tecnología que no nos da el menor respiro para digerirla, para asimilarla, para intentar disfrutarla de una forma lógica y razonable.
Mientras tanto, esos ingenieros continuarán con su trepidante labor de creación continua y constante de nuevos hallazgos, casi diarios, que nos permitirán manejar el ordenador y el Smartphone sin tocarlo, sintonizar el televisor y los aparatos multimedia sin pulsar botón alguno, ni siquiera con la voz, bastará con un pensamiento, una orden mental, un deseo, que nos convertirá en sujetos digitales capaces de controlar cuanto nos rodea, sin movernos, sin necesidad de contorsionar nuestro cuerpo, de desplazarlo, de ejercitarlo, convertidos en auténticos robots humanos, multitarea, multimedia, medio máquinas, medio humanos.
Son los hallazgos de una sociedad humana desconcertante, sumida en una superproducción tecnológica que no obstante se ve superada innumerables veces por una naturaleza que con frecuencia y de formas diversas nos avisa con su sobrecogedor poder y que parece querer recordarnos, quiénes somos y cuál es el lugar que nos corresponde en un orden que deshacemos continuamente, desafiando sus reglas naturales, no escritas, que no obstante conocemos y que nos empeñamos en desafiar.
Vamos quizás demasiado deprisa, sin una planificación que no existe ni a medio ni a largo plazo, dejando atrás demasiadas víctimas por un camino que no tenemos intención alguna de mejorar, que va dejando demasiadas huellas y  rastros de dolor, miseria y abandono, que no obstante están ahí, que no queremos ver de frente, a las que ponemos muros y vallas que nos separen de ese tercer mundo que va quedando tanto más atrás, cuanto más adelanta el nuestro.
Demasiado rápido para al final no llegar a ninguna parte. Esos incansables ingenieros, ansiosos por comerse el mundo, deberían quizás descansar un momento y volver los ojos hacia ese compañero que tiene al lado, que ignora y con el que compite cada día, para descansar un rato y charlar con él directamente, sin intermediario digital alguno e intentar llegar a un acuerdo amistoso y humanamente deseable. Vamos a parar, a descansar, a tomarnos unas vacaciones que nos permitan contemplar el mundo que nos rodea.
Mientras escribo, llega la última noticia de la imparable tecnología: el último Smartphone, la última joya tecnológica salida al mercado, se agotó en apenas unos minutos. Desolador.

lunes, 2 de diciembre de 2013

EL ARTE DE VIVIR

La moderna concepción del arte trasciende en gran medida su significado, que atemporal e históricamente, se concibe como toda creación del ser humano tendente a expresar una visión de la belleza capaz de emocionar y excitar los sentidos. Esta acepción ha quedado ampliada de tal forma, que actualmente las definiciones son múltiples y variadas, hasta el punto de dejar irreconocible dicho concepto, que llevado a su materialización, nos conduce a contemplar con sorpresa e incredulidad cómo se aplica el término arte a composiciones que intentan conseguir una estética inalcanzable, empleando todo tipo de materiales, de objetos y de incalificables e inclasificables estructuras, composturas y combinaciones tan diversas y extrañas como pretendidamente bellas, cuando la distancia que las separa de ese hermoso adjetivo, el arte, es tan inmensa como la que existe entre una delicada melodía, un vibrante poema, una exquisita danza, una magnífica pintura, una grácil escultura y una majestuosa catedral, con un conjunto de objetos entrelazados sin orden ni concierto que no despiertan en el observador otro sentimiento que el del pasmo, el desconcierto y la perplejidad más absoluta.
Nada más alejado de la admiración y la fascinación que se experimenta al contemplar o sentir el goce y el deleite ante una obra de arte, que la confusión y extrañeza que siente el ser humano ante estas confusas y desconcertantes muestras de una falsa concepción que lleva a considerar que todo en la naturaleza es arte, que allá donde dirijamos nuestra vista, lo encontraremos, provocando una confusión tal, que bastaría con que contemplásemos un desguace, un electrodoméstico abandonado, una vieja y desvencijada fábrica desmantelada, para pretender convertir en arte, allí donde sólo hay desorden y fealdad, aunque la mera observación de la naturaleza en estado puro y salvaje, un amanecer, una puesta de sol, un ave mecida por el viento, constituyen por sí mismos una expresión susceptible de convertirse en arte, porque poseen la estética y la sutil belleza capaces de atraer a los sentidos y de despertar la emoción de un espíritu que experimenta el deleite, el éxtasis y el placer que sólo la belleza puede deparar.
Y así, nos encontramos con un mar de concepciones del arte, algunas de ellas incluso próximas y hasta compatibles con dicho concepto, como el arte de amar, el arte de vivir y otros bastante más alejados e inasumibles, como el arte de la guerra o el arte de los toros, y otros cuya mención produce auténtico desosiego por estar inmersos en una violencia que jamás puede ser asumida como arte por un espíritu libre amante de la belleza, inherente a cualquiera de las artes clásicas conocidas desde siempre, a las que se unieron algunas otras como el cine y la fotografía, cuya aparición fue posterior a aquellas que están en la mente de todos desde el principio de los tiempos.
Es frecuente contemplar en los medios de comunicación cierta publicidad que utiliza el reclamo del arte de vivir para vender sus productos, que suelen ser siempre bienes de auténtico lujo, ya sean automóviles, casas, muebles y otros, siempre de un alto nivel, dirigidos a quienes, según los promotores anunciantes, valoran dicho arte, en este caso al alcance de las minorías que pueden permitirse semejante lujo, por lo que el arte, generalmente al alcance de cualquiera, queda en este caso a una lejana e inalcanzable distancia para el común de los seres que ansían su disfrute.
No cabe discusión alguna al respecto. Es sin duda una interpretación frívola e insustancial, a la par que ofensiva hacia tanta gente como en este mundo se encuentra sumido en la miseria. No es por otra parte nada nuevo en tiempos como estos, carentes de creatividad y sobrados de una fútil y superficial veleidad, que conduce a estas concepciones del arte, plenas de una ligereza tan trivial como carente de un contenido artístico que de ninguna manera llegan a alcanzar.