martes, 21 de enero de 2014

MEJOR NO PIENSES

Y te ahorrarás múltiples y engorrosos problemas, a la par que de esta forma tan sencilla y eficaz, tan arraigada en la trayectoria sumisa a lo largo de siglos, lograrás, sin lugar a dudas, una estable, tranquila y apacible vida, sin complicártela en absoluto, sin sobresaltos ni sustos que consigan descomponerte de vez en cuando, que te la harán más llevadera, más próxima en la práctica, a la tan deseada y demasiadas veces lejana felicidad, para lo cual basta con practicar la docilidad, la humildad y la obediencia, nada difícil de llevar a cabo si dejas de lado todo orgullo y vanidad, toda dignidad superflua que hoy en día sobra, no se justifica, está de más, sobre todo si tenemos en cuenta que, como dicen ellos, de qué os quejáis, si al fin y al cabo todos vamos en el mismo barco, en el mismo mundo, donde incluso tienen la gentileza de dejarnos llevar los remos, reservándose para ellos, eso sí, una insignificancia, una nadería: el manejo del timón.
Sed sumisos, todos, no solamente ellas, las mujeres, denostadas y vilipendiadas desde el principio de los tiempos, y detestadas por una iglesia católica que llegó a negarles el alma, y que a través del incalificable y reprobable arzobispo de Córdoba, les recuerda que han de mostrarse dóciles y obedientes ante el marido, sumisas en definitiva, para no importunar ni molestar al varón, al que deben obediencia y una dulce y mansa actitud, cercana al vasallaje y a la esclavitud voluntariamente aceptada, que han de adoptar necesariamente para una convivencia estable, duradera y feliz, a la que ninguna mujer jamás debería oponerse.
A san Agustín, se debe, entre otras, la siguiente perla: “las mujeres no deberían ser iluminadas ni educadas en forma alguna, de hecho, deberían ser segregadas, ya que son causa de insidiosas e involuntarias erecciones en los santos varones”. Esto me recuerda aquella expresión, no excesivamente brillante, de que algo ha de tener el agua cuando se la bendice, y viene a colación, por el hecho de que si esta frase proviene de un Santo, se le supone, como al agua, que ha de llevar razón, lo cual es una auténtica barbaridad, con mis disculpas hacia el agua, que, efectivamente es una bendición para el ser humano, pero con una acepción de ese término muy diferente del sagrado, que como siempre, ha intentado apropiarse de cuanto merodea a su alrededor, ya sea pretendidamente divino o simplemente humano.
La situación de emergencia social en la que vivimos, está llevando a multitud de ciudadanos a mostrarse serviles y sumisos en sus puestos de trabajo, si lo hubiere, hasta el punto de que si así fuere, se considera una auténtica bendición – sin sus connotaciones sagradas, que conste – cuando ya desde la expulsión de Adán y Eva del Paraíso, se consideró el trabajo como una maldición, a la que quedaba condenada el ser humano para el resto de sus días, mientras que hoy se suplica casi de rodillas, un puesto de trabajo, así dure unos meses, para ir tirando, para sobrevivir.
Contradicciones aparte, el hecho indudable, es que esta situación de vasallaje se está llevando a cabo con una auténtica y completa impunidad, avalada por unas relaciones laborales expresadas en la correspondiente ley, que ampara a las empresas a la hora de redactar unos contratos que en muchas ocasiones representan una humillación para el trabajador, al que generalmente no le queda otra alternativa que firmar y callar, ya que si él no lo hace, le dirán, lo harán otros, por lo que debe sentirse afortunado y agradecido ante semejante golpe de suerte que le ha procurado la diosa fortuna.
 Para rematar la faena, y completar el círculo del feudalismo social del siglo XXI, el gobierno prepara una nueva Ley de Seguridad Ciudadana, mediante la cual controlará los movimientos ciudadanos encaminados a la protesta en las calles, con lo cual, afortunadamente, aún nos quedará nuestra propia casa, donde podemos habilitar el salón y el pasillo con el objeto de manifestarnos enérgicamente y mostrar nuestro descontento ante tanta iniquidad de la que somos víctimas los sufridos y pacientes ciudadanos, siempre y cuando – y no quisiera dar ideas – no contemplen en la futura ley esta posibilidad, pues en caso contrario, ya sólo nos quedaría el recurso al pataleo y a la recusación in mente, pero dados los modernos sistemas de espionaje de los que últimamente tenemos noticia, posiblemente nos detectarían de inmediato, con lo cual, casi mejor no pensar, no discernir, no criticar, y conseguir así tener una vida tranquila, plácida y con una total ausencia de problemas. Ora et labora.

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