jueves, 30 de enero de 2014

DON DE LENGUAS

Dícese de quienes poseen el milagroso don de hablar múltiples lenguas que no conocen, por lo que se atribuye al Espíritu Santo la atribución de tal facultad concedida a unos pocos elegidos, generalmente incrédulos, por lo que esta concesión representaba para ellos toda una señal celestial, y en general para todos los no cristianos, de que el recién fundado cristianismo contaba con el aval divino, hecho que animaba a su conversión y a la propagación de una fe que comenzaba su andadura y que necesitaba de estas demostraciones prodigiosas, que asombraban y maravillaban a los posibles candidatos a profesar en un cristianismo necesitado de incrementar la nómina de sus fieles creyentes.
Según la Unesco, en nuestro políglota planeta se hablan, entre lenguas y dialectos, alrededor de seis mil diferentes lenguajes, lo que sorprende hoy en día, en un mundo globalizado y estandarizado, donde la utilización de los medios técnicos y las redes de comunicación, han conseguido unificarlo en muchos aspectos, logrando un continuo y permanente flujo de información al alcance de una inmensa mayoría de seres humanos, que no obstante chocan frontalmente con la muralla idiomática que consigue que esa fluidez comunicativa se vea seriamente frenada y conculcada en gran medida, debido al impedimento que supone el elevadísimo número de lenguas que entran a formar parte del juego comunicativo que tiene lugar en las redes sociales, fundamentalmente, y por supuesto, en la vida diaria de las gentes de procedencias cada vez más dispares que habitan nuestros pueblos y ciudades.
No está tocado este País por la divina mano que otorga el Don de lenguas a sus gentes, las cuales adolecen de ese Don, ya sea por la intervención directa de los dioses o de los hombres, hasta el extremo de situarnos en la cola de nuestro entorno europeo a la hora de hablar alguna otra lengua, al margen de la nuestra, la cual buena falta nos hace perfeccionar su uso, y no digamos por lo tanto de otras, tan necesarias y exigidas en el ámbito laboral, donde somos absolutamente deficitarios, hasta el extremo de representar un serio problema a la hora de encontrar un trabajo aquí, en nuestro País, donde se pide el manejo del Inglés con cada vez más frecuencia y más insistencia en todas las ramas de actividad, un idioma universal por excelencia, que no se tomó en serio en su momento en los planes de enseñanza y que ahora parece haberse relanzado en las escuelas, desde la más tierna infancia, cuando los conocimientos se fijan con una absoluta y brillante facilidad, entre ellos, y de manera especial, el aprendizaje de varios idiomas.
En nuestros tiempos, y gracias a la generosa y clarividente visión de quienes desde sus poltronas dictaban las normas y leyes que iban a regir en las escuelas, universidades y demás centros de formación oficiales, se implantó el Francés como lengua extranjera, impartida muchas veces, como ahora, por personal enseñante deficitariamente cualificado, lo cual, unido a la inutilidad y obsolescencia del aprendizaje de una lengua que en ningún momento llegó a alcanzar la importancia que hoy tiene el Inglés, supuso para tantos y tan esforzados estudiantes de entonces un soberano y mayúsculo error, que vimos cómo dichos conocimientos idiomáticos no nos sirvieron para nada, ni en el ámbito personal, ni en el social ni mucho menos en el laboral, salvo para pavonearnos ingenuamente con un pretendido dominio de un idioma, por el hecho de parlotear algunas lindezas como bonjour, bonsoir, mon amour o mercie beaucoup, y poco más.
 En un País tan pretendidamente Católico, el Don de lenguas no nos corresponde por derecho, ya que ese privilegio se les concede a los que aún no se han convertido. Habremos de esforzarnos por lo tanto en su aprendizaje, o abjurar de nuestra fe, en la esperanza de ser elegidos y bendecidos con ese milagroso Don que nos evitaría su exigente estudio, a la par que nos devolvería al rebaño, cuyo redil abandonamos en un acto interesado y egoísta, que no obstante nos devolvería unos impagables réditos lingüísticos dignos de tener en cuenta, como es el de dominar una lengua extranjera.

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