sábado, 22 de febrero de 2014

HISTORIAS DE LA RADIO

Nada como despertarse con la radio, medio de comunicación por excelencia, tan próximo, tan inmediato, acogedor, generoso, amable y agradecido como pocos, que logra retrotraernos a nuestra infancia, cuando el aparato de radio, como se le llamaba, cubierto él por el pañito de blanco de ganchillo primorosamente tejido por nuestras adorables madres, llenando con sus familiares sones la cocina de la casa donde con toda seguridad se encontraba, alojado en lugar privilegiado, probablemente en una repisa comprada a tal fin, alejado de nuestras manos, lejos de nuestro alcance, de los niños, deseosos de manipular el botón que milagrosamente, de una forma mágica para nosotros, permitía que los diminutos seres que lo poblaban, cambiasen de una manera fascinante y asombrosa, variando sus melódicas  y almibaradas voces, sus melodías, sus canciones, con sólo girar un botón, logrando con ello satisfacer una seducción que atraía poderosamente a nuestras ingenuas, pueriles y cándidas mentes.
Mucho ha cambiado este medio desde entonces en lo que se refiere a su programación y a sus gentes, aunque no tanto en cuanto a su concepción como el medio de comunicación más cercano y cálido a unos oyentes que siguen valorándolo en términos muy altos, y que ha llegado a prestar servicios muy importantes para una sociedad que pasó por momentos críticos de diversa índole, gracias a su capacidad de estar allí donde se la necesita, por mor de su facilidad y adaptación a las más diversas y contrarias circunstancias, que nunca han sido impedimento para llevar a cabo su labor inmediata y siempre eficaz, como ha demostrado a lo largo de nuestra historia inmediata, hasta el punto de llegar a dar nombre a la famosa noche de los transistores, con todo un País pendiente de un acontecimiento político y social clave en la reciente historia de España.
Aquella radio de entonces, de hace varias décadas, cuando no existía la televisión, llenaba las casas de las gentes con sus novelas radiadas, que eran multitudinariamente seguidas por la una inmensidad de oyentes a los que tenía pegados a su dial cada día de la semana, precursoras de las series televisivas que hoy abarrotan la programación de todas las cadenas, con cientos de capítulos inacabables que mantenían en vilo a los radioyentes, como las series radiofónicas, los programas de deportes, el omnipresente y obligado diario hablado de las dos y media, con el que todas las emisoras tenían que conectar, que emitía Radio Nacional de España, precedida del himno nacional, que también cerraba la programación y con el ángelus, a las doce del mediodía, que se escuchaba, como no podía ser de otra manera, religiosamente.
Esa misma radio continúa despertándome cada mañana, con otros programas, con otras gentes, que pese a todo sigue siendo la misma, aunque con unos contenidos que nada tienen que ver con aquellos, en unos tiempos de plomo y silencios obligados tan diferentes a los actuales, que no obstante tienen la peculiaridad, no compartida con aquellos, de sobresaltarnos con cierta frecuencia, como en la mañana de hoy, cuando escucho a la inefable alcaldesa de Madrid, celebrando estrepitosamente el hecho de que los atascos de la circulación parecen haber vuelto a las calles de Madrid, lo cual supone, según ella, que la gente ha vuelto a salir de sus casas, han retornado a las mismas con el maletero del coche vacío, dispuestos para llenarlos con la compra, para volver a consumir compulsiva y alegremente, lo cual celebra sin disimulo alguno, pese a la contaminación, al ruido y al resto de los trastornos que ocasiona. Todo en aras de un consumismo que le permite afirmar con rotundidad que la crisis ha finalizado.
Celebrémoslo pues con su peculiar estilo: hagámoslo con un relaxing cup of café con leche.

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