jueves, 13 de noviembre de 2014

DOS NUEVE DE NOVIEMBRE

Somos muy dados aquí, a celebrar efemérides, acontecimientos y hechos varios sucedidos a través de una historia marcada por innumerables eventos que nos gusta recordar, bien personales, bien sociales o colectivos, que suelen tener un carácter meramente lúdico y festivo en unos casos, y en otros suelen adquirir un tinte histórico, más o menos partidista, dependiendo de aquel que lo cuenta, y que no es sino el reflejo de la subjetividad chauvinista del País que lo narra, que lógicamente no va a coincidir con el adversario, dándose también hechos más o menos objetivos, que en cualquier caso no siempre son fieles a la expresión tan recurrida de que quién olvida su historia está condenado a repetirla, con lo que la oportunidad de que volvamos a caer en los mismos errores, suele darse con harta frecuencia.
El día 9 de noviembre de este año de dos mil catorce, se celebrarán dos acontecimientos que guardan una semejanza en cuanto a su naturaleza, aunque de signo muy diferente. Ambos se oponen frontalmente, uno de ellos en ciernes, a punto de sentar las bases para su posterior celebración en el futuro, y el otro con veinticinco años ya a sus espaldas, por lo que lo único que motiva su puesta en común, es la esencia de los mismos, que es la existencia de un muro físico con enormes repercusiones sociales que tuvo en el pasado, y que afortunadamente desapareció con toda su podredumbre, hace ya un cuarto de siglo, y que separó en dos a un País, Alemania, durante casi cuarenta años, mientras que el otro muro se está fraguando ahora y aquí, en España, con el objetivo de llevar a cabo la misma acción: dividir en dos a un País, después de casi dos mil años de historia.
Se celebra el 9 de noviembre, los veinticinco años de la caída del muro de Berlín, el muro de la vergüenza como siempre fue conocido, que durante treinta y ocho años separó dolorosamente a Alemania, partiéndola en dos, y dando lugar a la Alemania del Este, que después de la dictadura nazi, se tuvo que enfrentar a una férrea dictadura comunista, y a la Alemania del Oeste, que contempló durante todos esos años cómo una dura y monstruosa construcción de piedra se alzó para separar a familias enteras, provocando la aparición del llamado telón de acero, que dejaba a un lado a la Europa Oriental y al otro la Europa Occidental, que tardó un cuarto de siglo en derruirse ante el vigoroso y humano empuje que las ansias de libertad provocaron en los ciudadanos de ambos lados del odioso muro.
La otra efemérides que se dará el mismo día 9 de noviembre, pero de este años 2014 y, que quizás tengamos la oportunidad de lamentar en un futuro más o menos cercano, viene dada por los acontecimientos que vivimos aquí, en nuestro País, donde desde hace poco tiempo se han desatado con extrema intensidad las ansias nacionalistas en Cataluña, que pretende la sedición de esa región del resto de España, ocasionando con ello el levantamiento de otro muro que separe a dos territorios que han permanecido unidos desde siempre.
Para ello, y pese a todos los obstáculos que el gobierno ha opuesto, ateniéndose a la legalidad constitucional, que sólo permite al Estado las consultas y los referéndums, el gobierno Catalán, pese a que dice respetar dicha legalidad, y con el argumento de que la consulta no tiene efectos jurídicos, han decidido sacar las urnas a la calle, sin censo alguno, sin garantías de ningún tipo, simplemente con los votantes que previamente se hayan inscrito o que se presenten a tal efecto.
Quienes afirman que si se lleva a cabo, no tendrá efecto alguno, se equivocan, ya que los resultados que arrojaría dicha consulta, serían sin duda abrumadores, pues los partidarios del no a la independencia, como cabe suponer, se abstendrían, por lo que el porcentaje que saldría por el sí a la secesión, sería enormemente favorable a esta opción.
Los más puristas dirán que de todas formas, estos resultados no tienen ningún valor, que no son de derecho, que están al margen de la Constitución y de las leyes que la desarrollan. Pero sin embargo parecen olvidar, que de hecho, la repercusión social y política, sobre todo internacional, va a ser muy considerable, y eso no se puede obviar de ninguna manera, y necesariamente ha de tomarse en muy seria consideración.
De todas formas, la meta que ahora se proponen, y más aún con el aval de los resultados obtenidos en este simulacro de votación, consistirá en llevar a cabo unas elecciones plebiscitarias, para a continuación declarar unilateralmente la independencia, consiguiendo así que un muro de incomprensión e insolidaridad se instale en nuestro País, dividiéndolo y separándolo, y así, mientras el muro de Berlín celebra su caída, aquí, en esta España cansada y fatigada, un nuevo e insolidario muro pugna por alzarse.
Cuando el muro de Berlín se derribó, aquel inolvidable 9 de noviembre, millones de seres humanos en todo el mundo experimentamos un alivio y una inmensa alegría. Sentíamos aquella situación casi como una dolorosa afrenta personal ante el significado que tenía aquel odioso muro capaz de separar injusta y cruelmente a los ciudadanos de un mismo País. Lo que ahora experimenta una gran mayoría de la población ante la posibilidad de la secesión de Cataluña, es simple y llanamente una profunda incomprensión y un rechazo total ante una situación absurda, ridícula y fuera de lugar en una Europa cada vez más fragmentada.

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