Cuando la
paciencia se agota, y el ciudadano harto de esperar, de quejarse, de escuchar
palabras vacías de contenido y de aparentes buenas intenciones que después de
mucho tiempo devienen en vanas, en falsas, en dejar pasar el tiempo, en trabas
burocráticas, en imposibilidad de acceder al personajillo, léase politiquillo de
turno, siempre ausente, siempre reunido, siempre tan ocupado como para no
entender que está al servicio del ciudadano, que es quién paga su poltrona y su
sustento diario, entonces, en ese momento, el ciudadano de a pie, cansado,
hastiado y con la ira a flor de piel, decide salir a la calle, a montarla, a
protestar, a intentar hacerse visible ante una Administración sorda y ciega,
que nunca ha asumido que se debe a la ciudadanía, y que su cargo no le da el
menor derecho a gozar de privilegio alguno de ningún tipo, ni a aprovecharse de
su situación con ánimo de enriquecerse o de llevar a cabo un tráfico de
influencias que pueda beneficiarle a él y a otros que puedan agradecerle
determinados favores.
Y ya puestos
en la calle, la protesta mediante el grito, las consabidas consignas y los carteles
alusivos, se convierten en las armas arrojadizas que puede utilizar, para
tratar de llamar la atención, de mover conciencias, y de paso, conseguir
adeptos a la causa, llevando a cabo aquello tan típico y no tan tópico, de no
me mires, únete, que hoy, más que nunca, y debido a las circunstancias actuales
de escándalos, corruptelas y derroches varios, resulta fácil y sencillo de
conseguir, con lo que la posibilidad de atraer a nuevos adeptos a la causa, suele
tener más éxito que nunca, ya que cada vez más gente está dispuesta a salir a
la calle en lugar de quedarse en casa, o limitarse a comentar los problemas que
cada vez más le acucian, ya sea en el trabajo, en el bar, en casa, o en
cualquier lugar dónde se reúnan dos o más conocidos, que más pronto que tarde
acabarán comentando la actualidad, que en estos tiempos, siempre es de última
hora.
Después de
diez meses pasados desde las protestas que tuvieron lugar en el barrio del
Gamonal de Burgos, debido a las obras de modificación de una avenida que el
ayuntamiento quería convertir en bulevar, y que culminó con el abandono del
citado proyecto después de varios días de constantes protestas a cargo de la
población, nuevamente, vecinos y vecinas de Burgos han vuelto a tomar las
calles para manifestar su rechazo ante las obras que se desarrollan para
remodelar la plaza de toros de Burgos, un proyecto especulativo sin ningún
interés más allá del beneficio de las empresas constructoras, que han movido a
la ciudadanía, harta de tanto derroche inútil e innecesario, a salir a la calle
y llevar a cabo auténticas batallas campales, en una ciudad que parece
militarizada, ante una protesta ciudadana que aumenta sin cesar, en lo que ya
traspasa una simple movilización por la paralización de unas obras, para
convertirse en muestra de un hartazgo popular cada vez más generalizado.
La gente está
ya algo más que cansada de tanta estupidez y de tanto y tan inaceptable
derroche por parte de los políticos que ni tienen en cuenta ni respetan a una
ciudadanía que no ceja en su asombro ante un nuevo ejemplo de un gasto
absolutamente injustificable, que supone ni más ni menos que 6 millones de
euros a emplear en las obras de acondicionamiento de un local dónde se lleva a
cabo una costumbre bárbara y cruel con los animales, cuando ese dinero ha de emplearse
en gastos sociales que repercutan en el bienestar de una ciudadanía que se encuentra
harto necesitada de ellos, por lo que esta rebelión ciudadana, como tantas
otras, es necesaria, oportuna y absolutamente justificada.
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