lunes, 10 de noviembre de 2014

¿PODEMOS?

Pocos lujos podemos permitirnos en los tiempos y circunstancias actuales que nos ha tocado vivir, donde las limitaciones impuestas por una situación que está superando todas las pesimistas previsiones hechas en su momento, y todas las llevadas a cabo ahora, tan optimistas, tan fuera de lugar, siempre a base de datos macroeconómicos, muy alejados de los que arroja la microeconomía de los ciudadanos, que escuchan con indignado asombro cómo nos bombardean diariamente con el mensaje ya harto conocido del final de la recisión, de la creación de empleo, de la buena marcha de la economía, al tiempo que la población se tienta la ropa y de paso los bolsillos, para comprobar que se encuentran vacíos, que el paro sigue galopante, que los pocos que encuentran trabajo lo consiguen en precario, en pésimas condiciones y con unos sueldos de miseria, mientras la clase media, y no digamos si miramos hacia abajo, apenas unos cuantos escalones, ven cómo su capacidad adquisitiva se ha visto seriamente reducida, sin posibilidad alguna de recuperar lo irremisiblemente perdido.
Al tiempo que esto acontece, la corrupción en la clase política, sindical y empresarial, está llegando a límites absoluta y completamente alarmantes, a la par que inaceptables, con nuevos escándalos que afectan a personajes que han ocupado cargos muy relevantes, los mismos que sostenían el típico y tópico discurso moral, ejemplarizante, honesto y honorable, que incluso se permitían el lujo de sermonearnos y reprocharnos lo mucho que derrochábamos, y que algunos llegaron a tomárselo en serio, entonando un mea culpa inexistente, pero que al menos han conseguido abrir los ojos para descubrir en ellos la miseria y podredumbre de la que estaban cubiertos estos despreciables personajes que ahora han quedado en evidencia ante una sociedad que no sale de su asombro, con continuos y permanentes sobresaltos ante tanta ambición, avaricia y desatada corruptela como está saliendo a flote.
Todo ello está contribuyendo a arrojar en brazos de Podemos a una importante parte de la población, que ve en ellos a un grupo con una trayectoria limpia e intachable y con unos planteamientos alejados de toda la vorágine de corruptelas que hoy todo lo contamina, pese a que no tengan un programa claro y conciso y algunos de sus postulados se sitúen un tanto lejos de una realidad con la que se topan con frecuencia, utópicos en unos casos e irrealizables en otros, así como con una cierta tendencia hacia un extremismo y radicalismo de izquierdas que quedan fuera de unos tiempos y unas circunstancias sociales y económicas con las que chocan frontalmente y que necesitan suavizar si no quieren que muchos de los que hoy les apoyan, mañana les den la espalda, y que aunque nos parezca increíble, ahora, según las últimas encuestas y a seis meses de las elecciones municipales, tienen un apoyo que supera a los dos grandes partidos políticos, lo cual resulta increíble, sorprendente e incluso preocupante, dado el giro radical que esto supone.
La gran pregunta que en estas circunstancias cabe hacerse, y que no es baladí en absoluto es la siguiente: ¿podemos permitirnos el lujo de orientar nuestro voto hacia Podemos y darle la confianza para gobernar? Decimos lujo, porque el cambio político que ello supondría, es una decisión que le da una vuelta de tuerca de ciento ochenta grados al panorama político de un País convulso por tantos escándalos, y que en cualquier caso representa un gigantesco cambio de consecuencias imprevisibles, pues no se conoce ningún caso similar en una Europa que se ve amenazada por una derecha radical que está resurgiendo en algún País, pero en todo caso no con el ímpetu de este grupo que apenas tiene un año de existencia y que está aglutinando a una considerable parte de una población descontenta con cuanto ve casi a diario, recogiendo la frustración y la ira ciudadana que ve en Podemos a los salvadores del naufragio en el que se encuentra este navío a la deriva desde hace demasiado tiempo.
Son muchas las incógnitas y más aún las contradicciones en las que incurre con frecuencia Podemos. Pero los ciudadanos tienen la palabra y el pleno derecho a decidir y elegir la opción que consideren más adecuada. Hasta hace poco, el resto de los partidos políticos le negaban toda credibilidad y no le consideraban sino como flor de un día, mientras continuaban tirándose los trastos a la cabeza y capeando las corruptelas internas.
Ahora, vistas las últimas encuestas, parece que comienzan a tomarlos en serio. Podemos tiene derecho a plantear una nueva política que seguro que se puede llevarse a cabo a nada que suavicen algunos de sus planteamientos, y los ciudadanos el derecho a ilusionarse con unos nuevos, jóvenes y honestos hacedores de una política que limpie, fije y de esplendor, a unos nuevos tiempos plenos de esperanza para la gran mayoría de una población, harta ya de unos políticos cavernícolas e ineptos, absolutamente desacreditados ante nosotros, los ciudadanos, que tenemos en nuestras manos el derecho, el deber y el poder de decidir nuestro futuro y el de nuestro País.

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