Cada vez se hace más insoportable
un día a día que se va haciendo más y más monótono, rutinario y decadente,
donde las noticias son casi siempre las mismas, sobre todo ahora con un
ambiente electoral que parece haberse instalado en la eternidad, sin apenas dar
respiro a una ciudadanía, que pese a las indudables intenciones de cambio,
comienza a mostrar ya síntomas de fatiga.
Ante tanto trasiego electoral y
tanta mal sobrellevada crisis, se está creando un clima social, dónde desde
hace años apenas se habla de otra cosa que no sea la corrupción y la política
en todas sus vertientes y con todas las variantes habidas y por haber, donde al
ciudadano apenas le queda espacio para el fútbol y poco más, con lo que el
panorama cultural queda establecido bajo unos mínimos que de ninguna manera
debería satisfacer sus necesidades humanas, que van más allá de la política y
los deportes.
Leer los periódicos o escuchar la
radio, hojear los informativos en televisión o seguir los debates en cualquier
medio donde se dieren, es escuchar siempre la misma canción archiconocida ya
por una población que se ve obligada no sólo a sufrir las consecuencias de unos
ineptos políticos y de la galopante corrupción que generan, sino que además han
de soportar la narración permanente de sus intrigantes y perversas azañas.
Por si todo ello no fuera
suficiente, las recientes elecciones autonómicas y municipales, han traído una
inaguantable suerte de más de lo mismo, pero con el condicionante extra, de que
debido a unos resultados francamente sorprendentes - que al menos en este caso
le afectan directamente - no hay medio de comunicación, tertulia, red social,
informativo, que no se ocupe de ello, casi a tiempo completo.
Lo mismo sucede con las charlas
familiares, vecinales, en el trabajo, con los amigos. Todo lo domina y preside
la cansina y omnipresente política, en un juego rutinario y mezquino, casi
obligado, dadas las circunstancias, que se extiende por doquier, que todo lo
contamina y lo ocupa y que no aporta ningún valor al individuo, aparte de la
satisfacción de saber ganadora, si así fuere, de su opción ganadora.
Quedará a salvo la complacencia
personal de descargar la ira contra los corruptos y manifestar la simpatía e
ilusionada esperanza hacia las nuevas candidaturas ciudadanas que han irrumpido
con inusitada fuerza en un panorama político que causaba hastío y rechazo y que
parece haber dado ahora un giro de ciento ochenta grados, que aunque esperado,
ha sido inusitadamente sorprendente y rompedor, con un bipartidismo que parece
haber desaparecido para siempre.
Si tenemos además en cuenta que
dentro de muy poco tiempo, dentro de este año, todo este tedioso proceso
culminará con las elecciones generales, y posiblemente con las tan cacareadas
autonómicas catalanas, las perspectivas son francamente desoladoras, hasta tal
extremo, que la ciudadanía de este país, se va a erigir en una gigantesca
tertulia con debates continuos e interminables que no le darán ocasión de
manifestar otras opciones socioculturales, ya bastante limitadas en un presente
que todo lo domina la política y sus circunstancias.
Sería sumamente deseable y de
todo punto recomendable, si no abandonar tan cansinos y machacones temas, sí al
menos tomar un respiro, airear la casa y las mentes de quienes la habitan, y
dedicar ese tiempo a nosotros, a nuestras cuitas diarias, a aquello que más
directamente nos incumbe, a satisfacer nuestras necesidades y aficiones, ya
sean culturales o de otros órdenes, en función de las preferencias de cada uno.
Poner la radio y comenzar el
nuevo día con la audición de una delicada melodía o con un hermoso fragmento de
una bellísima sinfonía. Escuchar los versos de un delicioso poema o dedicar unos
minutos a un mágico y relajante relato,
serían sutiles y bellas maneras de arrancar una nueva jornada, al contrario de
lo que nos espera, que suelen ser las tan cacareadas y repetidas noticias de
política, corruptelas y miserias varias que en nada ayudan a sobrellevar
el nuevo día que comienza. Desesperante.
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